La gran acogida de su último trabajo en el festival de Austin ha puesto en la palestra el talento de un cineasta que, tras su anterior (y más bien discreta) aportación con Agnosia, parece haber dado el salto definitivo demostrando la enorme valía y poder que puede tener la imagen como elemento sugestivo en el cine de género. No obstante, esa no es una exposición precisamente novedosa en el cine de Eugenio Mira, que si bien firmó una segunda obra algo decepcionante, debutaba a mediados de la década pasada con una de las joyas más radiantes que el cine español ha tenido la ocasión de ver en los últimos años, y con una de las mejores óperas primas que se recuerdan dentro del cine patrio en lustros (quizá, la mejor junto a La noche de los girasoles de Jorge Sánchez-Cabezudo).
Más de uno se sorprenderá ante una afirmación tan rotunda, más conociendo que el cine de terror y fantástico español ha visto debuts como Los sin nombre de Jaume Balagueró, El habitante incierto de Guillem Morales o la también laureada en Austin, Los cronocrímenes de Nacho Vigalondo, pero lo cierto es que el arrojo y frescura condensadas en los apenas noventa minutos de The Birthday suponen toda una celebración para cualquier aficionado a un cine habitualmente minusvalorado en España (aunque cada vez tome más fuerza debido al rédito que en Estados Unidos se le saca a este tipo de cintas), cuyo resultado final consigue además un valor añadido.
Y es que The Birthday no deja de ser, en definitiva, un popurrí de alusiones tanto estilísticas como formales que llevan de un extremo a otro a un Eugenio Mira inspiradísimo que, tomando lo estrictamente necesario de cada autor, sabe enarbolar una propuesta con una poderosa identidad propia y un recorrido que avanza con paso firme, sin doblegarse ante esos referentes. Esa audacia demostrada por el alicantino obtiene recompensa, además, en la frescura de un film que no se siente atado en ningún momento por las fuentes de las que bebe, y sabe navegar libremente en una construcción que nos lleva desde el Tarantino más guiñolesco (pasando por un abanico de referencias formales de las que ya hablaré) hasta los sustratos de un Lynch más comedido y juguetón.
De ese aspecto formal cabe destacar tanto el empleo de la cámara (siempre haciendo gala de planos largos y bien llevados) como la planificación de escenas, que encuentra en el corte y el modo de trasladar la acción con planos sostenidos que incluso podrían recordar al ya citado director de Jackie Brown, una de sus mayores bazas gracias a su modo de liberar espacios y lograr que la secuencia fluya con una naturalidad y aplomo ciertamente reseñables. De hecho, buena muestra de ello es la poca cantidad de planos/contraplanos que emplea Mira en comparación con las conversaciones entre personajes que hay en la película, indicativo de que al cineasta le interesa dinamizar el relato en pro de una fluidez narrativa mucho mayor.
En ese aspecto está una de las claves del buen funcionamiento de The Birthday, que encuentra además en unos escenarios de lo más Lynchianos (y no por su paleta cromática, que también) en ocasiones, incluso ciertamente esotéricos y oníricos, el punto de anclaje necesario para que las aventuras de ese peculiar tipo llamado Norman Forrester tomen aún un punto más personal y definitorio. En este aspecto, incluso se podría decir que el modo de programar un simple plano resulta clave para que el tono adquiera todavía una mayor homogeneidad, y simples detalles como ese haz de luz cuando Forrester sube al terrado o esa habitación a oscuras en la que entra antes de descubrir a sus huéspedes inconscientes engrandecen, si cabe, la faceta escénica del film.
Orgulloso de presentarnos los 117 minutos (93 para ser exactos, no sabemos si a conciencia o por desavenencias entre productor y director) más asombrosos de la vida de Norman Forrester, Eugenio Mira nos traslada a un hotel cerrado a cal y canto donde únicamente hay espacio para dos fiestas: a la que acude Norman, cumpleaños del padre de su novia, y el guateque montado por las ratas de laboratorio de una empresa farmacológica. En ese marco, el extraño comportamiento de su novia y la posición del padre de ella respecto a Norman harán que se sienta desubicado y busque alternativas, hasta encontrar a un tipo que le revelará de la existencia de una secta en el interior del hotel intentando resucitar a su Dios particular.
Lejos de lo que pudiera acontecer debido a una mixtura de géneros que nos traslada de una (en cierto modo) comedia negra a una cinta de terror que rememora el ideario de los 80 tomando a cineastas como Joe Dante y su particular visión del género como referencia, The Birthday sabe saltar de uno a otro sin apenas dificultades, incluso logrando que el tono deliberadamente desbaratado se mantenga a lo largo del film, gracias en especial a su estrella central, un Corey Feldman cuya inclusión en el reparto como protagonista absoluto ya es una declaración de intenciones, que se muestra desbocado en ese personaje que bien podría rememorar al Woody Allen más neurótico con pinceladas de Mr. Bean en una apoteósica interpretación del actor.
En definitiva, si Grand Piano ha disparado el interés por Mira, a buen seguro ha sido por el hecho de construir una propuesta mucho más estable y comercial (dentro de lo que cabe) que huye de la rareza que es esa pieza única llamada The Birthday, pese a tener con ella características comunes (como ese incesante jugueteo del cineasta con sus artefactos formales), y que constituyó una soberbia carta de presentación que uno podría seguir analizando (su magnífico uso del sonido, esa irónica relación entre el protagonista y su novia como epicentro de la acción, el fabuloso «speech» final de Norman que se cae de obvio, el maravilloso plano y corte final…) con sumo gusto, pero que queda enturbiada por un detalle externo: la dificultad de conseguir un imprescindible trabajo, hecho que constata como se tratan en este país la audacidad y arrojo con las que Mira rodaba una de esas aportaciones al género inolvidables desde el momento en que uno toma contacto por primera vez.
Larga vida a la nueva carne.