Demonios tus ojos (Pedro Aguilera)

No hace falta ser un depravado para descubrir que la manera en la que Dalí representa a su hermana en Muchacha en la ventana (y en varios de los cuadros de los años 20 en los que esta aparece, aunque me refiero a este porque, más allá de que el cartel de la película muestre a la protagonista en una ventana, me pareció verlo citado de manera clara en un momento de la película de Pedro Aguilera, pero no a la manera cutre de buscar la composición idéntica a la pintura en el plano, sino desde otro ángulo y desde bastante distancia, lo cual la convierte en una cita inteligente y original) contiene una carga erótica brutal. Y solo es necesario ser un pelín perverso para imaginar que en alguna ocasión Onán visitaba la cama del pintor catalán en sus regresos a Figueras con retratos de Anna María Dalí. Esa síntesis entre inocencia y erotismo que tiene lugar en la obra citada y que surge de la posición soñadora en la ventana y el marcado culo que toma protagonismo en su voluptuosidad; o que también se hace patente en Retrato, también de 1925, donde armonizan la pose aparentemente cotidiana de la joven y su hombro al descubierto, no hacen más que resaltar esta idea de un erotismo que de alguna manera tapa los deseos sexuales que emergían en Salvador Dalí y que eran dirigidos hacia la figura de su hermana. Si digo todo esto es porque, a mi entender, Demonios tus ojos puede ser leída como una revisitación de esta relación para traerla a un contexto reciente donde se verá modificada por ser obviamente esta una época con otras cosas, otro tipo de relaciones, otras tendencias y demás, pero donde mantendrá su esencia.

En Demonios tus ojos nos encontramos con Oliver (el Salvador Dalí contemporáneo, no tanto en la excentricidad como sí la relación de la que se viene hablando), director de cine afincado en Los ángeles que, entre esto de que se ducha su novia se pone un poco de porno antes de dormir, identifica en uno de los vídeos a su hermana menor que él. Sin tener muy claros los motivos, que pueden ir desde ir a orientar a su hermana por el camino recto de la vida (je je, en fin) hasta ir a motivar y forzar esa pérdida de la inocencia, Oliver se dirige hacia Madrid para entrar en contacto con su hermana tras largo tiempo de ausencia. Lejos de moverse desde la desconfianza hacia su hermano, Aurora (la Anna María Dalí de nuestros días) se acercará hacia él mostrando total admiración. A partir de aquí todo el discurso de Demonios tus ojos girará en torno a la relación de cineasta que filma de manera incansable y puramente observadora y modelo inocente que es retratada. Es en este sentido en el que entronca esta manera de hacer con la de Dalí y Anna María, pero dándole una vuelta de tuerca a esa perversión que si en los de Figueras se puede intuir por el resultado de las pinturas, en los de la obra de Pedro Aguilera queda totalmente evidente por la manera de hacer. Y es que aquí no se trata en absoluto de captar esa síntesis de inocencia-erotismo de una manera voluntaria y pactada (al menos en un principio), sino desde el ‹voyeurismo› más vicioso. Aquí es donde entra en juego uno de los elementos más importantes de la película de Aguilera, convirtiéndola en un juego formal totalmente atractivo, ya que la mayor parte de la narración será puesta en escena mediante una comunicación que consta de un ordenador, una cámara introducida en el cuarto de la joven y un proyector donde se podrán percibir de manera simultánea tanto al creador de la situación mientras opera y observa como reflejada en la pared a la muchacha mientras se mueve en su cotidianeidad e intimidad desde la inocencia pero, como en toda intimidad, dejando a la luz partes de su cuerpo que añaden ese componente erótico de la figura registrada que completa la suma de la que se viene hablando. «Pintaba paciente e infatigablemente, y a mí no me cansaba posar para él»1 diría en su momento la hermana del pintor catalán; «Nunca paro de grabarte», le comentará Oliver a su objeto de deseo en una película que discurre por atmósferas oscuras, fiestas decadentes y “mañaneos” bastante turbios y angustiantes y que, ante todo, parece plantearse la cuestión de si no es oportuno en ciertas ocasiones no encarcelar el instinto en nombre de una civilización correcta y adecuada. El resultado es una obra que solo puede ser efecto de una mente genial y que hace de la mejor manera posible. Es más que seguro que el estado febril al que induce se alargue en el tiempo filtrándose en las generaciones que estén por venir como una de las cintas más malditas que viene dando el cine actual español.

1  http://www.museoreinasofia.es/coleccion/obra/retrato

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