Crónica familiar (Valerio Zurlini)

La nostalgia es uno de esos elementos emanadores de emoción al que los directores de cine, y los artistas en general,  han acudido a lo largo de la historia del arte como instrumento para fortalecer el carácter de autor de sus obras. Autores como Andrei Tarkovski, pasando por Robert Zemeckis, Orson Welles, William Wyler, John Ford, Akira Kurosawa o Rob Reiner —y por tanto trasladado al mundo de la literatura Stephen King—, y muchos más, la han empleado en el engranaje de sus criaturas. La nostalgia puede convertirse en algo desagradable si no es condimentada con los ingredientes necesarios para evitar la diabetes en el espectador y por tanto supone un riesgo asumido por aquellos cineastas que deciden integrarla en los cimientos de la historia que deciden proponer. En pocas películas la nostalgia se ha mimetizado en un personaje de esencial importancia con personalidad propia en la sinopsis argumental como en esta Crónica familiar del gran maestro del melodrama italiano Valerio Zurlini.

Crónica familiar

Zurlini es incomprensiblemente uno de los directores menos citados en los manuales y listados elaborados por críticos y cinéfilos sobre el cine italiano. No olvidemos que estamos hablando del director de películas cumbre como La chica con la maleta, Verano violento o La primera noche de la quietud, todas ellas dotadas de un estilo elegante y melancólico adornadas con unas disfuncionales relaciones amorosas en las que la diferencia de edad entre los amantes refleja la imposibilidad de encontrar la felicidad. Para un servidor es sin duda, junto con Mauro Bolognini, el gran capo del melodrama profundo e intenso de la Italia post años cincuenta. Sus melodramas son crudos, intensos y perturbadores, de un realismo muy cercano. Siempre he considerado al melodrama italiano de los cincuenta y sesenta como el espejo en el que se podría reflejar la vida de la España de los cincuenta, dada la similitud cultural latina que hermana a España e Italia, y la imposibilidad de muchos cineastas españoles de aquella época de rodar historias de la intensidad moral de nuestros vecinos trasalpinos.

Basándose en el relato autobiográfico del escritor italiano Vasco Pratolini del mismo nombre, Zurlini elabora una película intimista y melancólica en línea con el cine de autor italiano realizado por Michelangelo Antonioni en los años sesenta, siendo el silencio y la introspección las dos marcas de identidad que definen a la película. Como en la trilogía del silencio «antonioniana», Zurlini dota a su fábula de un carácter marcadamente decadente y pesimista en la que los gestos contenidos de los actores traspasan la inerte pantalla de cine para hacer partícipe al público en el drama al que estamos siendo testigos con profundo dolor en el corazón. Porque si de algo tengo que avisar al lector es que Crónica familiar no es una película apta para aquellos espectadores que estén pasando un mal momento o estén deprimidos. Su visionado puede profundizar su estado de aletargamiento debido al reposado existencialismo fatalista que posee la cinta y a las maravillosas y contenidas interpretaciones de los dos actores principales que soportan el peso de la trama: un impecable y minimalista Marcello Mastroianni en uno de los mejores papeles de su carrera y un extraordinario Jacques Perrin cuya cara desprende fragilidad y tristeza en cada plano. He de confesar que lloré al visionar la escena final de la película en la cual Mastroianni recuerda a un enfermo Perrin la figura de su madre fallecida. Esta es una de las escenas más bellas que jamás he visto en el cine.

Crónica familiar

Otro de los aspectos remarcables del film es su bella fotografía, deudora de los grandes maestros del barroco italiano, dotada de colores fríos y neutros lo cual intensifica el pesar que desprende cada secuencia. En las escenas más intimistas el color negro y los azules freudianos se estampan en los primerísimos planos de los actores como si de un cuadro de Caravaggio se tratara y en las escenas más melancólicas, como la de la reunión de los hermanos con su tata en el hospicio, un plano fijo cenital iluminado con la luz natural de un mediodía soleado refleja la luminiscencia que la compañía fraternal otorga a los protagonistas. Sin duda la película supone una clase magistral de como la puesta en escena y la simbología ayudan a complementar y reforzar la narración. Y que decir de la actuación del gran Marcello. Para mí, opinión totalmente personal, este es su mejor papel, de una contención conmovedora al alcance de muy pocos intérpretes. Su mirada compasiva y dolorosa nos arrebata y nos hace partícipes del sufrimiento interior que padece el personaje principal de la trama.

La película se narra en un gran flashback a través de los recuerdos de un solitario periodista llamado Enrico (interpretado por Marcello) que finalizada la II Guerra Mundial recibe telefónicamente la terrible noticia del fallecimiento de su hermano Lorenzo (Jacques Perrin). En estado de shock, provocado por la luctuosa nueva, recorre cabizbajo las fantasmales calles de Florencia a la vez que rememora la tragedia familiar iniciada tras el fallecimiento de la madre, hecho éste que provocó la separación de ambos hermanos, siendo el hermano mayor Enrico cuidado por su amorosa y pobre abuela mientras Lorenzo quedaba bajo los cuidados de una familia noble, la cual procuraba a Lorenzo todas las comodidades que Enrico no pudo disfrutar. El distanciamiento afectivo entre los dos hermanos mengua tras el encuentro de ambos, ya adultos, en un bar. Enrico es un hombre curtido que ha tenido que luchar para ganarse el pan y que intenta abrirse camino en el mundo del periodismo, mientras que Lorenzo es un joven malcriado, enfermizo, y frágil incapaz de afrontar los problemas de la vida adulta. El reencuentro entre ambos hermanos pone de manifiesto el abismo que separa ambas personalidades. Enrico mira a su hermano con envidia, pero a la vez con compasión. Lorenzo, a su vez, descubre en Enrico la madurez de la que él mismo adolece. Y en su caminar juntos volverán a juntarse con su amada abuela que se halla pasando sus últimos días en un hospicio, vivirán el convulso período de entreguerras de la Italia fascista, se enfadarán y se distanciarán, para volver a tropezarse en un último y emocionante instante que colmará de lágrimas los pañuelos del espectador.

Crónica familiar

Es increíble que con los únicos medios de dos actores, una cámara y escenarios naturales integrados por calles florentinas y nauseabundas habitaciones, sin artificios ni grandes golpes de efecto, Zurlini alcance elaborar un producto de semejante maestría. Solo una palabra puede definir lo que Zurlini logró llevar a cabo, y esa es el talento. Talento para filmar planos elegantes, pausados, perfectamente encuadrados en los que el ritmo fluye lento como la vida.  El espacio temporal brota al ritmo al que crece del musgo en los cementerios, pero sin pausa, de modo que en solo dos horas se describen treinta años de la historia de Italia, casi sin que seamos conscientes de ello. Los delicados planos presentes en la película consiguen subyugarnos por medio del elemento más simple y a la vez más complejo de gestionar: el sentimiento, es decir, hacernos sentir, lograr que el visionado de la película cambie algo en nuestro interior.

Ciertamente, Zurlini consiguió con esta película uno de los hitos en la historia del cine italiano, transportándonos al doloroso mundo del sufrimiento ajeno, con una poderosa quietud y aflicción, dibujando un viaje lírico y desgarrador que no dejará indiferente a aquellos que decidan visionar esta obra maestra. Se suele decir que toda película tiene su momento, el cual la hace especial a los ojos del espectador. Esos momentos pueden depender del estado emocional y vital en el que se encuentre inmerso la persona que visiona el film. Crónica familiar es la película del momento, aquella que nos hará echar la vista atrás y reflexionar sobre nuestra infancia y vivencias, cuya moraleja atestigua que la vida es un tren que circula por vías robustas, por lo que no hay que dejar escapar ese maravilloso tren, puesto que difícilmente volverá a pasar con la misma fuerza e intensidad que en el primer momento. Atrévanse a vivir la experiencia vital y desgarradora que nos propone el maestro Zurlini.

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