Sieranevada (Cristi Puiu)

Cristi Puiu fue de los primeros en anunciar a los festivales de medio mundo que algo estaba pasando con la cinematografía rumana allá por el año 2005 con la impresionante The Death of Mr. Lazarescu (La muerte del Sr. Lazarescu). O al menos fue cuando parte de la crítica comenzó a mirar con interés al cine del país balcánico.

Han pasado 11 años desde entonces y el cine que nos llega desde dicha nación está totalmente consolidado en el circuito de festivales, con unos nombres propios y su propio público. De esos nombres propios, Puiu había sido la piedra central al inicio, pero luego de su segundo trabajo (Aurora, 2009) parecía descolgarse un poco de otros nombres, como Cristian Mungiu (4 meses, 3 semanas, 2 días), Radu Jude (Everybody in our Family), Corneliu Porumboiu (The Treasure) o Radu Muntean (Un piso más abajo).

Por eso había cierta expectación en ver su último trabajo en el festival de Sarajevo. Un certamen que en los dos últimos años ha visto desfilar a todos los nombres anteriormente mencionados, y donde este año podían encontrarse hasta seis títulos provenientes de Rumanía, tal es la importancia de dicha cinematografía en el festival. Y es que Sarajevo empieza a ser la cita imprescindible anual si uno quiere seguir al tanto de lo que se mueve por «el país de los romanos». Así que no había mejor lugar para saber si Puiu volvía a ganarse el favor de un público que no terminó de conectar con Aurora (y ojo, que a mi no me disgustó en absoluto, pero yo soy un poco fanboy, también es verdad).

No me andaré por las ramas, Sieranevada es toda una experiencia. Todo un éxito y un logro tanto formal como de fondo. De todas formas, aquí va una confesión: los primeros minutos de cualquier obra de Puiu me cansan, me pueden y me aturden, hasta que de pronto, ¡pum! estoy dentro de la historia. No sé muy bien por qué me ocurre esto. Puede ser que necesito siempre unos 15 minutos de adaptación para entrar en su tono y en su ritmo. Puede que también sea más culpa mía que de la película. O tal vez me asalta la pereza ante el largo metraje que me espera (Sieranevada dura 173 minutos. El propio Puiu en su presentación, invitaba a los presentes a marcharse si no les gustaba o se aburrían, pero con una humildad y sinceridad que el Puiu ser humano ya nos ganó incluso más que el Puiu cineasta). Sea como fuere, los primeros compases de Sieranevada no me conquistan.

Un matrimonio discute mientras viajan en coche a la casa de la madre de él para honrar la memoria de su padre, fallecido 40 días atrás en lo que significará reunir a toda la familia y seguir una vieja tradición religiosa con cada vez menos aceptación en Rumanía. Una vez llegamos al lugar empiezan las sorpresas; Puiu decide no hacer una presentación al uso de las personas que están reunidas allí ni de las que quedan por llegar. Todos ellos irán demostrando quienes son poco a poco con sus acciones, sus diálogos y sus opiniones.

La reunión familiar es todo un acontecimiento. Poco a poco las situaciones absurdas y que bordean la comedia negra se suceden. Entre el drama de unos y otros el espectador no puede evitar sonreír. Y también podemos vernos reflejados a nosotros mismos o a nuestros familiares en cualquiera de los personajes que pueblan en lugar.

Otro de los éxitos de Puiu es conseguir seguir y diferenciar a cada uno de los hombres y mujeres que aparecen en pantalla. No los he contado, pero pueden tratarse de hasta 14 personas. Hermanos, primas, tíos, etc. El caos inicial está servido, y en Sieranevada no encontraremos a los personajes saludarse con un «hola cuñado» como suele hacer el cine más evasivo para no complicar la vida al espectador. Da igual, finalmente los tendremos situados a todos.

Pero lo cierto es que se trata sólo de un detalle menor sobre todo los demás aciertos y logros de Puiu. Uno de los temas principales de Sieranevada es la familia, pero dentro de este concepto tan amplio su cineasta indaga sobre la posición que cada uno tiene respecto a ella. Nuestro protagonista, Lary, está totalmente fuera de lugar, sin saber cual es su rol como hijo mayor ahora que la figura paterna ya no está. Su relación es cordial con el entorno, pero no sabe muy bien como opinar y de vez en cuando se le ve ir de un lugar a otro para no quedarse solo como un perro abandonado que sigue al primer transeúnte con el que se topa y finge normalidad absoluta. También participa en todas las subtramas que vemos en pantalla, pero su participación nunca es completa.

Considero que este tema está tratado con mucha maestría. Los personajes de la película acaban por ser muy reales, muy cercanos (sigo sorprendido con el parecido de la familia que nos presenta Puiu y la mía propia, llegando a resultarme incluso hiriente en ocasiones), por mucho que en un inicio parecían tópicos con patas.

El segundo punto sobre el que bascula la cinta es la verdad. Puiu acaba por ser un relativista extremo en este punto: considera que no podemos saber la verdad de los acontecimientos. Todas las subtramas de la película se basan en la confrontación entre diferentes puntos de vista, algunos de ellos totalmente opuestos. Así, tenemos a esa vieja tía abuela hablando de las bondades del comunismo (Puiu explicó en la rueda de prensa que eso mismo le sucedió a él cuando un amigo de la familia empezó a defender el sistema socialista rumano y casi acaban a tortazos entre ellos), o los diferentes puntos de vista que cada primo o cuñado tienen sobre el 11 de Septiembre estadounidense.

Cada cual tiene su verdad. Y ninguno parece intentar entender el punto de vista del otro, sólo reforzar la suya. Hay también, encadenando con este tema, una idea sobre las palabras y su significado. de ahí el título de la película, Sierranevada en rumano (con sólo una r). Cada palabra significa cosas distintas para cada uno. Puiu en la rueda de prensa posterior, puso el ejemplo de los Balcanes. Los Balcanes es una descripción geográfica, que sin embargo, para la conciencia de Europa significa miseria y sangre. Luego dijo que lo que pasó en esta tierra (Bosnia) fue terrible y se quedó sin habla y como a punto de llorar (Puiu participó en la película de episodios Los puentes de Sarajevo de 2014, y él mismo tiene una vinculación especial con la ciudad, a la que visita a pesar que odia viajar).

Sea como sea, hemos hablado del «qué», pero lo que hace que Sieranevada sea toda una experiencia es su «cómo».

La cámara captura las largas escenas sin apenas cortes. De hecho, exceptuando los muchos paneos que pueblan el relato, la cámara no se mueve. Está quieta, pero a la vez persiguiendo a nuestro protagonista, Lary, y a las conversaciones que todos los familiares que no dejan de venir e ir por toda la casa. Y es simplemente prodigioso lo medido del baile de personas que entran, salen, van al servicio, van a la cocina, a dormir la siesta, a abrir la puerta al cura, etc, mientras la cámara los recoge a todos anclada en una única posición por cada escena, ahorrando planos a punta pala, imprimiendo la sensación, tan del neorrealismo italiano, de que lo que se ve en pantalla es tan sólo una extensión de la realidad.

Sieranevada dura 173 minutos. Pero en serio, Puiu ha vuelto a lo más alto con esta cinta. Un portento de talento, con un punto de vista sublime (la cámara sigue en todo momento a Lary, pero en ocasiones parece cómo si no supiera donde está nuestro protagonista o por donde va a tirar este, si para la izquierda o para la derecha. Y en estos pequeños momentos la cámara deja de ser el punto de vista de Lary para ser el de un dios despistado que sin querer aprovecha para escuchar conversaciones que no escucha Lary). Todos los ingredientes están servidos para que esa reunión familiar acabe más mal que bien para nuestra diversión, mientras Lary descubre que no tiene ninguna posición asentada en una familia donde una vez muerto el patriarca, parece desintegrarse a pasos agigantados y Lary no quiere recoger la corona que pudiera ser suya por un derecho que ni entiende ni le gusta.

Maravillosa.

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