Relatos Salvajes (Damián Szifrón)

Argentina parece haberle tomado el pulso en los últimos años. Desde la recientemente estrenada en los cines españoles Fase 7, pasando por Los dueños o Ni un hombre más, son múltiples propuestas las que llegan del país sudamericano con aires de renovar y reinterpretar este género. Dentro de este panorama, Damián Szifrón ha reunido a un elenco con algunos de los intérpretes más destacados de la nación, como Ricardo Darín, Dario Grandinetti o Leo Sbaraglia a la cabeza para hacer una película de episodios unidos por un nexo en común: la pérdida de control de los personajes y su correspondiente avance hacia la barbarie.

Son seis las historias independientes que se narran en la cinta, con distintos argumentos y motivaciones: desde la agresividad al volante llevada hasta las últimas consecuencias por Sbaraglia y Walter Donado en «El más fuerte» hasta el desquicio extremo de una boda de Érica Rivas en  «Hasta que la muerte nos separe», pasando por la impotente desesperación de Ricardo Darín ante la burocracia en «Bombita»

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Los relatos, de una duración apróximada de veinte minutos cada uno, tienen un ritmo fresco, ágil, no se hacen en ningún momento pesados. Las situaciones, hipérboles de lo absurdo en muchos casos, consiguen sacar de sus casillas a los personajes de una forma totalmente comprensible. Toda la película, salvo quizá «La propuesta» (muy disfrutable con esa gran actuación de Óscar Martínez llevando la batuta) tienen un punto de brutalidad que hará las delicias de los más puristas en el cine de género. Para los demás, queda el tono tragicómico con el que se muestra como una (o dos, o tres) vidas perfectamente normales pueden cambiar por una circunstancia cotidiana del día a día.

Esa es la clave y, quizá, la cosecha del éxito del largometraje de Szifrón: Que todo son situaciones usuales. Nada parece salirse de lo normal, hasta la manera de afrontarlo de los distintos protagonistas. Consigue que cualquiera puede sentirse identificado, si no con todos, al menos con alguno de sus episodios.

Como ya hemos dicho el elenco también hace mucho. Cuesta mucho destacar algo entre tanta calidad, pero la verdad es que la manera de cerrar la película con una Érica Rivas que se va trastornando por momentos tras una dolorosa revelación el día de su propia boda es sencillamente magistral.

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La clava de Szifrón consiste en aprovechar al máximo sus recursos: salvo en «Bombita» se aprovechan al máximo espacios cerrados, lugares de donde los personajes no pueden escapar y, aunque sean pocos, la tensión interna y la ausencia de otras vías de escape aumentan la presión, como si de una especie de olla express se tratase, hasta conseguir que salgan del marco establecido de normas y convenciones y den paso a su instinto y a sus más bajas pasiones.

Puede que el hecho de acumular tantas historias cortadas por el mismo patrón termine por hacer que se vea la película de forma distinta en su final que en el comienzo: al principio uno tiene la sorpresa de lo que puede ocurrir, mientras que al final, estando claro que todo estallará de algún modo, uno solo puede suponer y especular sobre cual será, y disfrutarlo. Lo que comienza siendo una obra que mantiene en vilo al espectador acaba siendo puro de cine género realizado, eso sí, con muchos recursos, lo que redunda en una mayor calidad en todos sus aspectos.

Probablemente estemos ante la película argentina del año, una obra disfrutable por todos, irónica al tiempo que salvaje, inteligente dentro de su dureza, Szifrón consigue divertirnos llevando al límite la violencia interior que hay dentro incluso del hombre más amable.

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