Zurich (Sacha Polak)

Zurich

Nina vaga perdida por las carreteras buscando un camionero que la recoja y la lleve a un destino todavía por conocer. El motivo de semejante estado de zombie es, como pronto comprenderemos, la pérdida de su marido. Atrás quedó su época de cierta gloria como cantante. Desde entonces, Nina no tiene un rumbo claro en la vida, y ni siquiera el hecho de encontrarse con un nuevo novio parece cambiarla.

Esto es lo que expone la directora holandesa Sacha Polak en Zurich, segunda parte de un díptico sobre mujeres en descomposición física y moral que tuvo su primera parte en Hemel, ópera prima con la que la cineasta no dejó buen sabor de boca al sentirse su relato casi como un collage de escenas y no como realmente una historia conjuntada de principio a fin. Por suerte, Zurich sí está más elaborada en este sentido, dando realmente la sensación de que la directora ha trabajado bien los aspectos narrativos de la cinta; no en vano, sorprende con una alteración en el metraje que cambia la linealidad de la trama, una decisión que claramente favorece lo que aquí pretende contar.

Otra diferencia respecto a su anterior trabajo es que en Zurich la protagonista también está mucho mejor caracterizada, alcanzando un gran interés de cara a que nos impliquemos emocionalmente con sus problemas. Sin embargo, sus idas y venidas sí que son menos atractivas, habida cuenta de un desarrollo bastante más serio y no tan desgarbado como el de aquella mujer que en Hemel ofrecía algo nuevo en cada escena. Tampoco su evolución es del todo satisfactoria si tenemos en cuenta lo trabajado de la narrativa, encontrándose el motivo en una repetición de situaciones que no terminan de aportar nada nuevo para moldear la psique de Nina.

Zurich

Zurich hace gala de una fotografía algo más limpia que su predecesora, aunque el desasosegante juego de cámaras sigue presente; en Hemel, Polak trataba de manifestar el desorden moral de la protagonista a través de violentos movimientos de cámara que aquí se suavizan algo, actuando de una manera más efectiva al no ser tan descaradas sus intenciones. También es cierto que las causas del comportamiento de la mujer están mucho más claras desde el principio, siendo comprensibles por el espectador dada la gravedad del asunto, por lo que realmente la decisión resulta acertada en este punto.

Pero Zurich ostenta muchos minutos intrascendentes a pesar de la escasa hora y media de metraje, lo que da por pensar que todas las bondades que el montaje obtuvo en lo referido a la elaboración de una línea narrativa tan buenamente discontinuada, tuvo su contraparte en la falta de tijera para cortar determinadas escenas que aportan poco o nada al conjunto del film. Es aquí donde la cinta pierde toda posibilidad de explotar dramáticamente, puesto que el agobio que debería provocar la tensa situación de la protagonista se convierte en fatiga para quien está al otro lado de la pantalla.

Es una lástima que Sacha Polak no haya acabado de aprovechar esta segunda oportunidad para construir un verdadero retrato de una mujer con principios autodestructivos. Aunque con Zurich ha pulido muchos de los aspectos que más flojeaban en Hemel, la mejoría no es suficiente como para hablar de un trabajo notable. Pese al esfuerzo mostrado por la actriz Wende Snijders, una cantante de éxito en la vida real, y al buen papel que la directora holandesa le tenía preparado para interpretar, Polak no ha sabido trasladarlo con pleno acierto a la pantalla. Sobra decir, en cualquier caso, que el problema no es de la receta, sino de los ingredientes utilizados.

Zurich

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