Zhang Yimou… a examen

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¡Cuánto daño hicieron los fundadores del grupo Dogma 95! O cuanta alegría dieron, según se mire. Algunos espectadores y estudiosos del cine acabaron saturados de películas diseñadas por el mismo patrón con sus reuniones familiares y dramas extremos. Otros públicos y cinéfilos agradecieron cierto soplo de aire fresco en algunas comedias sobre idiomas y esas mismas tragedias. Aquellos postulados revolucionaron de forma inversa la imagen del cine comercial desde un cine de arte y ensayo o de difusión en salas de versión original. Sobre todo las superproducciones de acción, suspense y terror con sus cambios de planos agresivos, la cámara al hombro o en arnés con un movimiento incansable y numerosos desenfoques en pantalla. No es que se hiciera nada nuevo que no se hubiera visto desde Orson Welles, las cinematografías europeas, asiáticas, latinoamericanas o la mismísima nouvelle vague. Pero el efecto fue devastador o renovador —de nuevo, según se aprecie— para el medio cinematográfico.

El autor chino Zhang Yimou también tiene su propio film Dogma, con o sin diploma. Se trata de Keep Cool (¡Mantén la calma!) con el cual adoptó en 1997 casi todas las reglas dogmáticas. La cámara a pulso, la fotografía en color, el registro del sonido directo y sin mezclas en gran parte de su metraje. La música se escucha solo si es grabada dentro de la escena, mientras que la narración resulta ser lineal, sin saltos temporales. Por supuesto hay ausencia casi total de efectos ópticos y formato en 35 mm. Bueno, Yimou tal vez comenzase este film con esas normas pero luego se fue saltando el decálogo en varias secuencias, gracias a la inclusión de fundidos a negro, encadenados e incluso alguna imagen congelada. También añadió títulos sobreimpresionados al inicio del film y temas musicales superpuestos, ajenos al desarrollo de las escenas. Además se trata de una comedia, cuando el punto octavo prohibía expresamente los films de género.

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Comentada de este modo, Keep Cool parecería una cinta más propia de la sección Vindicare que de un estudio breve acerca del cineasta oriental, porque actualmente es un film casi olvidado en una filmografía de casi veinticinco largometrajes producidos durante treinta años, una trayectoria generosa y prolífica que ha optado en numerosas ocasiones a los premios de la Academia de Hollywood. Que también ha conseguido algunos Leones de Oro, Plata, Osos en Berlín, Espigas en Valladolid y unos cuantos galardones en otros certámenes cinematográficos. Sin embargo esta producción presenta características interesantes que la rescatan del olvido. La primera es que la acción se desarrolla en su época actual, a mediados de los años noventa, en una gran metrópoli china. Dos elementos poco comunes después de que Yimou situara sus films más prestigiosos en zonas rurales, alejadas de las capitales y durante décadas pretéritas, desde los años veinte hasta los cincuenta del siglo veinte. Tampoco disfrutamos de la interpretación de Gong Li, su actriz cómplice, ni de una mujer protagonista. La historia se centra primero en An, una chica que ha dejado a su chico y que desde el inicio es perseguida por él. El joven es un librero que —tal como dice en varias secuencias— vende libros en su puesto del mercadillo pero no los lee. Razones que explicarían sus modales rudos y un comportamiento de auténtico zoquete. Se pueden hacer apuestas antes de verla, pero es posible que la historia romántica no funcione ya que su exnovia está comprometida con un triunfador con más pinta de mafioso que de ejecutivo comercial. De todas maneras el librero está empeñado en cumplir una antigua promesa de cortarle la mano, que le hizo a dicho nuevo prometido de An. Por fortuna un administrativo de mediana edad, al que conoce accidentalmente durante una pelea, será desde su primer encuentro el sabio que lo haga entrar en razón. Cuales don Quijote y Sancho Panza, entre ambos comienza una amistad extraña y duradera.

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Aunque Zhang Yimou coescribe en pocas ocasiones los guiones que dirige, labor que deja siempre en manos de escritores profesionales, es evidente que el realizador tiene la suficiente destreza en narrativa visual para ser considerado un autor cinematográfico destacado. Tal vez sus cumbres cinematográficas sean Sorgo rojo, Semilla de crisantemo (Ju Dou) y La linterna roja, además de ser las más tempranas. En ellas manejaba los tonos cromáticos con una intensidad emocional que no se percibe habitualmente en las salas de cine. Sumado al uso de una banda de los efectos sonoros con fuerza dramática. Desde la primera vez que las vi en el cine, resuenan en mi cabeza el eco de los masajes en los pies de las damas en La linterna roja o los mecanismos artesanales para teñir las telas en Ju Dou. De aquellas imágenes Yimou mantiene como constantes de cineasta el uso del color rojo para expresar la furia en determinadas secuencias de Keep Cool. Tonos metálicos para la indiferencia. El amarillo para el flirteo. Y como argumento definitivo que conecta con sus primeras películas la venganza y la pasión, sobre todo del placer que produce devolver el castigo a sus personajes. Por el contrario, en cuanto a plasmación visual, la realización está presidida por no usar el trípode para sostener la cámara, siempre nerviosa, con panorámicas y desplazamientos veloces, secos. Parece que en muchas secuencias ha usado las colas de celuloide virgen sobrantes de sus anteriores producciones por la escasa duración de la mayor parte de los planos. Aún así el cineasta demuestra su oficio gracias al montaje acelerado pero nítido de Yuan Du. Se percibe poca destreza en la síntesis del guión, con una trama que podría haberse contado con la duración de un corto o un mediometraje y aquí se alarga en exceso. Como ejemplo vale la secuencia de media hora en el restaurante y tres temas de karaoke por medio. Y como nota curiosa al margen, el propio director actúa en una secuencia, más allá del simple cameo, con un personaje de chamarilero que resulta divertido. Por supuesto destaca el registro que hace de un país industrial emergente que se abre a un capitalismo salvaje, con los personajes vestidos de marcas textiles, probablemente de imitación, de varias multinacionales textiles.

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Después del paréntesis que supuso Keep Cool en la carrera de Zhang Yimou su filmografía alterna las obras más pequeñas e intimistas con las grandes superproducciones que lo han hecho famoso a escala comercial e internacional. Buen ejemplo es su antepenúltima producción del año 2014 Regreso a casa que ya ha sido reseñada en Cine maldito.

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