Vándalo (Hélier Cisterne)

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Una temática característica muy propia del cine francés es sin duda la de mirar con tono introspectivo hacia la adolescencia, otorgando de este modo el protagonismo a jóvenes rebeldes e inquietos a través de epopeyas que trasladan al espectador los miedos, problemas, desamores, anhelos e inocentes reivindicaciones que éstos lanzan contra sus mayores sirviendo este recurso como telón de fondo de historias que plantean una profunda reflexión del devenir social mostrado en la nación gala en diversos momentos de su historia. Son claros los ejemplos ya convertidos en monumentos de la historia del cine que responden al nombre de Cero en conducta, Los 400 golpes, La infancia desnuda, El odio, Los chicos terribles o, por poner un ejemplo contemporáneo y radicalmente opuesto a los anteriores, esos famosos Yamakasis de principios de este siglo. En esa línea de cine social con pretensiones de radiografía generacional transcurre este Vándalo, cinta dirigida en el año 2013 por Hélier Cisterne y que tenemos la oportunidad de vislumbrar en el marco del My French Film Festival de Filmin.

La película narra la historia de Cherif, un joven de origen magrebí que se divierte robando coches para de este modo evadirse de su triste realidad vital, inmersa en esa difícil etapa vital agravada por la separación de sus padres y también por su carácter tímido e introvertido. De este modo, su madre que ha rehecho su vida junto a una nueva pareja decidirá enviar a Cherif a vivir junto con su hermana y cuñado a Estrasburgo para que de este modo adquiera la disciplina ausente en su personalidad a través de la inscripción del joven en una escuela de albañilería regentada por su tío, a lo que se une el hecho de contar con el apoyo emocional de su padre que trabaja igualmente en la construcción en esa ciudad francesa (progenitor que del mismo modo ha encontrado de nuevo el amor al lado de una joven francesa embarazada de pocos meses). Sin embargo, lejos del ambiente de templanza y serenidad buscado por su madre, Cherif comprobará que su inicialmente sumiso y adoctrinado primo es en realidad miembro de una banda de grafiteros que ha inundado la ciudad con su arte pictórico siguiendo los pasos de un legendario artista urbano de personalidad desconocida que responde al seudónimo de Vándalo. De este modo, Cherif junto a su familiar y amigos pandilleros organizarán partidas nocturnas a espaldas de su familia con objeto de descubrir quien se esconde bajo el disfraz de este artista callejero. En paralelo, Cherif sentirá el primer amor al conocer a una compañera de instrucción en el taller de aprendizaje de albañilería y sufrirá los rigores que el distanciamiento y la falta de contacto afectivo ha insuflado en la relación mantenida con su padre, sin duda un extraño que pese a sus esfuerzos por acercarse a su retoño no logrará conquistar el corazón de su descendiente.

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No son por tanto la innovación y la sorpresa los ingredientes principales de una cinta que peca de convencional y poco arriesgada, ya que a pesar de las posibilidades que a priori exhibe el argumento, Cisterne opta por realizar una historia bienintencionada y algo tibia que no hurga en la herida infectada alrededor de los parámetros de la conflictividad social y cultural presente en la sociedad francesa contemporánea fruto del multiculturalismo, así como tampoco en los problemas de integración manifestados en el país europeo en las últimas décadas. En el haber del film podemos destacar la magnífica factura técnica que posee, sobre todo gracias a una espléndida fotografía de parajes taciturnos urbanos que revisten a la cinta de un halo místico y misterioso desbordante en las escenas más inspiradas que posee la película. Sin embargo, la propuesta toma una deriva sin rumbo que no termina de arrancar hacia un paisaje definido y coherente si comparamos la misma con productos de mayor empaque y calidad como la ya mencionada El odio, sin duda una obra que acometía desde el riesgo y la pasión animal la misma temática planteada en Vándalo con unos resultados infinitamente más profundos y memorables. Del mismo modo, la cinta tampoco bucea en el enigmático mundo de las pandillas grafiteras radiografiando someramente las inquietudes y lealtades de los miembros de este grupo urbano, siendo este punto un recurso estético empleado por el cineasta para incluir cierta derivada rebelde a su historia más que un paradigma incrustado en la simiente vertebral de la película.

A pesar de su buena hechura estética, de talante ciertamente académico, y de su interesante apuesta por narrar la trama con una total ausencia de prejuicios interculturales, la cinta cojea en su intento de no alzar la voz en contra del sistema, alzándose pues como una pieza rutinaria a la que le falta de forma alarmante ese alma emocional con el que conquistar el corazón del espectador. Así resulta decepcionante la ligera presencia de personajes secundarios, que pese a la abundancia de carne terminan cayendo en un pozo sin fondo que evita que su presencia inflame la historia con su temperamento. En este sentido, los personajes del padre, los tíos y también finalmente la novia de Cherif no dejan de resultar meras comparsas cuya aparición acabará desvaneciéndose en infructuosos derroteros que harán perder el interés del espectador hacia su presencia en la trama.

Por tanto, Vándalo forma parte de esas películas de revestimiento agradable que pese a ofrecer una propuesta entretenida y fácil de ver para el espectador, acaba desembocando en las orillas del olvido debido a su carencia de riesgo y su postura que descansa en los típicos tópicos del cine social protagonizado por adolescentes en detrimento de esa mirada obscena y a contracorriente que caracteriza ese cine social comprometido y políticamente incorrecto ajeno a la obsolescencia y a los efectos del paso del tiempo que tan buenos momentos nos ha hecho disfrutar a los aficionados a este tipo de subgénero.

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