The Golden Era (Ann Hui)

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A la hora de encarar el relato biográfico de una figura histórica, hay dos tendencias básicas, grosso modo, dentro del discurso cinematográfico: la más extendida, que consiste en un relato minucioso de los hechos más destacados de la vida del protagonista, y donde suele destacar el actor que lo encarna por el esfuerzo de asemejarse a esa persona, tanto físicamente como en su prosodia, sus gestos, etc. En este tipo de filmes, la calidad de la obra depende sobre todo de su guion, al mantener casi siempre una estructura de introducción, nudo y desenlace a menudo asociada al proceso de auge, caída y redención de la figura retratada (o de formación, lucha y éxito). En cuanto a la segunda clase de biopics, sus responsables, conscientes de que, en realidad, es imposible plasmar con total veracidad la vida de un ser humano a través de testimonios diversos, optan por dejar que sean sus actos y creaciones los que hablen de él. De esta manera, el espectador es libre de sacar una serie de conclusiones acerca del personaje principal o bien de asimilar una tesis concreta, construida en torno a la figura histórica en cuestión, que justifica la existencia última de la propia película. Por ello, la estricta recreación de los sucesos resulta menos importante que el dibujo de un mundo y de una psicología con intenciones políticas, artísticas y hasta filosóficas; un ejemplo claro serían los filmes que Aleksandr Sokúrov dedicó a Hitler, Lenin e Hirohito.

Huang jin shi dai (The Golden Era) de Ann Hui, producción del 2014 aún inédita en nuestras salas, tiene la rara peculiaridad de estar a caballo entre estos dos tipos de cintas. En este sentido, si bien es bastante exhaustiva y minuciosa en la narración de la breve vida de la escritora Xiao Hong (Tang Wei), sobre todo son sus obras —fragmentos de poemas, novelas, cartas, ensayos…— las que llenan los diálogos y las imágenes de la pieza. Así, sin llegar a los extremos de radicalismo formal de Mishima (1985) de Paul Schrader —ya que en la cinta de la directora china no hay ningún texto adaptado ni se resume la vida de Xia Hong en un único acto—, o de I’m Not There (2007) de Todd Haynes —que construye una antibiografía de Dylan, pues el cantante “nunca está” en la película—, con Huang jin shi dai (The Golden Era) nos sumergimos plenamente en el universo sensible y lírico de Hong mediante escenas de gran exquisitez formal que evocan la belleza, pero también el dolor, de la existencia (es inevitable pensar aquí en Malick o Yimou). Con ello, se establece un contraste entre la vida de la escritora, marcada por la sordidez y el escándalo, y el contenido de sus textos, que traslucen una sensibilidad extrema.

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Haciendo alarde de inteligencia y originalidad, Hui resume la vida de la autora con un recurso discursivo a contracorriente en esta clase de obras de ficción histórica: los personajes secundarios hablan directamente a cámara, como si de un documental se tratara, contando aquello que se omite en el relato. Lo curioso es que son ellos mismos tal y como aparecen dentro de la trama, es decir, con la misma edad y las mismas ropas; como si se “salieran” momentáneamente de la concatenación lógica de los hechos para comentárselos al espectador. De hecho, la pieza se abre con la única escena en blanco y negro de la misma, donde Xia Hong, rompiendo totalmente con la cuarta pared, se presenta al público y señala la fecha y el lugar de su nacimiento y de su muerte.

Ello en parte explica el predominio de la frontalidad en la mayoría de primeros planos y planos medios, extensiva también a los momentos de desarrollo “convencional” de los hechos. Y es que, de esta manera, Hui pretende incidir en la dualidad entre el interior y el exterior de las personas; entre aquello que “parecen ser” y lo que “son” en realidad. Así, la turbulenta vida de Hong es fruto del azar, de un mundo en crisis, tan machista como caótico, mientras que su verdadera esencia se encuentra atesorada en su universo literario. Sintomático al respecto es que se incida repetidamente en que Xiao Jun (Shaofeng Feng), la ame por su talento y no por su aspecto; o que se produzcan bruscas prolepsis que llevan al público a hacerse sistemáticamente una serie de ideas erróneas sobre lo sucedido. Las apariencias engañan.

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De ahí que en Huang jin shi dai (The Golden Era) haya una reflexión sobre el arte en general, una voluntad explícita de constatar la imposibilidad de aprehender la verdad subyacente y trascendental, por mucho que esta se nos insinúe de forma fugaz entre los árboles en flor o en un verso. No en vano, cuando la realizadora capta a su heroína en pleno proceso creativo, a menudo es mediante encuadres oblicuos, mientras que la cita de Hong que da nombre a la película incide en el contraste entre la perspectiva exterior y el sentimiento interior de la protagonista; por no mencionar la presencia de las sombras chinescas, símbolo donde los haya de contraste entre lo aparencial y lo fenomenológico.

Según lo expuesto, en consecuencia, el nuevo filme de la autora de Una vida sencilla (2011) es un portentoso retrato, lleno de admiración y melancolía, de una mujer excepcional, incomprendida por su condición femenina, por su ausencia de ideología en un momento combativo en el que los intelectuales chinos abrazaban el comunismo y por su espíritu honesto, emocional y libre. No es difícil evocar, en esta línea, algunas películas de Margarethe von Trotta, también centradas en grandes mujeres avanzadas a su tiempo, y por ello rechazadas de un modo u otro, a veces incluso de forma brutal: Rosa Luxemburgo, Hannah Arendt, Hildegard von Bingen… Sin embargo, la realizadora hongkonesa elimina el clasicismo de su obra de una forma muy diferente a como lo hace Von Trotta, pues sitúa a la audiencia en un terreno abstracto con el propósito de que la Xia Hong descrita evidencie su condición última de mera imitación. Siendo como es una de las escritoras más importantes de la China contemporánea, hacer hincapié en ello constata la enormidad de sus logros con todo en contra, así como la insondable condición del creador, abocado a su arte, simultáneamente cadena y tabla de salvación. Un filme, en definitiva, conmovedor y brillante, que logra ser sutil y contenido a pesar de las desgracias que acumula su metraje, y cuya falta de distribución en nuestras salas vuelve a ser una nueva muestra del lugar que ocupa en España la cultura.

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