Terra Formars (Takashi Miike)

Takashi Miike es uno de los cineastas japoneses que goza de mayor popularidad en España entre determinado público. Solo hay que asistir al Festival de Sitges para comprobar la legión de seguidores que asisten a los pases de sus proyectos. El director nipón también tiene tirón entre determinados sectores de la crítica, especialmente en muchos de los blogs que circulan (circulamos) por la red, que devoran su cine, pero que fallan a la hora de detener su mirada en el propio director y se centran en las obras que van llegando en oleadas a nuestro país, normalmente en el circuito festivalero patrio, lo que aleja a Miike del gran público para quedar ‘prisionero’ de las webs especializadas y la horda de fans. O al menos eso es lo que vais a detectar en esta crítica.

Desgraciadamente, Miike se ha labrado un cierto nombre como director que salta de género sin despeinarse y cuyas películas son observadas como una exagerada parodia donde destaca por encima de todo el humor y el absurdo. Atrás parecen quedar sus obras donde detenía la mirada en la yakuza o aquellas otras por las que saltó a la fama en Europa, sus películas de género. Miike lleva unos años siendo conocido por sus versiones de videojuegos y mangas, pero su filmografía es extensísima: él mismo se dio a conocer a principios de los los 90 en su país de origen por estas adaptaciones a las que vuelve ahora.

En resumen, mucha gente sigue observando al creador de Fudoh: The New generation (1996) como un extravagante divertimento y poco más, olvidando cintas como Dead or Alive II, donde un servidor no pudo reprimir las lágrimas. De igual manera, no me queda más remedio que cerrar esta breve introducción asumiendo que por mucho que me guste su cine, yo mismo me encuentro con un conocimiento bastante limitado de su carrera.

Terra Formars es la adaptación del manga de Yû Sasuga y Kenichi Tachibana, parece ser que con gran aceptación en Japón, que cuenta además con su correspondiente anime, aunque con opiniones mucho menos entusiastas al respecto por lo que he podido investigar. Miike adapta de manera bastante libre los sucesos que se narran en la obra de ciencia ficción con elementos gore y contada desde el drama, para acabar en una alocada obra al que se hecha de menos más desarrollo en los personajes.

Estamos en el siglo XXVI y la humanidad manda a Marte a un grupo de hombres y mujeres cuya finalidad es acabar con las cucarachas mutantes que pueblan el planeta para empezar la colonización. Nuestros personajes contarán además con la ayuda de un suero que les añade la fuerza de varios bichos e insectos para eliminar a sus enemigos. Sorprende el cuidado diseño de producción y los efectos especiales con los que cuenta la obra. Tras un inicio en la tierra con ecos de Blade Runner, Miike nos sitúa en el planeta rojo y comienzan las tortas como panes entre humanos y cucarachas. El gore ha sido sustituido por flujos internos tan amados por Miike (Su gran fijación al respecto siempre han sido los flujos corporales), y los combates son marca de la casa. El diseño de personajes, por lo que he podido observar, ha sido modificado respecto al original. Sí, habrá a quien le eche para atrás esos trajes más cercanos al soldado imperial sin casco de La guerra de las galaxias, manteniendo la figura del cuerpo femenina de manera exagerada, pero el propio autor hace lo mismo con las partes íntimas de los hombres en un detalle más irónico de lo que parece.

A la película le cuesta arrancar. Las primeras muertas importan bien poco al espectador, que apenas tiene una breve información sobre los personajes. La trama, como es habitual, no ya en Miike, sino en el estilo del manga que adapta, esconde mucho más de lo que parece de inicio, pero está contada de manera atropellada. Sin embargo y pesar de todo esto, la película funciona. Hay una irónica y aparentemente despreocupada mirada sobre los sucesos y el humor típico de Miike está presente.

Lo que queda es una lucha interminable contra los bichos mientras al grupo los van aplastando o cortando la cabeza con total facilidad. El género abona el terreno para esos momentos donde se revela al ser humano como elemento más peligroso para la humanidad que los propios bichos, con subtramas que nos lleva a conocer el verdadero motivo de la expedición suicida.

Terra Formars es una divertida cinta de ostias en Marte que a pesar de su inicio atropellado, no resulta cargante ni termina de agotar. Una rareza extravagante para muchos, pero la continuación de locas propuestas del autor de Yakuza Apocalypse (2015). Sin embargo, no deja de ser una lástima el poco cuidado que tiene en está ocasión con los personajes, con un protagonista que no está a la altura de lo que se espera de él. Zebraman (20o4) o su secuela pueden resultar igual de disparatadas en su planteamiento, pero tiene esos personajes protagonistas y antagonistas que tanto disfruto en su cine.

La función no termina de venirse abajo y confieso que acabó metiéndome poco a poco en la película gracias al buen hacer de Miike en las escenas de lucha, pero no creo que estemos ante el mejor Miike. Alocada, pero en está ocasión menos disparatada, la adaptación libre que ha realizado puede enfurecer a muchos de los seguidores del manga que busquen la seriedad y la violencia a raudales que esta parece prometer. Sin embargo ver una película del maestro nipón a las tantas de la noche en un cine es una experiencia a la que estamos poco acostumbrados y merece la pena.

También hay algo que me fascina en el tono de muchas de sus películas: cómo algo que podría abonarse al cine cutre sale airoso, donde no estamos ante chistes constantes donde el humor absurdo sirve para salvar la función. Hay un cierto equilibro pero a la vez contraste entre la seriedad de lo que se cuenta junto a lo alocado de las situaciones, como esos tsunamis de cucarachas que intenta engullirse el vehículo de los personajes, propulsado por uno de ellos ya que puede convertirse en un ser invertebrado que expulsa gas por la boca. No hace hincapié en lo absurdo que resulta y acaba resultando brillante.

En fin, sigue siendo una obra que no termina de borrarse en la memoria y eso es algo que siempre agradezco a Miike.

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