Stéphane Brizé… a examen

El cine ha explorado en sus más de cien años de existencia muchos aspectos de la vida cotidiana. Sería muy difícil encontrar alguna situación humana que no se haya, de alguna manera u otra, enfocado en alguna película. Pero, hay asuntos que han revestido mucha complejidad en poder representarlos a través de una escena o una actuación, como es el caso de las experiencias de personas desahuciadas y del sentimiento que aflora en un ser en los minutos o segundos antes de fallecer.

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Stéphane Brizé, un contemporáneo director y guionista francés, se atrevió a abordar estos delicados asuntos en su película Quelques heures de printemps, al mostrar la historia de una mujer anciana (Yvette Évrard) que sufre una grave enfermedad y desea morir antes de que lleguen las dolencias físicas cuando entre en su etapa terminal, situación personal que se desarrolla dentro del marco de una convivencia conflictiva que mantiene con su hijo adulto (Alain Évrard), que estuvo en prisión por más de un año y a quien le es difícil encontrar un empleo en el cual se sienta augusto. Los dos viven juntos y mantiene una relación tensa, ocasionada más por las crisis emocionales de él, que estallan en cualquier conversación que entablan. Se evidencia, pese a sus situaciones particulares, una falta de cariño y respeto entre ambos.

La película coloca en debate el tema de los derechos de las personas, específicamente los relacionados con vivir y morir con dignidad, pues se entiende que si se tiene la conciencia de elegir cómo se quiere existir, también se debería reivindicar la misma opción para dejar de hacerlo.

Brizé quiere ser genuino en este planteamiento y estructura un guion y personajes basados en elementos que le permitan sostener una historia con realismo y sensatez. En este sentido, evita artificios, muy propios y válidos en un filme de ficción, que le resten credibilidad a su propuesta argumental y reflexiva. Se aprecia un trabajo investigativo del director para establecer comportamientos humanos, representar situaciones médicas y contar los alcances de las legislaciones de algunos países que prohíben o permiten un suicidio asistido.

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Lo deductivo está muy implícito en el desarrollo argumental de la película, prácticamente todo parte de generalidades que van explicándose mientras se desarrollan los diálogos o la trama. El proceder racional de la protagonista principal (Yvette) tiene un fundamento. Ella está consciente sobre su situación, la asume con resignación, continúa viviendo su cotidianidad de manera casi normal porque ha encontrado, con la suficiente capacidad de discernimiento, una alternativa para evitar la etapa de extremo dolor físico de la enfermedad que padece. Esta conducta llega a ser sustancial para que ella pueda acceder al servicio controversial que se ofrece en Suiza de un suicidio asistido, y al cual se puede optar de manera legal, siempre y cuando, el paciente legitime esta alternativa demostrando que la tomó en una etapa de sesudez.

En este punto, Brizé evita que en la representación de la personalidad de Yvette se delaten síntomas depresivos agudos, pues estos rasgos interferirían en el trazado reflexivo que pretende alcanzar en el trayecto del filme, porque actitudes de desesperación e inconsciencia desconectaría al espectador de una determinada sensación de análisis íntimo para conducirlo por otro andarivel.

No es exagerado el paralelismo que se exhibe en el filme sobre la manera de promocionar los servicios del suicidio asistido de una Asociación suiza con los de cualquier otra mercancía. Estamos en un mundo competitivo en donde lo que prevalece es la calidad de atención, aspecto que no iba a estar alejado en los incentivos para «morir con dignidad», a través de un servicio transparente, bien organizado, con buena logística y personal acorde para la situación.

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Yvette no asume todo el protagonismo del filme, hay un eficaz contrapeso en el rol de Alain, persona con una fuerte presión psicológica interna y baja autoestima. Su trascendencia es tal en el desarrollo de la historia que merecería un análisis aparte. Él es la representación de ese hombre afectado por sus propias debilidades y por las condiciones de su entorno, que no es capaz de enfrentar una situación determinada pero tampoco sucumbe ante ella, simplemente habita y pasa su tiempo sin mayores perspectivas. Ser misterioso e indescifrable en sus sentimientos.

La entrada y final de la película son un fondo oscuro, metáfora muy delatadora de ese indescriptible vacío que puede existir en el interior de un ser humano. A lo largo de su contenido, es común la presencia de imágenes silenciosas que cuentan el paso del tiempo, la soledad y la incomunicación. Los aspectos técnicos del filme se acoplan a los objetivos del mismo. Las tomas de la cámara son casi fijas, hay austeridad en el uso de cortes y planos, todo con la firme intención de no manipular el dramatismo y dejar que el propio espectador juzgue los hechos y se adentre en una historia conmovedora.

Quelques heures de printemps logra configurar un contexto subliminal que tiene la potencialidad de colocar en el espectador una serie de dilemas muy difíciles de resolver, pues será inevitable preguntarse a uno mismo: ¿Qué haría para despedirme de alguien que nunca más volveré a ver o a saber de él porque morirá?, si me invita a una última comida un conocido que pronto fallecerá, al terminar la misma ¿Le diré solo adiós, le abrazaría, lloraría o qué haría?, si fuera la enfermera o voluntaria que asiste para un suicidio ¿Le diría a la paciente que mejor no lo haga, respetaría su decisión y le daría ánimo para que lo finiquite o únicamente le diría adiós?, si fuera familiar de la persona que está a punto de partir ¿Le confesaría algo, estallaría en llanto, le rogaría que desista de su decisión, me quedaría callado y solo le abrazaría? Tantas preguntas surgirían sin que antes hayan sido resueltas por parte de ámbitos científicos o psicólogos.

Yvette refleja en la película una vida ya sin esperanzas y que ve la opción de ubicar su cronómetro de existencia en un enorme rompecabezas, en donde la colocación de cada pieza en el tablero constituye el conteo regresivo de los minutos de su vida. Conscientemente, dejará para el final la ubicación de las tres últimas partes que completen el juego y le den la señal de que no hay marcha atrás y que ha llegado el momento de verse por última vez en el espejo, de escoger en su clóset una mudada, de realizar su maleta y de emprender un viaje final con una mirada rápida a la naturaleza y al resto de personas que irán quedando atrás. La Asociación que contrató cumplirá con los compromisos adquiridos y le ofrecerá una casa cómoda y una cama para que ella mismo, con su propia mano, beba el fármaco que le permita dormir y soñar sin opción de ver un nuevo amanecer.

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Esta película se atreve, en definitiva, a mirar ese pequeño y más significativo momento de la vida de una persona: la despedida final, aquella en la que no se sabe si se va a algún sitio desconocido o que allí se acabó todo. Ese instante en donde debe emerger del alma una especie de huracanes de angustia, ansiedad, depresión, tristeza profunda, paz, y algún otro sentimiento que solo se lo llega a sentir en esos segundos sin opción de poderlos describir. ¿Qué pensamiento vendrá a nuestra mente cuando, en un estado consciente, estemos en la antesala de la muerte? Quizás la inquietud se ubique en ese único espacio limitado de nuestros pensamientos que no puede siquiera imaginar cuál o dónde es el inicio y final del universo.

Quelques heures de printemps es una gran película que te enfrenta a un tema muy duro. El filme te hará sentir que la palabra adiós adquiere otro significado.

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