Spike Lee… a examen

La corrección política como supuesta medida represiva de ciertos sectores de la sociedad contra todo lo que quiera desafiar un irracional y exagerado “buenismo” es un tema de discusión recurrente en la política y el arte en nuestros días. El “derecho a ofender” se reivindica pero sin asumir la responsabilidad que la libertad de expresión conlleva ni las consecuencias de difundir discursos de odio contra colectivos históricamente oprimidos. Spike Lee estrenaba Bamboozled en el año 2000 partiendo de una idea aparentemente delirante. Un guionista afroamericano de un canal de televisión con problemas de audiencia decide rescatar un formato de entretenimiento —el minstrel— basado en la ridiculización de su propia comunidad, pero dándole a priori una intencionalidad satírica. Con tal de provocar una reacción fuerte que cree controversia el responsable de la cadena se muestra entusiasmado de transgredir la sensibilidad de público y crítica, amparándose en una falsa idea de reconciliación racial. Desde un punto de vista profundamente irónico y con referencias metatextuales incluyéndose a sí mismo, el director mantiene varios niveles de sátira en su crítica a la industria audiovisual estadounidense y la representación de los afroamericanos en el cine y la televisión cuestionándose en todo momento dónde está la frontera entre elaborar un discurso crítico usando los estereotipos y el perpetuar dichas ideas e iconografía de otro tiempo al reproducirlas tal cual.

Spike Lee usa cámaras mini DV para retratar a los personajes detrás de este programa de variedades de fundamentos eminentemente racistas, el proceso de conceptualización, la búsqueda de talentos para interpretar en las grabaciones, la manipulación corporativa que acaba desvirtuando por completo la idea inicial del show. La textura de la imagen es sucia y nada nítida, el montaje multicámara de los diálogos y la cámara en mano transmiten una sensación de realismo documental, de registro directo de naturalismo enervante por la perversión —y la ambigüedad moral— tan reconocible que captura. Las grabaciones del programa, en soporte de 16 mm, le otorgan a esa ficción cómica creada para emitirse por las ondas de una definición y colores refulgentes que plasman la precisión del mensaje que emerge de sus números musicales y gags. Lo que se emite por televisión es aparentemente más real que la vida misma para los espectadores, pero aún así se niega los efectos de sus mensajes en la sociedad. Como si el arte existiera aislado de cualquier relación con las condiciones materiales y culturales de quienes lo crean y lo experimentan. Descontextualizados, el lenguaje y los símbolos de otras épocas son replicados en todo tipo de soportes y asumidos por la población como parte de una identidad que no les pertenece o es directamente denigrante para muchos de ellos.

La incorrección política es el desafío de las ideas hegemónicas dentro del sistema. Reproducir comportamientos y discursos racistas, homófobos y machistas que hasta hace pocas décadas ni siquiera se cuestionaban por gran parte de los ciudadanos no es ningún tipo de transgresión sino una expresión de pura ignorancia de los procesos históricos que han llevado a nuestra sociedad hasta donde hemos llegado. En cierto momento el personaje de Jada Pinkett le lleva al que interpreta el protagonista Damon Wayans una cinta con un recopilatorio de grabaciones con ejemplos de décadas de películas, programas y series de televisión desde los tiempos del cine mudo que incorporaban los mismos estereotipos y representación nociva que él mismo incluye en su nuevo programa. La película acaba con imágenes reales, creadas por personas en otros momentos e intenciones, que deben ser tratadas en su contexto como lo que son: productos de otra época y otra sociedad. Productos que no pueden juzgarse con condescendencia y sí tratarse desde la perspectiva de una mirada actual, la de un ser humano que vive en su propia era, en la que no se puede ignorar el legado histórico, la tradición, la cultura ni la opresión sufrida por las distintas comunidades que conforman nuestra realidad a la hora de crear o expresarse.

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