Sesión doble: Viktor und Viktoria (1933) / Huellas borradas (1938)

Hoy mezclamos secciones en una apetitosa sesión doble llena de obras originales. Comenzamos con la primera versión del clásico musical Viktor und Viktoria que fue llevado a cine por primera vez en 1933 por Reinhold Schünzel. Le sigue Huellas borradas, film de Veit Harlan de 1938 que se reescribió en los 50.

 

Viktor und Viktoria (Reinhold Schünzel)

El año 1933 marca el final de la República de Weimar, bajo la que Alemania se había convertido en un referente artístico a nivel mundial en una especie de renacimiento de su música, literatura, teatro y también en su cine, que alcanzaría su mayor efervescencia hacia finales de los dorados años veinte. En esos tiempos convulsos —en los que sucede la toma de poder final de Hitler y el comienzo de la represión totalitaria nazi— acababa el sueño en que gran parte de la sociedad alemana había vivido, con el ascenso de movimientos sociales, la liberación sexual, el relajamiento moral y progreso que ayudaron al tratamiento igualitario de las disidencias sexuales o la despenalización de la prostitución. En ese contexto de la mítica cultura de los clubs y cabarets como trasfondo aparece el musical Viktor und Viktoria, del director de ascendencia judía Reinhold Schünzel. En ella vemos a la joven actriz Susanne (Renate Muller) a la que por su edad no la toman en consideración para darle trabajo en el mundo del espectáculo. Por otro lado Viktor Hempel (Hermann Thimig), un veterano actor al que descartan por su innata comicidad. La única alternativa de Viktor es disfrazarse y actuar como mujer para que sus supuestos defectos como hombre sean bien considerados. Cuando él no puede cantar por un resfriado, Susanne toma su lugar como Viktoria, haciéndose pasar por un hombre que se caracteriza de mujer sobre el escenario.

Hay dos planos secuencia en su primera media hora que marcan su intencionalidad estética en la presentación de los personajes al realizar pruebas y en su primer encuentro. Los diálogos recitados que explotan la musicalidad del idioma mantienen gran parte de las secuencias fuera de los espectáculos que vemos interpretar por parte de la talentosa y chispeante Susanne. A partir de su éxito y las relaciones sociales que construye se elabora un discurso de multitud de matices sobre la performatividad de los roles de género, cuya ambigüedad es celebrada como espectáculo pero temida fuera de ellos. Al mismo tiempo, la película tiene una mirada satírica sobre la percepción de los estereotipos de un sexo sobre el otro y la mediatización sobre uno mismo en su reproducción, según vemos a Renate Muller mimetizarse con otros hombres que la tratan como a un igual.

La farsa de la caballerosidad, el honor y los rituales masculinos de seducción se contraponen a la aparente fragilidad e inexperiencia femenina de las señoritas de bien, que mantienen a sus pretendientes con reglas de cortejo anacrónicas. Los números musicales brillan por su exotismo folclórico —al utilizar los clichés españoles del toreo y el flamenco—, pero es fuera de ellos donde Schünzel imprime un humor de gran sutileza en escenas de coreografía sencilla, pero que explotan a la perfección la expresividad de su reparto y especialmente la química de su pareja protagonista. De hecho, tanto la mímica como la elaboración de gags de comedia visual y física aparecen con una influencia todavía muy patente del legado del refinamiento escénico y formal del cine mudo. Viktor und Viktoria captura así, desde la ligereza y casi fuera de su propio tiempo, los conflictos entre los sexos cuestionando su propia naturaleza e hipocresía, con la vivencia individual de hombres y mujeres de sus identidades como única legitimación del amor y el deseo.

Escrito por Ramón Rey

 

Huellas borradas (Veit Harlan)

En 1950, Terence Fisher (quien años después se haría famoso por sus películas de terror con la productora británica Hammer) fue uno de los directores de Extraño Suceso, una cinta inglesa que narra un insólito acontecimiento que refiere a una pareja de hermanos que llegan a la Exposición Mundial de París en las décadas finales del siglo XIX.

Un año antes, el cine español ya había contado una historia parecida con Llegada de noche, del reconocido director José Antonio Nieves, con la variante de que la acción se desarrolla en Sevilla y los personajes centrales serían una madre y su hija que llegaron como turistas de Uruguay.

La característica común de ambas películas es que son ‹remakes›. Aunque parezca extraño, el film original se encuentra en la Alemania nazi, y es que en el Tercer Reich no se producían solo cintas de propaganda sino también se explotaban las tradicionales corrientes cinematográficas.

Huellas borradas, de Veit Harlan, fue estrenada en 1938 y su contenido se basó en una novela de Hans Rothe. Se trata de una obra de gran calidad artística y que logra sostener la intriga de inicio a fin, aspecto que se torna fundamental para construir una historia envolvente y casi terrorífica.

En este film, ambientado en el siglo XIX, interviene Kristina Söderbaum, que llegó a ser de las más importantes actrices del cine teutón de la etapa nazi y quien también sería esposa de Harlan. Ella interpreta a la joven Séraphine, quien visita París junto a su madre para asistir a un famoso evento internacional, que ha convocado la presencia de miles de personas colapsando el servicio de los hoteles.

La inmensa demanda de habitaciones hace que las dos mujeres se hospeden en distintos lugares en su primera noche en la Ciudad de la Luz. Al día siguiente, Séraphine irá al encuentro con su madre pero ella ha desaparecido. Pregunta su paradero a todos con quienes contactaron el día anterior, pero todos niegan haberlas visto juntas y, más bien, tratan de convencerla de que llegó sola a la capital francesa.

El suspenso es permanente en esta película, Harlan utiliza varios recursos para tejer un entramado en el que el propio espectador empezará a dudar si es real la existencia de la madre o es producto de la imaginación de Séraphine. Pero también el director alemán se las ingenia para sostener en el ambiente una maquinada confabulación que pretende ocultar un extraño secreto. Los representantes de la policía, de la justicia, de la diplomacia y hasta de la propia prensa alcanzan presencia y relevancia en esta película, porque posee un trasfondo sociológico.

Lo inexplicable se torna en un elemento sustancial de la estructura narrativa de la película. Los actores tienen credibilidad y se desenvuelven bien en una acertada puesta en escena. Huellas borradas emerge así como una producción redonda y de una fina maestría, pero la historia la ha relegado al olvido como ha hecho con casi toda la cinematográfica generada en el Tercer Reich.

Sin embargo, pese a ser creada en la época del nacionalsocialismo, en la película no se descubre que se haya colocado, de manera intencionada, algún mensaje propagandístico o político. Bien podría ser parte de un pequeño grupo de films alemanes de las décadas de 1930 y parte de la de 1940 que nada tuvieron que ver con las macabras e inaceptables ideas de Goebbels.

Lo que sí enfoca esta película, al igual que sus ‹remakes›, es lo polémico que puede tornarse la defensa de la causa común de una sociedad, en donde se justifica el sacrificar una verdad o el bienestar de una o dos personas por cuidar al resto de la gente. Incluso, en el desenlace del film se verá una actitud sorprendente de la víctima, dejando entrever un mensaje ambiguo y controversial sobre qué principios se deben defender o ante cuáles claudicar.

Escrito por Víctor Carvajal

 

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