Sesión doble: Los intrusos (1944) / La centinela (1977)

Las casas encantadas toman su lugar en nuestra sesión doble: hogares que encuentran a sus habitantes perfectos para atormentarlos sin descanso. Las elegidas son Los intrusos, dirigida por Lewis Allen en 1944 y La centinela, película de Michael Winner de 1977. Abran las puertas y vean que se esconde tras estas enigmáticas paredes.

 

Los intrusos (Lewis Allen)

los intrusos

Le debo a Martin Scorsese el descubrimiento de Los intrusos, film de talante gótico del subgénero casas encantadas realizado por Lewis Allen, dado que el mismo se encuentra entre las diez películas favoritas de terror del director neoyorquino. Agradezco a Martin su fogosa reivindicación de este clásico, ya que Los intrusos es una de las películas más singulares del cine americano de los cuarenta. Podríamos catalogar la película como un homenaje a la cinta muda El legado tenebroso (con la cual presenta numerosos puntos en común, sobre todo el uso de un fino humor negro), así como un referente para cintas posteriores basadas en casas encantadas.

Lejos del carácter negro del cine de horror de la RKO (estilo Yo anduve con un zombie o La isla de la muerte)  que intuía me iba a encontrar, Los intrusos es un melodrama romántico dotado de un oxigenador humor englobado en el cosmos de terror gótico, en el cual predominan luminosos escenarios (filmados en la costa escocesa) al mismo tiempo que hay cabida para sombrías escenas de interior con una fotografía expresionista emparentada con las obras brotadas del imaginario de Val Newton.

Del mismo modo, la película también encuentra puntos de conexión con el cine made in RKO gracias al empleo de una sugerente puesta en escena en la que la insinuación prevalece sobre los aspectos más explícitos, abrazando de esta forma el terror psicológico frente al más visceral urdido en el cine de monstruos de los años treinta.

La película comienza con la voz en off de Ray Milland que nos presenta el bucólico paisaje donde se halla la casa protagonista de la trama, tomando este recurso prestado del Rebeca de Alfred Hitchcock. Tras esta introducción, tomará efecto la fábula la cual nos narra la historia de dos hermanos (Ray Milland y Ruth Hussey) que arribarán, gracias a los traviesos juegos de su perro, a un acantilado adornado con la presencia de una impresionante mansión victoriana.

Hipnotizados por su magnificencia, la comprarán a un precio irrisoriamente bajo, pese a la advertencia del dueño de la presencia de fenómenos paranormales en la misma y los ruegos para evitar su compra de la nieta del mismo e hija de la antigua propietaria de la casa. Pronto, la pareja de hermanos descubrirá que un terrible acontecimiento tuvo lugar en la mansión en el pasado. Simultáneamente la casa cobrará vida a través de unos turbadores poltergeist que obligarán a los nuevos adquirentes a recurrir a la quiromancia con objeto de desenmascarar el misterio oculto.

Allen incluye unas inspiradoras gotas de romanticismo debido a la relación que se establece entre el personaje de Milland y la catatónica nieta del vendedor de la casa. Igualmente dota a la cinta de una atmósfera plagada de intriga gracias a la subtrama de misterio protagonizada por un siniestro personaje, Miss Holloway, ex-confidente de la madre de la novia de Milland y que esconde tras su fría fachada (de tintes lésbicos) un tenebroso secreto relacionado con la extraña muerte de la vetusta dueña.

La cinta exhibe la elegancia del cine de Paramount Pictures. No se trata por tanto de una película de serie B, sino que en cada plano luce la pulcritud técnica habitual del mítico estudio. Muy llamativos son los efectos especiales desplegados. Las apariciones espectrales son tremendamente realistas resultando visualmente muy atractivas. Mi secuencia favorita por su refrescante humor es sin duda la escena esotérica con la presencia de una tabla ouija. Cinta seminal que a pesar de sus defectos agradará a los aficionados del género.

Escrito por Rubén Redondo

 

La centinela (Michael Winner)

la centinela

Las casas encantadas son perfectas para dar protagonismo a los objetos inquietantes, superando a cualquier personaje desquiciado que habite en ellas. Todo un placer para aquellos que tras sufrir junto a la película todo tipo de chirridos y movimientos extraños, nunca encuentra su propio hogar como una apacible zona de seguridad personal.

La etapa de los setenta fue especialmente aguda en el cine al conseguir encerrar las problemáticas religiosas del bien y el mal en hogares mundanos. Posesiones, visiones, muertes o movimientos inapropiados enclaustrados en las casa de cualquier alma corrupta que desconoce su mal, donde un sacerdote con sus cánticos, libros y crucifijos debe conseguir devolver la paz y la armonía a este malsano caos. Muchos títulos con semejantes premisas han llegado al nivel de obras de culto, todos recordamos exorcistas, niños malditos y demás asfixiantes motivos para salir corriendo de casa y alejarnos de sus habitantes, pero una en especial ha pasado desapercibida a lo largo del tiempo… hasta ahora.

La centinela, película de Michael Winner que adapta la novela de Jeffrey Konvitz posee estos elementos y un ambiente desquiciado que nos transporta a lugares que uno nunca desea visitar, el infierno adherido a lo más terrenal. Una joven modelo desea disfrutar de algo de libertad ante un novio que sólo quiere casarse. Lejos de aferrarnos a una historia de amor con altibajos, la búsqueda de una nueva casa nos lleva a ese edificio con una casa enorme, bien amueblada y con un precio que no se podría despreciar listo para vivir que todo el mundo desea y que la modelo elige sin pensarlo dos veces. Un magnético hogar donde atraer a una mujer que tiene un pasado tormentoso y una dudosa forma de confrontar los problemas: la atracción es mutua y extra sensorial.

Pronto se suceden las visitas de excéntricos vecinos que sin motivo aparente se transforman en paranoicos e inverosímiles encuentros, de enriquecedora naturaleza creando situaciones voyeuristas y grotescas sin desperdicio, que poco a poco minarán el entendimiento de la joven. Winner juega con unas ensoñaciones incoherentes que modifican la realidad para sofocar la alegría de la protagonista, siempre retornando a ese ofuscante pasado y unas lámparas que maravillosamente se balancean acompañando pasos inexistentes. Estos extraños sucesos se repiten mientras se da paso a investigaciones en las que dejar cabos sueltos y los cameos de actores de renombre de todos los tiempos que aportan sus locuras a esta situación. La sombra de la iglesia, que todo lo acoge, siempre acompaña en la sombra a la protagonista, y poco a poco muta su importancia para encauzar la historia hacia una única solución posible.

Así, lo que en un principio parecía un problema de locura transitoria para una modelo que siempre huye de sus problemas, encerrando monstruos en su cabeza, se va transformando en un acoso del averno entre las paredes de ese precioso y apartado edificio, donde nadie es lo que aparenta, es más, ni siquiera tienen clara su procedencia real. Un juego de espíritus que quiere ir más allá con algunas escenas que suben el nivel rozando el gore y una liosa indagación sobre la imposición a la que la vida de Alison se ve sometida por parte de algo más poderoso que los hombres. Sin rumbo La centinela ganará a cualquier que disfrute de las rarezas escondidas en películas sin grandes aspiraciones.

Escrito por Cristina Ejarque

 

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