Sesión doble: El aficionado (1979) / War Life (2000)

Una de las mayores invitaciones a disfrutar del celuloide es el interés del cineasta por su propio trabajo. Así nace el metacine, cuando el cine habla sobre el cine, y con el estreno de lo último de Tarantino dedicamos la sesión doble a este tema con una mirada al cine europeo de mayor rango con El aficionado (Amator) de Krzysztof Kieslowski realizada en 1979 y War Life (Rat uzivo) dirigida por Darko Bajic en el año 2000.

 

El aficionado (Krzysztof Kieslowski)

«De todas las artes, el cine es para nosotros la más importante.»

Vladímir Lenin

No es de extrañar la evolución que tendría la cinematografía polaca posterior a la II Guerra Mundial, similar a la de otros países de la parte Este de la cortina de hierro, como lo fueron Checoslovaquia o Hungría, los casos más conocidos.

Entiéndase primero, la materialización de la frase expuesta anteriormente que se le atribuye a Lenin, una época de un cine fácilmente calificable dentro de lo que se conoce como Realismo socialista, cine con alto grado de censura donde el Estado controlaba en absoluto la producción de las películas, y que respondían a una motivación bastante específica.

Posterior a esto se puede pensar en una respuesta, el octubre polaco de 1956 trajo grandes cambios en el país, el cine no iba a ser la excepción, donde se deja de lado las ideas propagandistas y aparecería una nueva corriente, con cineastas como Andrzej Wajda o Andrzej Munk, este último profesor durante esta época de uno de los gestores del Cine de la inquietud moral: Krzysztof Zanussi.

Los años setenta trajeron consigo este nuevo tipo de cine, aquel enfocado en las personas, en el individuo (contrario a la colectividad presente en Realismo socialista), en la condición que un Estado socialista ya con un cuarto de siglo de existir iba dejando en las personas, es en este contexto donde aparece Krzysztof Kieslowski y Filip Mosz (Jerzy Stuhr).

En Amator se sigue a Filip Mosz (Jerzy Stuhr), un trabajador común que se ajusta sin ningún problema a la sociedad, está casado y su esposa está a punto de dar a luz, por este motivo decide ahorrar para comprar una cámara Súper 8 para filmar a su pequeña hija, para llevar un registro de su crecimiento.

Sin embargo, este simple e inocente hecho va a quedar en segundo plano (como su familia) cuando comienza a filmar su cotidianidad, sin planearlo Mosz se convierte en cineasta, además llegando a fundar un cineclub.

Muy conocida es la carrera de Kieslowski posterior al Dekalog (El decálogo, 1988), no así sus inicios en su país natal, muchos de sus primeros trabajos de corte documental se asemejan a lo que filmaba su protagonista en Amator, —un claro guiño al cine que hizo a finales de los años sesenta y durante los años setenta—, una reunión de jefes, enfocarse en un trabajador o algo tan sencillo como grabar la cotidianeidad.

El Cine dentro del cine está presente, Kieslowski lo muestra de forma sencilla, la mirada del protagonista, su cámara, sus sencillas filmaciones, más todo lo que se va construyendo a su alrededor, su molesto jefe (Stefan Czyzewski), quién fácilmente puede mostrarse con un paralelismo del Estado censor y represor mencionado anteriormente, como un homenaje a aquellos que vivieron dicha época.

Hay otro par de aspectos llamativos dentro del panorama que se presenta alrededor de una película, el primero de ellos es el de los festivales de cine, donde sin intención alguna Mosz termina compitiendo en uno amateur dedicado al “mundo laboral”, característico evento que se puede intuir dentro de un estado socialista, donde aparece el típico juez-crítico odiador.

El segundo aspecto, aún más relevante, es la aparición en el filme del director Krzysztof Zanussi, que se interpreta a sí mismo, no en vano fue aquella mención realizada sobre él como uno de los pilares del Cine de la inquietud moral, de la cuál Amator claramente es una de sus obras exponentes.

En un Q&A Zanussi ofrece reflexiones sobre el cine, que claramente no responden a algo ficticio sino a una realidad que se enmarca dentro de su contexto y sus vivencias, cambiar algo en la sociedad con sus obras, siendo realista en que un filme no va a cambiar una era, más podría enfocarse en pequeños aspectos.

El cine polaco supo responder muy bien a la represión, quizá no cambiaron una era, pero desde su trinchera lograron emerger con películas y nombres ya enmarcados en la cinematografía mundial, como los ya mencionados Munk, Wajda, Kieslowski y Zanussi, u otros como Roman Polanski, Jerzy Kawalerowicz, Aleksandr Ford o Wojciech Has.

Escrito por César Andrés Mena Torres

 

War Life (Darko Bajic)

Utilizando como base narrativa una curiosa trama metacinematográfica sobre la dificultad de un rodaje durante los bombardeos de Belgrado de 1999, Rat uzivo es en realidad una historia que pretende dibujar desde lo concreto un retrato complejo y lleno de aristas sobre el panorama social y político de la Serbia de aquella época, de su perspectiva histórica y de sus consideraciones ideológicas. Y es que, como en tantas otras obras realizadas en la antigua Yugoslavia, nos encontramos no solamente con una cinta sobre la guerra, sino, de hecho, con una película marcada profundamente por ella, que describe a una sociedad que sólo puede entenderse en su plenitud como fruto de años de convulsión y conflicto.

Es notable en ella, y parte esencial de su mensaje, la presencia del relato mediático, que refiere a la concepción del cine como herramienta de propaganda. Así, en la propia metaficción, al tratar del rodaje de una película, se ejemplifican las presiones y la censura estatal en su intento por utilizar la ficción en favor de sus intereses particulares, observando siempre para que nada se salga de lo establecido. Esto también se ve reflejado en las motivaciones de Sergej, quien ve en la realización de una cinta propagandística y exaltadora de la versión oficial una oportunidad de negocio y de asegurar la viabilidad económica de la filmación. Aunque también observamos dicho relato de fondo, tanto en su consecuencia, con las ideas políticas que expresan los personajes o en los prejuicios contra Harvey, como en su generación, a través de la manipulación de unos medios de comunicación al servicio del poder y del discurso machacón sobre la responsabilidad ciudadana y la identidad nacional.

Por lo demás, Rat uzivo destaca particularmente por ser una historia coral en la que los personajes quedan definidos y posicionados inmediatamente y con pocos trazos, pero que mantienen unas interacciones lo suficientemente naturales y orgánicas, así como un desarrollo complejo, que permite que en ningún momento se sientan como meros objetos simbólicos. El tono de la narración se presenta alegre y desenfadado, y esa ligereza contrasta con un drama que va creciendo, unas bombas que caen cada vez más cerca y una vigilancia estatal cada vez más opresiva ante el mínimo gesto de disensión. Por momentos, parece hasta frivolizar con el horror de la guerra; los personajes celebran, bromean, hablan casualmente de lo que está sucediendo a su alrededor mientras continúan a lo suyo. Pero esta situación se va volviendo más insostenible y la cinta adquiere matices más serios a medida que avanza, permitiendo que la tragedia se asome junto al humor negro y dando como resultado una historia desoladora.

En ese sentido, es particularmente empático el desarrollo de Sergej, el protagonista y avispado productor que pretende sacar ventaja de la situación de crisis. En cierto punto de la trama, pega un giro sorprendentemente brusco que cambia el tono por completo, como si hubiese despertado de un sueño, o como si, de repente, hubiese entendido la gravedad de lo que está sucediendo con todas sus consecuencias. Y ese cambio brusco, ese recordatorio de que a pesar de todo, de las fiestas y celebraciones, de las burlas, de la distensión del día a día y de esa actitud bravucona de quien se cree capaz de superarlo todo, una guerra es lo que es, una pesadilla de destrucción, muerte, terror e incertidumbre, da un matiz particularmente doloroso a esta película y hace que golpeen aún más fuerte sus compases finales.

No desmerecen en absoluto los demás personajes, cada uno a su manera representativo y a la vez con la suficiente personalidad y empaque como para sostener sus roles con convicción. Harvey, el actor estadounidense perseguido por la policía serbia que acepta participar en una película propagandística para lavar su imagen y salir de allí cuanto antes. Mileta, el agente del Gobierno que es en ocasiones amigable y divertido, pero implacable como representante de la ley y vigilando cada paso que dan en el rodaje. Tatula, el veterano nostálgico de la Yugoslavia de Tito. Aca, quien decide acudir a filas en Kosovo movido por un sentimiento de profundo patriotismo. Lola, la pragmática esposa de Sergej, harta de la inseguridad en una ciudad por la que ya no siente apego. Todos ellos representan puntos de vista y matices en esta escala reducida, que esquematiza magistralmente un contexto y conflicto mayor, sin renunciar a su crudeza ni a la complejidad de los factores implicados.

Rat uzivo es una excelente muestra de elocuencia narrativa y hábil representación satírica del panorama sociopolítico de la guerra, con unos pocos personajes unidos en torno a un proyecto común. Una joya no lo suficientemente reconocida sobre una nación castigada por la inestabilidad y la tragedia, cargada de detalles tanto de su contexto histórico como de los mecanismos que operan en éste y en cualquier conflicto bélico, y que, en último término, se muestra sumamente desencantada respecto del presente y el futuro de una sociedad manipulada y puesta en riesgo constantemente en favor de intereses políticos carentes de escrúpulos hacia sus ciudadanos. Ligera y burlesca al principio pero dura y estomagante al final, esta propuesta de Darko Bajic merece ser rescatada y reivindicada por su lucidez dentro del ya extenso catálogo de películas en torno a los conflictos balcánicos de finales del siglo pasado.

Escrito por Javier Abarca

 

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