Sesión doble: Decoder (1984) / New Rose Hotel (1998)

El ‹cyberpunk› más cinéfilo vuelve a la sesión doble con dos opciones opuestas pero complementarias como son la alemana Decoder dirigida en 1984 por el artista Muscha y una de las imprescindibles rarezas de Abel Ferrara, donde no puede faltar Willem Dafoe, New Rose Hotel, dirigida por el realizador en 1998. Pasen y vean.

 

Decoder (Muscha)

La efervescente conflictividad social en Alemania Occidental en las décadas de los setenta y ochenta del siglo XX se traslada también a su potente movimiento contracultural. De las protestas en las calles por el precio de la vivienda y la especulación inmobiliaria a las manifestaciones por las maniobras de la OTAN, pasando por los “Días del caos” de Hannover en respuesta a las intenciones de la policía de crear un registro fotográfico de punks. Todo esto se filtra —incluyendo metraje de los enfrentamientos callejeros reales del momento contra las fuerzas del orden— en las imágenes de Decoder (Muscha, 1984) y en el mismo reparto, que incluye al escritor William S. Burroughs, en cuyas obras se inspira el relato, y también a Christiane F. o Genesis P-Orridge.

Filmada en 16 mm y con la integración de pantallas de televisión, cámaras de vigilancia y grabaciones en video, el relato sigue a Jaeger (Bill Rice), un agente del gobierno encargado de perseguir la disidencia política. En el lado opuesto nos encontramos a distintos jóvenes tratando de seguir con su vida alienados por la sociedad de consumo y el capitalismo, cuyos vínculos con la presencia estadounidense se perciben en las emisiones de películas sobre la Segunda Guerra Mundial, codificada en los gráficos de videojuegos del salón arcade que frecuentan o en la mercantilización de los cuerpos de un local de exhibición pornográfica, donde se puede acceder a visualizar una buena muestra de multitud de fetiches eróticos para satisfacer cualquier tipo de deseo sexual por depravado que sea. La presentación en los créditos evoca a las imágenes de la cabecera de la serie británica The Prisoner (Patrick McGoohan & George Markstein, 1967) con Jaeger recorriendo interminables pasillos de un moderno edificio de oficinas donde desempeña su trabajo.

La atmósfera del filme es la de un presente opresivo construido a través de pequeños detalles cotidianos, con la utilización de elementos tecnológicos y de contexto social para describir la proyección de un futuro distópico. Algo muy parecido a lo que hacía Jean-Luc Godard en Alphaville (1965) mediante la dirección artística y el uso de localizaciones existentes, su arquitectura urbana y el interior de edificios de carácter deshumanizante. Esto contrasta con la aproximación expresionista de la luz y los colores de su fotografía —combinando llamativos tonos verdosos y azules, rosas y morados—.

Uno de los jóvenes (F.M. Einheit) descubre que la música ambiental de una hamburguesería —cuya disciplina laboral se presenta indistinguible a la de una instrucción militar— contiene componentes sonoros creados para controlar a la población. Intentará desarrollar un sonido que sea capaz de boicotearla distribuyendo sistemáticamente reproductores de casete en los establecimientos de cadenas similares, donde observamos a sus clientes con estilismos ‹rocker› anacrónicos propios de los años cincuenta de Estados Unidos. La narrativa de decodificación y búsqueda de neutralización del mensaje musical se incorpora junto al proceso de producción e instrumentos asociados a la electrónica industrial, que también está presente en su banda sonora. La contracultura se manifiesta así a través de la música, como un movimiento de resistencia y rebeldía capaz de identificar el absolutismo político discursivo impuesto y cualquier expresión social que sirva a sus intereses. Pero también como creadora de un mensaje disruptivo, que desestabiliza y convierte a la población a su lucha mediante el uso de la información como arma.

Escrito por Ramón Rey

 

New Rose Hotel (Abel Ferrara)

«Al acostarme junto a ti, te volviste hacia mí, despertando, y en tu aliento estaba toda la noche eléctrica de la nueva Asia, el futuro que se alzaba en ti como un fluido luminoso, borrando en mí todo salvo el momento.»

William Gibson, New Rose Hotel (1984)

William Gibson, padre del ‹cyberpunk›, escribió este relato en 1984. En él augura un futuro donde las corporaciones paulatinamente se han ido apropiando de las naciones, y en el que los individuos son valorados como si fuesen bienes susceptibles de ser adquiridos por sus capacidades intelectuales o laborales. Es interesante analizar qué tan lejos estamos de esta realidad, aunque lo que hace Abel Ferrara con este texto va por otros derroteros, ya que al igual que en su película The Blackout aquí lo que prevalece es la obsesión del protagonista X (Willem Dafoe) por la misteriosa Sandii (Asia Argento); Sandii es una joven y aparentemente ingenua italiana que es contratada por X y Fox para seducir al científico japonés Hiroshi y así convencerlo de abandonar a su familia para así poder raptarlo y venderlo a una corporación en otra nación sin dejar huellas.

A veces la cinta parece como un sueño compuesto por el diálogo de dos sujetos que divagan en una habitación, ya que de este universo tecnológico y empresarial apenas logramos percibir pinceladas distantes y casi ajenas que incluso a veces están grabadas en otro formato, y que se aparecen entre conversaciones como insertos, que parecieran productos de la imaginación o del ensueño. Especialmente crípticos y seductores serán los planos en los que se reproducen los encuentros sexuales entre Sandii y X, en los que de vez en cuando también participan otras mujeres. En este sentido se nos presenta una pasión corrompida, decadente, hiper erotizada, en la que el personaje de X será víctima de su propio afán carnal y desmedido; X es extrañamente egoísta ya que depende afectivamente de Sandii e incluso le provoca celos, pero a la vez es el que la guía por el camino de la prostitución. Se puede decir que al final lo que lo traiciona es su propio ego indeciso y venenoso.

Sandii es una ‹femme fatale› clásica, es el personaje que representa a la promesa inalcanzable del amor idílico que está viciada por el mismo contexto turbio y asfixiante en el que se desenvuelven los personajes, en el que han sido forjados y pervertidos, convertidos en unos sociópatas disonantes con cualquier noción de pureza. Esta realidad futurista y distópica no es más que el reflejo de una humanidad podrida donde los sueños son un hábitat de refugiados que huyen de un presente agrio y desesperanzador que los define, una realidad donde la única verdad reconocible, aceptable e incluso tolerable es la derrota.

Abel Ferrara es un realizador difícil de valorar, la calidad de su trabajo es irregular, dispar y difusa, muchas veces sus ideas chocan entre sí o quedan a medias pero aun con esto en sus obras logra mantener una cualidad personal, un toque egoísta y maldiciente de su figura depravada que nos permite dirigir la mirada a nuestra propia oscuridad, New Rose Hotel es uno de sus ejemplos, en los que la ciencia ficción termina siendo un recurso a la orden de su corazón malherido y contaminado.

Escrito por Nelson Samuel Galvis Torres

 

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