Río abajo, un tigre empieza con un relato que le cuenta Shubham a Júlia bajo la luz azulada de la noche. De nuevo, ella le pide que recite la historia de un tigre que lo persiguió cruzando un puente cuando volvía del colegio, en la India. Y así nos adentramos en el film, que diluye la barrera entre lo real y lo místico, como esta historia.
Júlia es de Barcelona, pero ya hace cinco años que vive en Glasgow, la capital industrial de Escocia. Shubham lleva tres años viviendo aquí, pero aún no se han conocido. Esta ciudad gris desprende un halo triste, melancólico, lo que llevó al director a querer filmarla, a retratar su presente y también su pasado, utilizando material de archivo del Archivo Nacional de Escocia. La película empieza siguiendo la corriente del río Clyde a través de planos aéreos que se entremezclan con imágenes de la Revolución Industrial; vemos la ciudad portuaria en auge y en construcción. Obreros trabajando en los astilleros que más adelante transformarán Glasgow en un importante centro de fundición y construcción naval. En un pasado difuso, se intercalan retratos de los habitantes del siglo XX, sus rostros se mezclan con rostros actuales. Expresiones que se asimilan; miradas, risas, andares. El resplandor de los ciudadanos contrasta con la atmosfera de una ciudad que ha sido víctima de la pobreza durante décadas. Un salto en el tiempo que se desvanece. De nuevo al presente, hoy en día Glasgow es la ciudad más grande de Escocia y se encuentra en constante renovación, en la línea de la mayoría de ciudades europeas. Vemos transeúntes que caminan por las calles y los puentes infinitos. Y Júlia, que parece alienada de su entorno. Se desmarca del ritmo frenético de la metrópoli, y observamos con ella su alrededor, desafiando al tiempo.
La protagonista hace más de tres años que se dedica a retratar las personas que cruzan los puentes de Glasgow con una cámara de medio formato. La mayoría de gente accede, sonríen a cámara y a la fotógrafa. Y así también sucedió en el rodaje, contó Diago sorprendido, la gente de Glasgow se dejaba filmar, agradablemente. De nuevo se mezclan documental y ficción. Volviendo a la protagonista, un día una enfermedad le arrebata parte de su vista y, en consecuencia, de su proyecto fotográfico. Pues ahora mira el presente con un ojo menos. Y así conoce a Shubham, el de la historia del tigre, con un parche de tortugas en el ojo. Y sin conocerse empiezan a quererse.
Río abajo, un tigre es una película delicada, que sigue la corriente de Júlia navegando entre el pasado y el presente; la ciudad, la memoria y el tiempo. Los pocos recursos no han impedido la producción del film, pues lo empezaron a construir hace más de tres años con un equipo de cuatro personas, una Blackmagic y amor al arte. Asimismo, esta libertad les ha permitido improvisar y seguir su intuición a la hora de buscar las imágenes que han acabado formando parte de este ‹collage›. De esta forma, el rodaje se convirtió en algo vivo, con el objetivo de crear un film con una voluntad evocadora y estimulante, como un viaje.
Por último, como dato curioso, la banda sonora original está compuesta con theremín, un instrumento electrónico que funciona a través de dos antenas y se suele usar para la música en las películas de terror y suspense. Notoria es la presencia del montaje, ámbito de dominio del director, que hilvana distintos tiempos y personajes y a su vez encapsula el film en una especie de burbuja.
Entre muchas otras cosas, es la sensibilidad de la música y el montaje de Río abajo, un tigre, que logran que la película te absorba, efectivamente, como un viaje.









