Luc Besson… a examen

Se suele decir que cuanto más identificables sean las señas de autoría de un cineasta, más reconocibles serán estas en sus primeras películas. Esto es lo que bien podría ocurrir, bajo el punto de vista de quien esto escribe, con Luc Besson y Subway, segundo largometraje del prolífico cineasta francés. Besson, que brotó en la década de los 80 como capitán de una nueva oleada de cineastas galos que parecieron llevar la cima del entretenimiento europeo en unas lindes más artísticas de las esperadas, ubicaba su film en pleno suburbio parisino sirviéndose del metro de la capital francesa como epicentro de la trama. La historia se centraba en Freddy, un ladrón de poca monta que vive junto a una comuna en plenas instalaciones metropolitanas; para ganarse la vida, lo hace de la mejor forma que sabe, ejecutando robos de diversa índole. Cuando conozca a una adinerada mujer llamada Héléna su existencia se verá algo mermada al mismo tiempo que una patrulla de policías intenten dar caza a su camaradería.

Y como algo que en mayor medida categorizaría la obra de Luc Besson, Subway supone una mezcla de tonalidades que van desde el cine de acción (el opening pasa a ser uno de los momentos destacados de la cinta, con una persecución que cuando se introduzca en plena área suburbana jamás se saldrá de ella), una fina comedia de tintes bizarros, el thriller policial y hasta rozando lo musical. A través de ello el director traza una historia no demasiado solidificada (es este aspecto quizá lo más achacable) pero con la intención de aportar una visión cinematográficamente rica a su contexto. El paseo de una serie de personajes estrambóticos y extraños a través de ese París mucho más desconocido (seguramente como caricatura del reverso social menos célebre de aquel momento en el país), sirviéndose de la propia área suburbana para ejercer unos planteamientos estéticos artísticamente ricos; todos y cada uno de los planos del film pretenden un objetivo de situación, aquí como sellada y oscura ubicación. Esto formará una extraña pero enriquecedora disonancia con el tono principal del film; un carácter ingenuo, ágil y ligero, sobre la peculiar relación que se establecerá entre el perdedor (pero aún así estoico con su estilo de vida) Freddy, bajo la piel de un decente Christopher Lambert, y una de sus víctimas, la sobornada Héléna, con una Isabelle Adjani encantadora en su papel y que robará para sí la película en algunas de sus intervenciones. Paralelamente una trama policial que a vistas del trasfondo del film parecerá anecdótica, suponiendo un plus más de extravagancia al conjunto en sí.

Convendría también destacar el trasfondo musical de Subway, no únicamente por la curiosa banda sonora compuesta por Eric Serra, si no que en su inclusión en la historia (la excéntrica banda de delincuentes aspiran a formar un grupo de música) nos regalará algunos de los personajes más pintorescos de la trama que añadirán aún más dosis de hilaridad; el raruno batería interpretado por un Jean Reno escaso en palabras (pero supliendo esto con estoicas presencias) y el bajista en idénticas lindes interpretado por el mismo Eric Serra. Pero Besson prefiere envolverlo todo en una estética perfectamente marcada que los espectadores de hoy en día rápidamente encuadrarán en esa ahora tan reivindicada década como fueron los 80. Como si una respuesta al Nueva York Pre-Giuliani se tratase (y que en el cinemabis americano de la década no regaló tantos títulos de culto) el metro parisino se dibuja con miradas cuasi arquitectónicas, haciendo pulular por él a una especie de lobo solitario en la piel de Christopher Lambert, guardapolvos incluido, como si de un personaje venido de la nouvelle vague se tratase. Todo ello auto-asimilándose Besson como un autor, emergente en otra nueva ola del cine francés, donde podríamos enlazar ahora sus filias con la diatriba establecida en el inicio de este análisis; Subway es casi un discurso de iniciación de un cineasta que durante muchas del resto de sus obras planteó, bajo unos argumentos no tan relevantes como sí podrían asimilarse, las intenciones artísticas de llevar la cinta a los límites de la inventiva visual, la riqueza cinematográfica o hasta, por qué no decirlo, la inspiración vanguardista. Todo eso podría asimilarse en Subway, un film cuya mezcolanza de matices no será del agrado de todos, pero que ejercerá de perfecta muestra de esa inspiración tan personal del cineasta francés.

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