Love (Gaspar Noé)

«Que en farem del desig ara que hem trobat l’amor?»*

El temple. Mishima—

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Una corrida vista desde el plano interior siempre implica una cierta violencia. Al fin y al cabo la imagen está desprovista de cualquier clase de emoción amorosa relacionada. Una polla como un arma que desgarra, invade, penetra y deja su marca. Un momento poderoso que sublima un acto donde el amor tiene cabida o no. Un plano con el que de alguna manera Gaspar Noé ponía en su punto de sublimación máxima a su anterior obra, Enter The Void.

Love recupera este plano descontextualizándolo y banalizándolo. El coito ya no es culminación de nada sino más bien rutina. El desgarro y la penetración ya no significan una fusión de los cuerpos sino más bien la traslación física de la rutina mecánica. Y es que de alguna manera, Love, es quizás la película más triste del realizador en cuanto recoge la descomposición sentimental de una pareja, sus consecuencias y la locura a la que arrastra a sus protagonistas.

Noé es plenamente reconocible en el film. Sus marcas, sus obsesiones formales y temáticas planean por todo el metraje manejando esencialmente su interés perpetuo en reflejar, y aquí más que nunca, la lucha entre el Eros y el Thanatos. La sensación sin embargo es que Noé quiere en este caso contar algo muy sencillo por la vía del más difícil todavía con resultados desiguales.

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Cierto es que Love tiene sus momentos. Planos, ideas donde se capta la profundidad del dolor, de la belleza o plasticidad que incluso puede tener un descenso a los infiernos. Pero resultan eso, pinceladas puntuales en medio de un descontrol absoluto de los ‹timmings›, y de la estructura. Se habla de la caótica de los recuerdos, y en este sentido se acierta plenamente al moverlos de forma cada vez más «incoherente», al mostrarlos como bucles y repeticiones un poco a modo de variaciones Goldberg sentimentales. Pero ello no es óbice para que muchas de estas iteraciones sean meras redundancias de un mensaje ya captado y sobremasticado. Como el sexo.

Aclaremos, hay mucho sexo en Love, sexo explícito y sexo fundamentalmente narrativo. Y al igual que otros aspectos de la narración cumple en demasía su objetivo, mostrar la decadencia de la relación en virtud del como se folla. Sí, follar, porque el amor es pasión y con pasión se folla. Noé pues nos lo muestra en todo su esplendor, con toda su fuerza y por ello al final acaba siendo un recurso que no apuntala sino que subraya en demasía sus intenciones.

Love no es de ninguna manera la película escándalo prometida, sencillamente muestra desde un ángulo diferente una historia que ya conocemos de memoria. De hecho es la misma historia «noediana» de siempre: sangre, lágrimas y semen como ejes vitales de la existencia. Y se aprecia el arrojo, sí, pero también queda una sensación de remix-reboot no del todo convincente. Como de agotamiento temático en la insistencia del angst juvenil. Como una pila gastada insistiendo una y otra vez en dar los últimos momentos de luz.

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*¿Qué haremos con el deseo ahora que hemos encontrado el amor?

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