Lili Horvát… a examen

Recuperar ahora el debut en el largometraje de Lili Horvát sirve para demostrar el profundo refinamiento visual, psicológico y narrativo alcanzado en Preparativos para estar juntos un periodo de tiempo desconocido (2020) por la directora, si lo comparamos con The Wednesday Child (2015). Al mismo tiempo salta a la vista que todos los cimientos de su estilo estaban ya presentes entonces en una película que se adhiere a las convenciones del cine de realismo social europeo y explicita las querencias estilísticas de las cinematografías del este, aunque reniegue del punto de vista subjetivo en tercera persona y sus característicos planos-nuca. Su ópera prima sigue a Maja (Kinga Vecsei), una joven de 19 años que vive en una casa en la periferia de Budapest en condiciones miserables. Sobrevive como puede trabajando en la limpieza del centro social cercano para recuperar la custodia de su hijo de cuatro años, que vive en el mismo orfanato donde ella creció y conoció a su pareja Krisz (Zsolt Antal), un ratero que frecuenta malas compañías y es incapaz de ver más allá del siguiente robo para seguir adelante. Una oportunidad se abre para ella cuando se entera de un programa de microcréditos para levantar negocios en la comunidad y se anima a participar con un proyecto de lavandería.

El juego de fragmentación narrativa en el montaje que nos encontramos de manera más radical en sus intenciones y elaboración en Preparativos… aquí se planta en el comienzo del relato con la protagonista dentro de un coche de policía dando declaración por unos hechos que desconocemos. Para encontrar el contraplano que resuelva el misterio de la toma inicial, que se va aproximando al rostro de la protagonista lentamente —sugiriendo una mimetización con su punto de vista dentro del filme— debemos esperar a llegar al final a través de una narración que sirve para profundizar en el personaje, su contexto socioeconómico, sus antecedentes personales y un estudio de carácter que se elabora desde la habilidad del manejo de la perspectiva de la cámara para la identificación con Kinga Vecsei. Una habilidad que deja clara la capacidad de la cineasta para acompañar a su protagonista e involucrar emocionalmente al espectador mientras resalta las contradicciones y dudas de Maja y el progreso de su relación con János (Szabolcs Thuróczy). El maduro asistente social le guía y aconseja en el camino para que sepa elegir entre una vida sin futuro y oportunidades en los márgenes de la sociedad y esta ocasión de integrarse, crear algo y responsabilizarse colectivamente junto al resto de compañeros que llevan a cabo iniciativas amparadas por el programa de emprendimiento.

Para alcanzar las inmensas posibilidades, por modestas que sean, de la libertad que provee introducirse en la sociedad con todas las responsabilidades que conlleva hacia uno mismo y los demás, Maja primero debe conocerse a si misma y exponer su verdadera identidad. En esto el asistente social János resulta clave. Le devuelve la mirada del Otro, que percibe en ella una potencialidad que nadie más parece encontrar, proporcionándole unos cuidados y afecto inesperados. La fotografía de Róbert Maly huye de creación de atmósferas evocadoras y se supedita a una imagen cercana a un naturalismo documental con colores fríos. La cámara en mano es un recurso que transmite una gran autenticidad y siempre se utiliza con una cuidadosa composición. Con sutileza aparecen elementos simbólicos tanto desde lo narrativo como lo formal a través de la aparición de objetos —fotografías y una tarjeta navideña en un espejo—, el contraste entre escenarios que presentan lo estático de un tren abandonado en una vía y el que toma en la estación para visitar a su hijo cada semana o llegar al centro comunitario. O la misma idea del espacio escénico: la reforma del local para establecer su negocio, la ventana del vagón y de su habitación que recuerda de forma consistente esa línea de fuga de su mirada y acciones guiadas por la esperanza de un mejor porvenir. Ya en su primer largometraje, Horvát establece también un fuerte vínculo entre la mirada de la cámara y el rostro para jugar con nuestra respuesta empática y la inmersión psicológica. En el rostro de Maja encontramos mucho más que ambivalencia desde la contención de la expresividad gestual de una joven que quiere pero no sabe escapar de un entorno y un pasado que amenazan con predeterminar su futuro.

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