La fortaleza (Jorge Thielen Armand)

La implicación emocional del joven director Jorge Thielen Armand en su segunda obra de ficción, La Fortaleza, queda patente al recurrir de su propio padre para dar piel a su protagonista; personaje este, con el rostro de Jorge Roque Thielen, que se inspira en sus propias vivencias cuando años atrás se fue a las Amazonas a construir un paraje turístico con la ayuda de las tribus del lugar. El rol es un epicentro bajo el que carburar una historia de caída a los infiernos, y en la que se puede encontrar una huella hereditaria de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, obra referencial en estas tramas de sumisiones a inframundos terrestres, también con sugestiones basadas en hechos pasados reales. En el caso de La Fortaleza, se nos traza a un personaje que durante el quebranto financiero de Venezuela sufre una crisis personal y familiar, por lo que decide sumirse en un viaje a esas Amazonas de retazos biográficos, con los que la película da forma a su mezcolanza entre veracidad y ficción.

El propio póster de La Fortaleza da alguna pista de los trazos bajo los que se compondrá la película, en la que vemos la cara de su personaje principal hundiéndose en las salvajes texturas de la propia selva; este es uno de los planteamientos formales con los que La Fortaleza deriva un estudio de personaje que se aleja de cierta consistencia en lo propiamente argumental, ya que su ‹leit motiv› está perfectamente marcado entre las capacidades emocionales de un hombre que va hacia la deriva de una catarsis emocional, una huida a ninguna parte en la que se descifra una especie de mirada introspectiva a la propia conducta humana; en el caso de Roque, repleta esta de negruras y bordeando una enorme opacidad hacia el sentimiento externo, se sume al propio tono impuesto por la película. En él, Thielen Armand coquetea con la cercanía del formato documental, se regodea en el carácter selvático que recrea en su composición de la imagen, y se erige en unas secuencias, instantes de enorme caída emocional para su personaje, no ajenas a un cruel sentido de lo onírico. Las valías de La Fortaleza se muestran en una confluencia entre drama y estilismo que crean el propio contorno de un personaje postrado, en caída libre hacia el abismo. Recorrido hacia el averno en el que el director envuelve cruelmente de atmósfera, especialmente en su parte final; antes, vemos a Roque con la inercia de positividad que plantea el cambio de la urbe a lo selvático, adhiriéndose a la cotidianidad del lugar e intentando amoldarse a unas nuevas costumbres. La evolución natural que sigue la película en su oscuridad ‹in crescendo› direcciona el itinerario hacia esas miserias, recuerdos que el cambio de ubicación no ha logrado dejar atrás que postran a un personaje en todo su calado emocional; el paulatino recorrido a la locura o la intransigencia psicológica, dos elementos casi entendibles como una reformulación de la citada novela de Conrad, y con unos innegables ecos del cine de Herzog.

La Fortaleza tiene una valía extra-cinematográfica tan potente como es su herencia biográfica, y el intento de la pareja creativa formada por cineasta/intérprete en sacarla adelante; no importando la ausencia de unas derivaciones argumentales herméticas, la obra se postula más como un tour de forcé de sensaciones en la búsqueda de una redención que parece que nunca llegará; o, al menos, en el sentido de cómo entendemos la liberación emocional de esta tipología de relatos, careciendo aquí de ningún retazo épico de salvación. El cariz tenebroso, rescatando la imaginería más mugrienta de la salvaje Amazonia en unas férreas construcciones audiovisuales, supone una exteriorización de las vivencias interiores de su protagonista, una huida al turbulento presente con una nostalgia inefectiva; todo relatado en una selva despiadada, y con cierto poder reflexivo hacia las inspiraciones reales de esta encarnizada narración con héroes caídos, mugre frondosa y saqueadores de oro, con la extensión anímica bajo la que se unen creador y protagonista, padre e hijo, al confeccionar en tan duras texturas cinematográficas una historia repleta de nexos biográficos.

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