La doncella – The Handmaiden (Park Chan-wook)

Sobre Park Chan-wook se puede decir bastante poco que la gente todavía no sepa. Uno de los cineastas orientales más conocidos de este siglo, incluso entre aquel público que raramente consume cine más allá del blockbuster, no necesita presentación. Su icónica trilogía de la venganza marcó su expansión a occidente, donde ya rodó una película: la extrañamente olvidada Stoker. Con un estilo marcadamente personal, su nombre señala uno de los principales motivos por los que al cine coreano se le dedica hoy día tanto o más espacio en las webs de cine que a filmografías europeas más cercanas a nuestro país.

La doncella es el último título de Chan-wook. Nos sitúa en los años 30, época en la que el país coreano estaba ocupado por fuerzas japonesas. El presunto conde Fujiwara está intentando cortejar a la rica Hideko, mujer con una personalidad alejada de lo convencional y que vive bajo el yugo del misterioso Kouzuki. Al carecer de éxito en la seducción, Fujiwara negocia un plan secreto con la joven Sookee, que entrará como doncella al servicio de la mujer. El objetivo es que la chica haga de Celestina para que Fujiwara consiga su ansiado matrimonio y acabar así haciéndose con la herencia, que posteriormente se repartirán entre ambos. Las cosas, sin embargo, no suceden exactamente como se habían planeado.

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La narración se estructura en tres relatos diferenciados por línea temporal y perspectiva. Gracias a eso tenemos la oportunidad de descubrir el entresijo argumental poco a poco y con un contexto que favorece la existencia de varios clímax en La doncella. El riesgo apreciable es que después del primer bloque hay un bajón de intensidad que no todos los espectadores sobrepasarán, pese a que el segundo relato que se inicia logra captar la atención desde el comienzo. Pero esta división también conlleva una circunstancia menos inmediata y que a la postre redundará en el único aspecto negativo del film: la tendencia a la sobreexplicación, a dejar todos los resquicios argumentales bien cosidos, cosa que a los que estamos al otro lado de la pantalla nos impide dar rienda suelta a nuestra imaginación. El guión, aunque resulta satisfactorio en líneas generales, es previsible en su recta final, por lo que son aun más innecesarios esos mascados diálogos “a lo Nolan”.

Dejando de lado este asunto, La doncella es probablemente una de las películas más bellas que se han podido ver este año. La calidez de su fotografía nos transporta en espíritu al lugar donde acaecen los hechos, nos sumerge en esa atmósfera de tensión dramática, erótica y misteriosa que surge en las habitaciones de la mansión. Chan-wook teje una red en la que es inevitable caer escena tras escena, paladeando cada fotograma como si fuera el último. Todo ello se deja notar especialmente durante los dos primeros capítulos, donde lo esperanzador y lo brutal se alternan hasta conformar una cinta frente a la que no cabe más que permanecer expectante sobre lo próximo que pueda suceder.

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Y lo que sucede al final no permite ocultar un pequeño halo de decepción por lo que esta película podría haber sido (probablemente la obra definitiva de su cineasta, al menos para un servidor) y lo que en realidad es. Como dijo algún sabio, es injusto quedarse con lo primero, así que mejor opinar en base a aquello que se ve. La doncella es, en este sentido, una notable composición artística que sabe navegar entre géneros al tiempo que no descuida el oficio de generar tensión narrativa. Un film capaz de gustar a espectadores muy diversos, fans o no de Chan-wook, y que también deja espacio para que varias de sus escenas nos salpiquen la mente al terminar de verlo. No será el producto épico que podía preverse tras la primera hora de metraje, pero aun así deja un sabor gozosamente perdurable.

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