József Nepp fue una de las figuras más importantes de la historia de la animación húngara. Con más de 40 años de trabajo a sus espaldas, creó y guionizó gran cantidad de las series animadas más reconocidas en su país natal. Su talento como director y guionista queda patente con la película que nos ocupa, una suerte de reverso negro y desencantado del clásico cuento de Blancanieves y los siete enanitos.
Snow White es una vuelta de tuerca al cuento llena de irreverencia en la que todos los personajes a su modo son odiosos, pero al mismo tiempo generan una cierta simpatía por sus carencias y los problemas que éstas les acarrean. La Blancanieves de este cuento (Hófehér o «Sin nieve») es fea, torpe e ingenua, con una fuerza sobrehumana y con tendencia a causar destrozos allá por donde pasa, el cazador es un cobarde apocado que le lame el culo a la reina por ganarse su amor, la retorcida «madrastra» convertida en reina una inútil que se deja aconsejar y al mínimo contratiempo abandona, los enanos unos conspiradores que entregarían con gusto la cabeza de Hófehér, el príncipe un mujeriego que seduce a la primera que encuentra.
Aunque realizar una versión paródica en clave de farsa de un cuento de hadas clásico parece a día de hoy una idea muy quemada, lo cierto es que esta película se eleva sin esfuerzo por encima de muchas obras del estilo. Logra crear todo un universo autónomo que no depende de la constante referencia para existir, sino que ésta casi podría observarse como un extra. Los personajes tienen una personalidad bien marcada tanto en su forma de ser como en sus relaciones y un desarrollo cuidado. Nepp crea, en ese sentido, una historia propia a raíz de su inspiración, a la que referencia en tono burlesco pero sin perder su propia identidad.
Y entre estos méritos destaca el hecho de que Snow White es, a pesar de su condición de parodia, una obra tremendamente imaginativa y esforzada en desarrollar su contexto y en utilizar los elementos de la historia original para crear algo visiblemente distinto. Ideas tan locas como la técnica del embarazo mediante el pinchazo con una aguja, personajes tan absurdos como el rey senil que pasa demasiado tiempo con las gallinas, las estrafalarias (en proceso y resultado) invenciones del científico del castillo, un personaje que merece todo un aparte. El de esta película es un guión ingenioso con ocurrencias muy meritorias que puede sorprender constantemente, que no se siente en absoluto reciclado ni atado a la fórmula y que refleja, aún con sus tonos negros y satíricos, una imaginación deslumbrante.
Pero lo que más me fascina de esta cinta es que al final deja un poso distinto al habitual. Frente al distanciamiento emocional que parecen perseguir muchas parodias, la que se nos presenta aquí es una historia sombría y deprimente, que logra enganchar en su atmósfera, y esto es especialmente meritorio en una narración que parece moverse con bastante libertad. Hay una cierta perspectiva en ella gracias a la cual, sin tomarse en serio, es observada de una forma que hace calar varios de sus momentos y generar una sensación de tristeza y derrota en ella, y que lleva la farsa hasta la última consecuencia en una suerte de final feliz que es casi un castigo.
Con todo lo ya comentado, no es difícil imaginar que la película tiene un tono y contenido bastante más accesibles a un público adulto. Lo que sorprende de ella en ese sentido es que no cae en una madurez tan inmediata e impactante como cabría esperar. No tiene escenas gráficas, apenas aparece sangre y no hay casi nada en ella que podría ofrecer, a nivel visual, algo inequívocamente inapropiado. Es de hecho hasta lúdica y aparentemente inofensiva. Pero a pesar de ello, está llena de escenas con implicaciones muy perturbadoras (ese momento del científico pidiéndole a Hófehér, aún niña, que le bese el codo), tramas y conspiraciones en una atmósfera más pesada de lo que cabría esperar, y una irreverencia que, como menciono arriba, lejos de resultar simpática adentra en un estado de ánimo más bien desalentador.
Pese a las cualidades mencionadas en términos de guión y narrativa, lo cierto es que visualmente resulta bastante más discreta. No por falta de calidad ni de recursos visuales, de hecho la animación es razonablemente fluida y los diseños de personajes y escenarios combinan bastante bien. Pero su estética y decisiones estilísticas reflejan una búsqueda de tonos apagados, una elección coherente con su propósito que funciona muy bien para generar su ambientación sobria y en ocasiones lúgubre, pero que inevitablemente no puede generar un gran atractivo o fascinación por su puesta en escena comparables con el resto de sus elementos. En cualquier caso, esta circunstancia tampoco resta a la cinta ni a su potencial en el resto de los aspectos.
Genuinamente divertida y sorprendentemente amarga, Snow White es una joya de la animación húngara que goza de gran reconocimiento en su país natal, pero que a día de hoy es escasamente transitada a nivel internacional. Su característico humor negro y su forma única de enfocar la parodia mantienen una fuerza y vigencia indiscutibles a lo largo de las décadas, y como experiencia todavía tiene la capacidad de descolocar y romper esquemas, y una identidad única que le da un carácter atemporal y la convierte en una excelente pieza animada a redescubrir y reivindicar.