Have a Nice Day (Liu Jian)

La inclusión en nuestras carteleras de cine de animación ajeno a la órbita de Disney/Pixar o al fértil terreno del anime siempre es una buena noticia. No es habitual que se cuelen obras que escapen a los reconocibles modelos dominantes de la animación contemporánea, menos aún si además van dirigidas a un público decididamente adulto. Have a Nice Day supone, pues, una pequeña anomalía dentro de la oferta animada que uno encuentra habitualmente en nuestro país. Llega, tras haber pasado por los festivales de Berlín y Annecy, con el sambenito de tarantiniana marcado a fuego en su ADN, algo que posiblemente le ha permitido ampliar mercado fuera de sus fronteras, pero que puede llevar a engaño (o a una pequeña decepción) a quien se acerque a ella pensando encontrar un sucedáneo ultraviolento del cine del autor de Kill Bill (es decir, un thriller criminal tan irónico y autoconsciente como los que firmaran Guy Ritchie y otros admiradores/imitadores de la seminal Pulp Fiction). Es cierto que la estructura episódica, el protagonismo coral, el ambiente gangsteril, la violencia recurrente y el gusto por diálogos irónicos sobre los que parece suspenderse la acción, remiten notablemente al cine de Tarantino. Ahora bien, el tono esencialmente sombrío y desencantado, el ritmo pausado y la importancia del contexto socio-económico en la trama, la distancian un poco de ese manoseado modelo y la sitúan más cerca de, por ejemplo, la reciente (y superior) The Fake, del coreano Yeon Sang-ho.

Si bien sustituye el tono casi trágico de aquella, en el que el humor estaba completamente ausente, por uno mucho más irónico y ambiguo, que a menudo deja traslucir una oscura comicidad que es uno de sus mayores alicientes, comparten ambas una pareja sensibilidad estética, si acaso con un mayor refinamiento en las formas y una mayor fluidez de movimientos en el caso de la cinta que nos ocupa, pero apostando igualmente por un diseño realista y poético donde predominan los colores planos y suaves sobre los que se va construyendo, paulatinamente, una imagen de la China actual digamos que poco turística, poco amable. Del mismo modo, la acción se desarrolla de forma pausada, entreverada de momentos de calma, incluso serenamente reflexivos, que delatan su país de procedencia. Tampoco sucumbe a la complaciente exhibición de violencia. Esta, si bien omnipresente durante todo el metraje, se queda a menudo en un segundo plano, y, cuando estalla, lo hace usualmente en off, de modo que es más habitual que presenciemos sus consecuencias que no la violencia en sí. Decisiones, todas ellas, que repercuten en la singularidad de la propuesta de Liu Jian, en el fondo más cercana al ámbito festivalero que al comercial.

En todo caso, lo más interesante de Have a Nice Day radica en su sarcástica y pesimista visión de la sociedad china, dominada por el culto al dinero, dios pagano que mueve (y enfrenta) a todos los personajes. Aunque la crítica a la deriva neocapitalista que ha tomado el país no resulta especialmente novedosa, sí se antoja estimulante el modo en el que su autor la encaja dentro del esquema de un relato ‹noir› tirando a clásico. El dinero, o más bien la necesidad de poseerlo, sustituye cualquier otra cualidad, y se extiende como una mancha de aceite sobre los diferentes personajes, a los que, lástima, les falta a menudo algo de espesor y matices para que lleguen a importarnos de verdad. Ello no obsta para que apreciemos el modo en el que el vértigo materialista contamina las relaciones entre unos y otros (el gangster y su viejo amigo, la joven presta a traicionar a su hermana, etc.). Que el origen de todo el embrollo provenga de algo tan aparentemente frívolo como una mala operación de cirugía estética aporta un toque de negra ironía al conjunto, que se definiría perfectamente en aquella conversación que mantienen los dos vigilantes sobre la naturaleza real de la libertad, que acaban asociando a la posibilidad de consumir más y mejor. Como puede verse, un retrato sangrante de la falta de valores (del derrumbe moral, si se quiere) de un país ahogado en los cantos de sirena del capitalismo, pero bajo la forma de una pequeña serie B criminal estéticamente muy atractiva aunque, quizás, excesivamente modesta para su propio bien. Sea como sea, una miniatura animada que vale la pena conocer.

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