Fauna (Nicolás Pereda)

Hay un silencio prolongado en el espacio, que es como el vacío social de un territorio en el que los habitantes son meros espectros que adornan los instantes, este lugar que nunca se nombra y que es invadido por los otros (Paco y Luisa) es el no-lugar, pero no por ser un mero espacio de tránsito, si no por representar el hábitat postizo de la ficción, el teatro enmascarado del cine donde los actores simulan realidad, y en esta realidad simulada (meta ficcional porque la misma mentira se desdobla en la segunda mitad) lo inverosímil choca de manera abrupta y tensa con la realidad (emulada) de los dos intérpretes protagónicos, probablemente con el fin de establecer desarrollo, de lidiar con el tiempo muerto; Aunque en realidad son tres los intérpretes protagónicos, pues aún hay que contar al hermano de Luisa, pero él va en segundo lugar porque al principio es como otro NPC que irrumpe en los diálogos con una lógica que apenas se justifica, está a la mano, o a la diestra de los protagonistas como otro detonante. Aunque en realidad las figuras postizas alternas (los otros avatares) se desenmascaran de vez en cuando y se tuercen forzando momentos, reacciones en los protagonistas, sentimientos de los que ellos son cómplices como si las palabras ya se hubiesen enunciado antes, y no fuesen una manifestación de sus voces, si no del texto en sus memorias, del texto que conocen y que hace parte de ellos.

Es difícil porque esta meditación del vacío, si bien parece a ratos solo entretenimiento se presta a lo largo para reflexionar sobre el discurso del autor y su verdadera necesidad de expresión, ya que dicha necesidad a veces parece ser solo un forcejeo con lo monótono, con la falta de discurso que aliene tanto al presentador como al espectador, al igual que la escena larga (y que posiblemente se hará famosa del film) en la que Paco actúa casi que a la fuerza un dialogo para tener contento a su suegro, el artista persiste en su trabajo a pesar de solo redundar en cuestiones ya sabidas y que no parecen dirigirse a ningún puerto con tal de tener contento a su público. Y hay algo liberador en todo ello, en como los personajes persisten en los absurdos, en los instantes que se suman para rellenar el cuerpo de la cinta, el crítico Raymon Caver decía (de una manera un poco exagerada) que el interés no está en lo profundo si no en lo externo, en el gesto, que lo que mueve no es la incógnita que corroe al personaje, si no la torpe humanidad que se expresa a través de un tejido vulnerable. Así el naturalismo en la actuación es lo que cautiva aun a pesar de lo inconcluso o injustificado de los distintos escenarios, la expresión actoral, que falsea lo real y que tiene el aire de algunos trabajos de un Hong Sang-Soo, aunque aquí como ya redundo no hay una realidad o significado trascendente (por lo menos a la vista en la trama).

En ultimas estamos frente al atractivo puro y duro de la expresión humana, donde la incomodidad banal ante un ambiente agresivo y alterno fuerza a los sujetos a persistir en el entretenimiento, a dilatar la tensión entre los distintos cuerpos, y es esa tensión (que posiblemente no esconde nada detrás a parte de la presión del guion por forzar lo sugerente) la que hace que los sujetos transmitan angustia y necesidad del corte en él plano. Un film curioso cuanto más que es difícil no tomarse en serio a pesar de su aparente sinsentido.

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