Entrevista a Ian de la Rosa, director y guionista de Farrucas

A pocas horas de encontrarse frente a la emoción de participar en los premios Goya con la nominación a Mejor cortometraje de ficción, conocemos a Ian de la Rosa (también conocido como Ian Garrido) a través de su cortometraje Farrucas en esta entrevista.

Pablo Vázquez: Aprovechamos esta oportunidad de conversar contigo acerca de tu cortometraje Farrucas, un trabajo que ha tenido buena suerte con el circuito de festivales, además de los premios cinematográficos como los Goya de la Academia de Cine, o los siguientes, los Gaudí, sin duda un buen recorrido para tu segundo cortometraje. Parece frívolo comenzar hablando de premios pero por el recuerdo que tengo de haber participado como parte del equipo en varios hace muchos años, el mercado del cortometraje dependía en gran parte de la exhibición a través de certámenes. ¿Piensas que ahora continúa siendo un escaparate necesario para conseguir una notoriedad o, al menos, una longevidad mayor de cada producción?

Ian de la Rosa: En pocas ocasiones los cortometrajes llegan a salas de exhibición comercial, por lo que el único camino para que llegue la público es su muestra en festivales, y ahora las plataformas. Por lo que sí, continúa siendo un escaparate más que necesario para las películas de corta duración.

P. V.: Por supuesto, en casos como el de vuestra obra, también ayudan plataformas de televisión que lo difunden entre su catálogo, junto a otras digitales como pueda ser Vimeo. Pero por razón lógica es más interesante conocer la carrera digamos física de la película desde que la editáis hasta su pase por festivales veteranos como los de Málaga, el Alcine y otros extranjeros. ¿Sabes si la inclusión en la sección de cortometrajes de Movistar y Filmin le ha dado más visibilidad, una acogida de público global y no solo de los espectadores que acuden a esos festivales, que en muchos casos pertenecen a los equipos de otros cortos presentados? Lo comento porque esta es una mejora respecto a otras épocas doradas del formato como pudo ser la segunda mitad de los años noventa.

I. R.: Sin ir más lejos muchas personas de mi alrededor han podido ver el corto gracias a que está en la plataforma de Movistar+. No todo el mundo tiene la oportunidad de asistir a festivales, y es una buena manera de que pueda llegar más lejos y a más personas. Sin embargo, no es lo mismo visionar Farrucas en la pantalla de tu portátil que en la gran pantalla. Ni Farrucas ni ninguna otra película. Es por eso que me parece primordial el acceso de los cortometrajes a las grandes salas, porque sólo ahí puedes dejarte sumergir por la historia y llegar al centro del corazón de aquello que palpita en las imágenes.

P. V.: Respecto al título del corto Farrucas, difiere del que usasteis cuando era un proyecto, entonces Farruca. ¿Tiene que ver con los avatares de la producción? En otra entrevista aclarabas que la película se rodó dos veces: ¿se debió a problemas de presupuesto o técnicos? ¿o por afán de mejorar los resultados de la primera versión?

I. R.: Farrucas se rodó dos veces por motivos técnicos. Pero desde ese primer rodaje al segundo se cambió el guion al completo, comenzando a escribir desde casi cero. Fue un proceso complejo, donde nos dimos cuenta que en el primer intento quizás ni el foco del guion ni la propia cámara estaban donde intuíamos que tenían que estar. Recuerdo estar rodando esa primera vez y comentar con las productoras que lo más interesante entre las chicas sucedía cuando decíamos corten. Eso sumado a que el rodaje no se pudo realizar al completo, dio el impulso para partir desde un lugar distinto y escribir de nuevo. Una vez acabada la posproducción, y con las perspectiva del tiempo, soy consciente de que no se hubiera podido llegar al grado de intimidad que llegamos con Farrucas sin haber pasado por Farruca.

P. V.: Es cierto que se nota una depuración narrativa y formal que recurre a lo esencial en el cortometraje definitivo, apurando algo más de quince minutos para contar una historia cotidiana de las cuatro chicas, a punto de ser adultas todas. Un relato que pasa de lo cercano a la épica de la amistad, casi como un western sentimental. ¿Tiene alguna relación con esas correcciones y mejoras? Lo pregunto en el buen sentido, aludiendo desde el punto de vista de superación, no de tratar de arreglar lo que no funcionaba, sino de mejorarlo.

I. R.: Como comento arriba, nos dimos cuenta de que el foco de la historia, y la manera de aproximarnos a las chicas y al barrio había que cambiarlo, y así lo hicimos. Farrucas ha resultado ser un proyecto nacido en el seno de Farruca, pero a la vez muy distinto a él.

P. V.: La estructura narrativa es lineal, consecutiva en la línea temporal de una tarde del cumpleaños de Fátima, que llega a la mayoría de edad. Pero se inicia con el paseo de Hadoum, muy bien focalizado por la cámara que la sigue y da pistas sobre la zona urbana en la que residen con breves pinceladas del entorno. ¿Consideras el sonido tan importante como la imagen, aunque respetas lo visual con un buen trabajo del departamento fotográfico?

I. R.: Por supuesto, el cine es imagen y sonido, excepto en algunas obras, que pueden ser puramente cinematográficas sólo con imagen o sólo con sonido, pero lo canónico desde que dejamos de hacer cine silente es que la imagen venga con sonido, y el sonido con imagen. En este sentido siento que aún me queda mucho camino a explorar respecto al sonido y a cómo sustantiva la imagen, o viceversa.

P. V.: El equilibro entre acciones de las jóvenes, cómo las describes por lo que hacen además de sus conversaciones es algo poco común en el cine de implicación social. Y en este caso no me gusta esta idea de enmarcar Farrucas en ese cine de talante social o de denuncia porque lo veo fuerte argumental y formalmente como para superar esa etiqueta. ¿Cuál era tu objetivo sobre lo que querías contar en pantalla?

I. R.: Quería que Farrucas te dejase con la boca abierta y fuese un estallido de color en el papel rasgado de la pared de una habitación a medio pintar. Y que como espectador te enamorases de Hadoum, Fátima, Sheima y Sokayna igual que lo hice yo el día que las conocí. Que entendieras sus miedos y sus ilusiones, y que pudieras pasar una tarde con ellas en la comodidad de sus risas y cantos. Así me sentí yo en las largas horas que pasé conviviendo con ellas. Quería despojar al relato de todas las capas posibles para que el centro fueran ellas. Creo que en cierta medida lo hemos conseguido.

P. V.: Personalmente veo una tentación de medios de comunicación generalistas intentando hablar de denuncia social por las condiciones marginales de El Puche —que incluso sugieres con ese travelling desde un coche durante los créditos finales—. Pero yo veo más fuerza en esa idea de una amistad entre cuatro amigas que tarde o temprano se separarán quizás, pero que seguramente no se olvidarán. También veo una evolución de la focalización individual al principio, hasta el retrato grupal. ¿Todas estas escenas y detalles están planteadas en el guión o surgen en el rodaje?

I. R.: Hay un guion que co-escribí junto a Jana Díaz, que también es co-productora del cortometraje. Todo estaba pensado y escribo en base a la observación y a la convivencia con las actrices y con el barrio. Lo único que no estaba contemplado en el guion fue ese último travelling que mencionas. Gina Ferrer, la directora de fotografía, grabó ese plano desde su móvil en una de las veces que fuimos a localizar. Me lo mostró en ese momento y algo me emocionó. Le dije que lo guardase, y más tarde encontró su lugar.

P. V.: ¿En algún momento planteaste hacer un documental en lugar de un corto de ficción?

I. R.: No. Aún así intento no pensar en términos de documental o ficción, porque me parecen muy coercitivos. En ese sentido, para mí es como pensar que somos hombres y mujeres, y que no hay nada más. Como si la identidad se pudiera meter en un cajón y delimitar con parámetros exactos. Las propias farrucas, las actrices del corto, tiene trazos de diferentes culturas, idiomas y religiones, y esa mezcla me parece preciosa. Lo mismo con los términos de documental y ficción, el concepto de lo trans va más allá de lo que entendemos como transgénero.

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