El clan (Pablo Trapero)

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Antes de empezar, enumeremos los mandamientos familiares que van un poco más allá del honrarás a tu padre y a tu madre. En primer lugar, la familia debe permanecer unida bajo cualquier concepto, ya que es lo primero; esta estará a tu lado siempre que la necesites (al contrario que con los amigos, a los que sólo podrás aferrarte en los buenos momentos y desaparecerán en los más malos); la familia de verdad es la familia cercana, padres e hijos; al formar una familia, la nueva pasa a ser tu familia, por encima de tus padres: ahora eres tú el padre y tu mujer e hijos deben ser tu círculo; no te fíes ni de tu padre.

Cuando uno ve una película, puede asimilarla y juzgarla como algo individual y disfrutar de lo que ve sin más, o puede cuestionarse lo que aporta dentro de su género y más allá de él (incluso qué te aporta a ti como persona). En El clan, estilo y ritmo se asemejan a otras cintas de temática similar como Romanzo Criminale, el inicio de Salvador (Puig Antich) o el espíritu de las de Guy Ritchie (sólo cierto espíritu). Todo empieza con música de la época, escenas trepidantes, realización de algunos actos perpetrados con aires de modernidad visual, una modernidad que se requiere hoy en día pero que nace de otras obras como Casino o hasta Ciudad de Dios. En cualquier caso, luego hay que ponerse serios y dejar claro que lo mostrado y visto tan animadamente no es lo correcto, aunque lo que hace Martin Scorsese pocos lo hacen tan, tan bien.

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El clan es un divertimento con tintes informativos, por su cariz histórico, que viene a confirmar el talento en la dirección de Pablo Trapero, aunque aquí haya llevado a cabo una obra más convencional de lo que en un primer momento cabría esperar. Desgraciadamente, estamos ante un film con gracia y desparpajo pero que recuerda irremediablemente a muchas otras cintas de mayor calado. Algo que de por sí no tiene por qué ser malo, salvo por el hecho de perder frescura a marchas forzadas. Al final lo que prevalece es la familia protagonista, la actuación de Guillermo Francella como padre de este entrañable y carnicero clan, la visión del hijo que todo lo sabe y participa, la del hijo que lo sabe y no participa, de las hijas y la madre. La cordura familiar, vaya, mostrada con bastante lucidez, ya que Trapero no se posiciona al respecto.

Y he ahí donde todo el mundo con dos ojos y un cerebro podrá aportar una opinión; una opinión sobre si habría sido más sencillo hacer un film que condenara a esa familia —a cada miembro— con un retrato menos costumbrista (en términos scorsesianos), o si la forma no está justificando el fondo (como mucha gente creía que pasaba con El lobo de Wall Street). Yo, al igual que pensé con la de Wall Street, no pienso que lo justifique, claro, ni que lo reprenda tampoco. Creo que Trapero sólo trata de aprovechar la historia verdadera que cae en sus manos para crear una película entretenida y directa, tan dura como olvidable, precisamente por no mostrar una personalidad potente más allá de su talento. Un talento que se nota en esa última escena que te hace ¡zas! En toda la boca.

Por cierto, hay que ver qué poco dura la reclusión perpetua en Argentina y lo que se parece Guillermo Francella a Jeff Goldblum con el pelo cano. Y lo mucho que ha crecido desde Corazón de León

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