Bienvenido Mr. Banksy (Carlos A. Quirós)

Cuando uno empieza a ver Bienvenido Mr. Banksy, sobre todo a partir del primer tercio del documental, no puede evitar acordarse de ese amigo del instituto muy pillado de una chica con la que no ha hablado nunca. En ese periodo de la vida son cosas que pueden pasar con más frecuencia, porque es más fácil caer en las pajas mentales y en cierta obsesión por la persona que sirve de excusa para construir un hogar, una familia y un periodo de su vida que ni existe ni se puede imaginar realmente. Me acuerdo de eso porque, entre otras cosas, hay un paralelismo entre lo que le pasa al protagonista de Bienvenido Mr. Banksy —el artista gallego Eduardo Hermida— con lo que le pasaba a ese amigo enamorado. Ambos quieren creer, ambos ven señales en cualquier interacción —a menudo buscada por él para llegar a conocer y atraer a su ideal— y, por encima de todo, dan vueltas sobre todo tipo de lógicas posibles para comprender qué significa y cuánto de verdad y sueños hay en ellas.

Bienvenido Mr. Banksy es la película con la que el director Carlos A. Quirós nos invita a seguir este proceso personal a una escala mayor, a lo largo de más de 4 años, convirtiéndose en uno de esos amigos que escucha, apoya y, dentro de sus limitaciones, busca la opinión ajena para aconsejar sin dar consejos. Este proceso tiene como punto de partida un llamamiento a nivel mundial que hizo el barrio de Canido en Ferrol a finales de 2017 para que Banksy —el artista urbano que ha jugado siempre con su anonimato hasta el punto de pensar en él como un colectivo— participara en su festival Las Meninas de Canido, siendo una de las principales figuras de esta iniciativa el ya mencionado Eduardo Hermida, aunque en este caso bastante apoyado por el equipo creativo de la cerveza 1906 que, mostrando su marca en la fachada de una vivienda, ofrecía ese espacio para la creatividad de Banksy. De ahí en adelante, veremos a Hermida, a veces acompañado, a veces en soledad, intentando desentrañar si, detrás de cada nueva obra aparecida con la firma de Banksy, hay una obra de Banksy de verdad.

Resulta curioso, dado todo el tiempo transcurrido y las situaciones que se dan en estos años, no solo la duda constante sobre la autoría o no de dichas obras (pues al final es algo con lo que juega el propio Banksy y cuya idea permite romper con esa posibilidad o darla como buena), sino la propia evolución del barrio, de la propuesta y, en última instancia, la evolución de un hombre que, como artista, ha pasado de ser el principal promotor de una obra colectiva para reactivar la zona envejecida de su ciudad, a ser un hombre asociado a la obra de otro, o a la supuesta obra de otro, hasta el punto de ser el principal responsable de confirmar su validez. Es decir, a ser siempre el protagonista de cualquier resultado u opinión. Si alguien usa esa fachada para trolear, lo trolean a él, si alguien crítica la promoción de una cerveza, lo critican a él, si aparece una pintura con firma de Banksy, lo ilusionan y torturan a él.

Y he aquí el gran acierto para mí de Bienvenido Mr. Banksy. El trayecto de tantos años, resumido en menos de hora y media, sirve para reflexionar sobre el proceso de creación en el arte, en especial en la figura de su protagonista, pero también sobre la autoría en sí, la exposición y pertenencia de las obras de arte, y muchas cuestiones asociadas al arte en sí mismo (desde el actual al del pasado). Y, en ese sentido, destaca la reflexión sobre el papel de los mecenas (aunque no paguen a los artistas) —en este caso los creativos de la marca 1906 y el presupuesto de Estrella Galicia destinado a promover la iniciativa en medio mundo— en el arte, y cómo en este caso lo que importa es que quede presencia de su nombre junto al del artista, sea este el autor de la obra, un sosias o una serie de personas siendo parte de una acción de ‹marketing›. Por eso la importancia de todo el proceso a lo largo de los años, desde la idea al “mecenazgo” (porque allí nadie vio un duro, creo), desde la esencia de la obra como propósito estético o social a la respuesta que ofrece el público al que va dirigida, desde esa respuesta —también de los críticos profesionales— a la asimilación del autor. Un viaje.

En este sentido, resulta especialmente gracioso ver cómo convive Hermida con cada nueva situación, sobre todo cuando hacia el final parece estar a punto de renegar del propio Banksy, después de haberse dedicado varios años a desentrañar, primero con bastante credulidad, luego con menos, si el autor de varias obras en fachadas de la ciudad era el susodicho artista, colectivo o grupo de artistas detrás del nombre. O si importaba que lo fuera, claro. En definitiva, Bienvenido Mr. Banksy es el sueño de un hombre y su espacio, a pesar de comenzar llevando a cabo una acción internacional, porque prácticamente acaba soñando con quedarse en el barrio, siendo capaz de superar la mayoría de las circunstancias por las que ha pasado, salvo la del crítico de arte, porque es hablar de él y se va calentando. No por ser habitual, la idea de esa distancia entre artista y crítico deja de ser divertida vista desde fuera.

Porque, como cuando por fin tu amigo se decide a hablar claro con la chica que le gusta y esta le dice que no hay nada que hacer, al final siempre quedan las risas y el aprendizaje interno que supone darse cuenta de que a veces se es un poco ingenuo y las personas son personas ajenas a ti, y por tanto tu obsesión por ellas no tiene por qué verse recompensada o ser recíproca… Y, por supuesto, el amigo era yo.

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