El escritor de un país sin librerías (Marc Serena)

No deja de ser curioso como un título puede ser tan metafórico como certero en la descripción de un estado de las cosas. En el caso que nos ocupa, El escritor de un país sin librerías, ya no es tanto la literalidad del hecho sino de cómo consigue describir el páramo cultural, político y social de Guinea Ecuatorial.

Esta es una historia de un exilio, de una fuga reflexiva que sirve para descubrir el viaje hacia la consciencia propia de su protagonista, Juan Tomás Ávila, pero también del mundo que le rodea. Un rostro, un cuerpo, filmado muy de cerca que transmite por momentos más tristeza y pesadumbre que la voz en off que nos acompaña.

Porque sí, esto va de cómo el colonialismo, en este caso el español en Guinea Ecuatorial (aunque bien podría extrapolarse a cualquier lugar), ejerce un proceso de anulación de lo local, de obliteración de la propia identidad en todos los aspectos y de una sustitución que permanece más allá de la mal llamada descolonización.

Efectivamente lo que el film de Marc Serena nos muestra es, mediante una arriesgada incursión en un lugar donde los derechos humanos no existen, no sólo la miseria o la ausencia de perspectivas en un país, sino de cómo el colonialismo se encargó de vaciarlo de autoconciencia y lo rellenó de corrupción, sumisión y obediencia ciega un tirano como Obiang.

Es evidente que este es un documental valioso (y valeroso) en cuanto a su función de poner de relieve una realidad que sencillamente nunca se explica en la historiografía oficial española (y cuya connivencia con el dictador se oculta actualmente), y lo hace con una combinación bastante acertada de seguimiento del protagonista con imágenes de archivo que ponen contexto.

Sin embargo hay algunos aspectos que parecen más enfatizados que otros. Si bien hay una explicación muy detallada de la infancia del protagonista que funciona perfectamente como metáfora del nacimiento de una nación truncada, se echa de menos una voluntad más universal del fenómeno. Cierto es que se puede extrapolar a poco que se reflexione, pero la invitación no está ahí, quedándose solo en un episodio, grave, pero local.

Por otro lado resulta muy acertado el retrato casi mudo de la manipulación de los medios para llegar al estado de dominación por culto al líder contrastado con una cierta necesidad verborreica en otros momentos que quizás deberían estar más sujetos a un silencio contemplativo, a dejar respirar la poética de las imágenes.

Aun así, El escritor de un país sin librerías, se configura como un film denuncia necesario. No solo por visibilizar un conflicto ocultado a la opinión pública sino por poner de manifiesto que dicho conflicto no necesita de imágenes sangrientas o explosiones de violencia más o menos explícitas. La represión pues, pasa a ser sujeto de rutina diaria, de vacío existencial, de lucha cotidiana por la supervivencia. Y frente a ello la resistencia de la cultura, de la voz que no quiere ser silenciada, de la rebeldía de no hablar el idioma del colonizador, de la mirada de Juan Tomás Ávila que nos interpela con tristeza pero con la firmeza del que no va abandonar la lucha.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *