La nueva propuesta de Leos Carax la arranca una coreografía que coquetea con el metacine y nos da una maravillosa bienvenida a Annette; un musical tan enternecedor y sombrío como los personajes que lo acompañan, Ann Desfranoux y Henry McHenry —interpretados por una
deslumbrante Marion Cotillard y un colosal Adam Driver—.
Ann es una dulce y dilecta cantante de ópera, Henry un aclamado comediante. Su unión es antagónica; sin embargo, hasta que su posición profesional no empieza a descompensarse significativamente, la naturaleza inexplicable de su amor nos parece de lo más bella y honesta. Confiamos en el equilibrio de sus contradictorias ocupaciones dentro del mundo del espectáculo y en la compatibilidad de sus carácteres, pero en el momento en que la carrera de Henry empieza a deteriorarse, su relación se descompone por completo y su presencia repleta de resentimiento se torna inquietante frente a la genuidad de Ann.
La oscuridad se abre camino vigorosamente e incluso deja su estela en el propio rostro de Henry, en forma de un hemangioma que se extiende al mismo ritmo. Él, torturado por la convicción de no merecer a su mujer y de no estar a su altura, se enmaraña en una sucesión de delitos y transforma el film en una tragedia acongojante. Después de hacernos deslizar gentilmente por la melodía de We love each other so much, descubrimos, ásperamente, cómo se desintegra el amor si permite que el ego lo penetre. Y es terminal. Así, Henry se apodera de la película, que no solo apunta con determinación a cuestiones como la violencia de género o la codicia, sino que coordina un discurso sumamente amplio, articulado con la solidez y el dramatismo propios de la ópera que, frente a la fugacidad de la cultura popular, condena al personaje interpretado por Adam Driver a la degradación absoluta.
Esta majestuosidad también opera sobre la composición de las escenas; especialmente destaca un plano secuencia que goza de una cámara extremadamente flexible y enérgica orquestada por el acompañante de Ann —interpretado por Simon Helberg—, un personaje que permanece en la sombra de la persona a la que ama y, a diferencia de Henry, resiste en ella.
Vivir como un tirano es factible porque el mundo lo permite. Esta realidad envuelve a Annette, cuya figura oscila entre el papel de una víctima y el de una heroína de papel maché que, tras poner fin a los abusos y artificios de su padre, recupera su corporeidad y con ella, aunque tétricamente, la vida.
Es indispensable mencionar la extraordinaria y brillante banda sonora, compuesta por Sparks, que eleva la película a una experiencia catártica y que retiene la tragedia bajo un halo de delicadeza y preciosidad. El resultado es la ruptura de la conclusión emocional; no hallamos un sentimiento excluyente respecto al film y lo que nos cuenta, porque este lo dinamita y evita a toda costa. De esta manera, permanecemos en las butacas condenados a una provocación incesable: al más auténtico deleite y a una enorme conmoción.
Me encantan las expresiones y combinación de frases para situarnos a los que no hemos tenido oportuno dad de ver la película, espero ansioso.