El nuevo nuevo testamento (Jaco Van Dormael)

No somos pocos los amantes del cine que quedamos maravillados con Las vidas posibles de Mr. Nobody, una cinta belga (rodada en inglés, con reparto internacional y 37 millones de presupuesto, todo sea dicho) que manejaba a la perfección un cóctel de drama y ciencia ficción cuya impecable puesta en escena propiciaba una catarata de mensajes sobre la vida y la muerte realmente conmovedores. Jaco Van Dormael fue el responsable de aquel trabajo, un tipo al que ya se le conocía previamente en el circuito internacional gracias a cintas como Toto, el héroe o El octavo día, pero que con la obra protagonizada por Jared Leto dio un salto de fama y calidad

Partiendo de ciertas bases ya vistas en Las vidas posibles de Mr. Nobody pero siguiendo caminos similares, Van Dormael dirige y escribe El nuevo nuevo testamento (Le tout nouveau testament), una película que imagina un Dios terrenal, con barriga cervecera, muy malas pulgas y residente en Bruselas. Gracias a un ordenador, es capaz de controlar a su gusto todo lo que sucede en el mundo, desde las catástrofes a las alegrías pasando por esas pequeñas cosas que siempre se han llamado Ley de Murphy (“la tostada siempre caerá por el lado de la mermelada” y sucedáneos). Pero lo que no puede controlar Dios es a su propia familia. La esposa hace lo que puede por soportarle, pero su espabilada hija Ea se harta del todopoderoso y decide enviar a cada ser humano su fecha de defunción, algo que colapsará la rutina de todo el planeta y la del propio Dios, partiendo la pequeña a continuación en busca de varios apóstoles que le ayudan a reformular otro nuevo testamento.

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La trama posee un evidente toque cachondo y, por fortuna, Van Dormael prefiere desarrollarla como tal durante los primeros minutos. Hasta que Ea se rebela contra su padre, el cineasta belga no duda en ofrecer, incluso desde un punto de vista forma, una concatenación de situaciones cómicas que gozan de una gracia particular. Este humor con apariencia absurda pero relleno de inteligencia le viene que ni pintado a Benoît Poelvoorde, actor ya veterano en la comedia francófona y que aquí demuestra estar a la altura en un papel que, por otra parte, tampoco requería un esfuerzo heroico.

Todo cambia con ese giro argumental con el que comienza la verdadera razón de ser de la película. El registro cómico no desaparece en su totalidad, pero sí deja paso evidente a algo más visceral. Van Dormael propone en El nuevo nuevo testamento una disección sobre cómo los seres humanos somos capaces de tirar nuestro tiempo por la borda, desperdiciando ocasiones para hacer lo que nos gusta y estar con la gente que queremos, mintiéndonos a nosotros mismos, como si pudiéramos gozar de una segunda vida para obrar de una manera distinta a la que no nos hemos atrevido en la primera. Una teoría que ya puso en práctica en Las vidas posibles de Mr. Nobody, si bien en esta ocasión el director opta por despersonalizarla de un solo individuo y rehúye de todo lo que hacía compleja a aquella; una opción que, en consecuencia, la desprende de la profundidad de su mensaje y cercena la inmensa emotividad que desprendía.

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Van Dormael está a punto de perderse en el laberinto de personajes y situaciones que él mismo crea. Por fortuna, su facilidad para lograr que empaticemos con los entrañables personajes que desfilan por sus películas hace que El nuevo nuevo testamento resista el envite y, aunque no llegue a las cotas de calidad presentes en su obra magna, ofrezca una grata y atractiva disección sobre uno de los principales defectos inherentes a casi todo ser humano. Jamás el visionado de una película que combine unas intenciones tan excelentes con un producto que en su conjunto se hace ameno podrá calificarse de innecesario, una circunstancia que perfectamente se puede aplicar a esta cinta por más que existan diversos altibajos a lo largo de la misma.

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