Tres veranos (Sandra Kogut)

Las tragedias no necesariamente tienen que ser tan devastadoras como uno esperaría. La voluntad creativa del que tiene ánimo para vivir puede sobreponerse a los escenarios funestos si afronta la realidad con humildad, y con el disfrute de lo pequeño, con la capacidad de poner la meta en el día a día, y el valor de los vínculos en las interacciones mundanas. Así, en la sonrisa cándida y vigorosa de la señora Madá, o en su tez mestiza color panela, no hay lugar para la soledad ni el duelo, ya que ella y sus compañeros salen de cada adversidad con la rutina del superviviente, de aquel que desde siempre ha estado acostumbrado a ganar cada día, y por lo mismo conoce bien como sobrellevar las penas.

La mirada hacia las clases marginadas es una constante en el cine reciente, pero valdría la pena cuestionarse si estas realidades deben identificarse necesariamente como negativas, o si por el contrario no pueden ser más bien la base para desarrollar una nueva moral que devuelva y realce la virtud de los pequeños logros, y es que la cinta pone esto en contraste, porque tanto Madá como sus patrones pertenecen a dos realidades distintas que habitan en el mismo espacio en el cual si bien la familia burguesa lleva una vida de lujos, viajes e interesantes experiencias, sostienen este ritmo gracias a los negocios ilícitos del señor de la casa, situación un tanto cliché pero verosímil en el marco latinoamericano. La mentira no dura mucho (al menos en la cinta) y el segundo verano llegará el desengaño, momento en que arribará la ley a la casa y se descubrirán los asuntos que el patrón no supo esconder, y si bien esto inicialmente toma por sorpresa a los empleados (y también los pone en riesgo de estar entre rejas), los mismos tardan poco en adaptarse y hasta aprovecharse de la desaparición de su jefe, porque ante el abuso no hay honor, y el clima fresco y caribeño de la mansión no está para desaprovecharse.

A Regina Casé el papel de madre latina le queda perfecto, sabe encarnar una moral honesta pero desprevenida, y una actitud fogosa y llena de sazón, que hacen que en todo momento cada inconveniente pierda peso y pareciese que lo malo que pasa no es más que otra curiosidad cotidiana de su vida. La cinta la pone en el centro desde una perspectiva realista, se toma su tiempo para dejarnos entrar en contacto con sus gestos, forjando una mirada cercana del personaje alrededor del que todos circulan, porque tanto los patrones como los empleados son casi intrusos o sujetos secundarios rodeando su vida, y esto no se traduce en una postura ególatra o individualista del relato, sino que por el contrario nos permite ver cómo afectan y enriquecen dichas relaciones al carisma de Madá.

Quizás el tercer acto es el punto flojo de la cinta, donde se revela de improviso un suceso funesto perjudicial para la vida de Madá hace ya años, y que, si bien es un momento importante para el personaje, se siente un poco salido de la nada. También se podría achacar a la cinta el no permitir que los inconvenientes que afronta el personaje se sufran con mayor potencia, pero quizás este es solo un prejuicio fundamentado en la idea de que el arte dramático está hecho para acercarnos a grandes tragedias y dilemas, y por lo mismo puede causar decepción el ver cómo la vida rápido toma ritmo aun a pesar de las penurias, y triunfa ante ellas con aparente facilidad, pero estas también son verdades en el mundo y deben ser tomadas en cuenta.

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