The Kings of Summer (Jordan Vogt-Roberts)

Siempre se agradece ver una película basada en el entorno natural. Principalmente porque ese ambiente favorece el silencio, la tranquilidad, y por mucho que la película pueda resultar intrascendente, su calma y su quietud favorecerán el clima ideal para echar una cabezadita. Es de suponer que esta reacción se debe a que el estímulo visual de los bosques, unido a la fauna que se escucha en la lejanía, provocan una reminiscencia respecto de los documentales de La2, consabido acompañamiento de miles de españoles para su siesta vespertina.

Por fortuna, no es algo que suceda con The Kings of Summer, debut en la pantalla grande del estadounidense Jordan Vogt-Roberts (se dice que él puede ser el encargado de la adaptación cinematográfica del videojuego Metal Gear Solid), que aquí nos ofrece un detallado relato sobre cómo tres chavales, hartos del clima que se vive en sus respectivos hogares, deciden construirse una casa en medio de la nada, sin permisos de construcción ni burocracias similares, simplemente cogiendo herramientas de aquí o de allá, camiseta al hombro y a trabajar de sol a sol. Hay quien no ha dudado en ver en este planteamiento un pequeño homenaje a Cuenta conmigo (Stand by me, 1986, Rob Reiner), aunque los más aprensivos a la hora de comparar películas preferimos analizar esta obra en su singularidad y no como consecuencia subyacente del impacto nostálgico que provocó la mencionada película en la década ochentera.

Lo que está claro es que The Kings of Summer posee un evidente magnetismo desde el principio, cosa que no era fácil si tenemos en cuenta la complicada personalidad de sus tres protagonistas. En principio, el principal sería Joe, un adolescente que todavía no ha superado la muerte de su madre y que mantiene una tensa relación con su padre, algo que ni siquiera su hermana (personaje intrascendente, pero lo interpreta la hermosa Allison Brie y era menester nombrarlo por algún lado) puede arreglar. Un tipo que sería perfectamente abofeteable si no fuera porque su padre lo es todavía más; acierto del guionista Chris Galletta (cookie) a la hora de permitir al espectador tal vía de escape. Cosa similar ocurre con Patrick, aunque en este caso el chaval es bastante más cabal. En su caso, falta la figura paterna que ha sido sustituida por el bobalicón novio de su madre, una pareja que le provoca tales jaquecas a nuestro protagonista que tiene que salir despavorido del lugar. El tercero en discordia es un tal Biaggio, que cuenta cosas sobre Italia pero que habla español y está un poco mal de la chaveta. Típico personaje con el que es fácil empatizar dada su chistosa naturaleza.

Dejando de lado ciertas imposturas, como un montaje excesivamente rápido o ciertas escenas de índole surrealista-onírica pero que rozan lo absurdo, nos encontramos con una película muy enriquecedora sobre lo que supone el contraste entre la vida urbana y la vida en la naturaleza, ya que se tratan tanto las virtudes como los defectos de ambos lados, además de tocar (de forma leve) las dosis de hipocresía que muchas veces aparecen en este asunto. Sobre esto se pueden extraer conclusiones más certeras que si atendiéramos al otro tema que se trata en la cinta como es el impacto que tiene en los hijos los problemas familiares, cosa que por lo esperpéntico de sus personajes (los padres parecen bufones sacados del club de la comedia) merece la pena ser olvidado.

En resumen, The Kings of Summer es una película recomendable en lo que se refiere a su línea argumental principal, ya que resulta fácil meterse en la trama por un sentido meramente nostálgico (casi todos hemos soñado alguna vez con hacer algo así) y, relegando a un segundo plano ciertas subtramas (no me refiero al lío romántico que, por absurdo que resulte, tiene cierto sentido para resolver la película) podríamos concluir en que merece la pena ser vista siempre y cuando uno sea plenamente consciente y tenga la mente despejada para evitar caer en la tentación de que los ecos de la naturaleza puedan actuar como somnífero.

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