Suburban Gothic (Richard Bates Jr.)

Richard Bates Jr. ha logrado en apenas dos films lo que para muchos otros cineastas parecería imposible: enarbolar un estilo no solamente propio, sino también consecuente con las historias que narra y que tras Excision denotan ciertos rasgos característicos más allá de si formalmente Bates Jr. logra compactar su film con mayor o menor fortuna. Si bien es cierto que el proceso de personalización de ese universo tan particular que posee el angelino también ha llevado su cine —por lo menos, a juzgar por lo visto en Suburban Gothic— a una determinada domesticación, lo que no se puede negar es el modo en como el realizador es capaz de tiranizar los compases de su propia obra para llevarla en algunos momentos al terreno donde mejor parece manejarse el peculiar autor de Excision.

Esa (en parte) domesticación de la que hablaba, no es no obstante una línea congruente a través de la que continuar explorando un universo que si en su ópera prima ganaba enteros era por el hecho de mostrarse mucho más puro tanto a nivel narrativo como conceptual, cualidades por otro lado que lo más normal era ir perdiendo gradualmente, ya que lograr cohesionar una obra como Excision del modo en que lo lograba Bates Jr. sólo podía ser fruto de una irrefrenable capacidad para crear con una libertad inusitada. Con ello no sugiero que esa libertad se haya visto coartada en Suburban Gothic ni mucho menos, pero quizá la mirada del cineasta denota cierto retraimiento: como si supiese que desde su debut le están observando y, en consecuencia, ello conllevase a una desradicalización que, pese a todo, no hace desmerecer ni mucho menos su cine, e incluso le lleva a explorar otras vías que no por resultar un tanto más conformistas fallan en su consecución.

De hecho, se podría decir que Bates Jr. logra con Suburban Gothic todo lo contrario: a sabiendas de que el espectador posee como referencia directa e ineludible una cinta del tamaño de Excision, talla en la superficie de su nuevo trabajo algunos rasgos que logran hacer funcionar el film de forma independiente e incluso se podría decir sin temor a equivocarnos que complementan con mucho acierto su primer trabajo. Es cierto, llegados a un determinado punto, que no logra acoplar las distintas aristas de su obra del mismo modo que lo hizo dos años atrás, pero es tan cierto como que en cualquier comparación con su predecesora, Suburban Gothic saldría perdiendo. Probablemente, ese sea el motivo por el que buscar circundar otros caminos resulte la mejor de las respuestas, y por ello se dirige al terreno paranormal con buenas dosis de humor (no tan negro como se esperaba) y con una reformulación del propio espacio a la que bien merece la pena un acercamiento sólo por observar como giran las tornas en el mundo creado por el cineasta.

Bates Jr., que comprende de nuevo el escenario familiar como lugar a través del que superar ciertas barreras (auto)impuestas, da en esta ocasión una vuelta a ese entorno y nos lleva del bizarro American Dream de Pauline, rodeada por una familia perfecta y prístina, a una complicada relación padre/hijo (geniales tanto Ray Wise con su chándal de «drug dealer» como Matthew Gray Gubler) que indisimuladamente se postula como el epicentro de la obra. En ese terreno, la temática fantasmagórica se da cita y es complementada en todo momento por esa agilidad innata para construir diálogos de toda índole que posee el angelino, haciendo de este modo Suburban Gothic un bastión en el que lo paranormal se topa con un predecible filón humorístico para incluso enarbolar momentos en los que demuestra no ser más que un mero pretexto en consonancia con el tono y dirección del film.

Es así como el esperado regreso de uno de los grandes descubrimientos de 2012 se salda de nuevo con una cinta en cierto modo refrescante y divertida, que si bien comete algún que otro error —cierto desaprovechamiento de dos incorporaciones como John Waters (aunque el momento de éste es impagable) o Jeffrey Combs, cuya habilidad para el diálogo de Bates Jr. podría haber subsanado— y no se siente tan inesperada y desacomplejada como Excision —incluso, en su último acto, peca de resultar un tanto conformista para con el protagonista—, sabe lo que es y en que división juega, haciéndolo partícipe en una conclusión distendida que logra prendar al espectador incluso con la ley del mínimo esfuerzo.

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