Sesión doble: Throw Away Your Books, Rally in the Streets (1971) / Typhoon Club (1985)

La juventud en Japón. Los adolescentes nipones son el centro de nuestra sesión doble de hoy, donde encontramos dos películas como el experimento Tiremos los libros, salgamos a la calle que Shuji Terayama dirigió en 1971 y Typhoon Club, creada por Shinji Sômai en 1985. No os perdáis esta sesión doble con dos películas tan dispares como complementarias. No os perdáis esta sesión doble para expertos.

 

Throw Away Your Books, Rally in the Streets (Shuji Terayama)

Throw Away Your Books: Rally On The Streets lleva todos los vicios del debutante escritos en la frente. ¿Citas? Muchas, pero al menos escritas de forma evocadora, desintegradas pero a la vez integradas en la película; faltaba muchísimo para Masamune Shirow y sus personajes aficionados a los aforismos. ¿La obra se explora a sí misma como si nadie hubiera hecho cine jamás? ¿Cómo si fuera a ser opera prima pero también testamento fílmico, como si Shuji Terayama no se pudiera dejar nada en el tintero porque planea morir joven? Desde luego y por supuesto. ¿Película de museo, de videoproyección? Poco le falta…

También faltaba muchísimo para el Nevermind de Nirvana y para Gummo de Harmony Korine. ¿Común denominador que una los 90 estadounidenses con los 70 japoneses? Rabia adolescente, aunque Terayama sobrepasara los 30 en su debut en el largometraje.

Consciente de que la estela de la cola de su cometa se va a extinguir muy pronto (en una profecía autocumplida, nos dejaría antes de los 50), Shuji Terayama nos lo advierte en repetidas ocasiones, de forma directa: esta película va a desaparecer en cuanto se enciendan las luces de la sala. Pero también nos cuenta al comienzo cómo envidia a aquel coreano que pudo volar un rato antes de estrellar su avioneta y morir… Él va a intentar volar. Cuando rompe la cuarta pared no busca ser original (aunque lo logre o como poco hace del recurso algo visualmente inolvidable) sino que tiene que transmitir su violencia al espectador. El eterno joven no viene a hacer peliculitas; durante estas dos horas te tendrá de rehén.

Seguro que le haría gracia ser él ahora el citado y es que nos dijo cosas interesantes sobre el concepto filosófico de tirar los libros y salir a la calle: «Se puede aprender más sobre la vida a través del boxeo y de las carreras de caballos que asistiendo a clases magistrales, o estudiando duramente». Está dispuesto a demostrarlo.

La familia, en filtros verdosos, no tiene nada que envidiar a la que Miike nos presentaría, también mucho después, en Visitor Q. La avioneta con llamas violetas será el fantasma de la cinta. Montajes musicales con letras lascivas, burlonas, guerreras, acometidas por gente que no cabe en su cuerpo y sale a correr por las calles. Conejos que son grandes amantes. Y una desesperanzada carrera en busca de la esperanza…

Aunque enervante a más te alejas de la edad del silbante corazón de Terayama (que en aquel entonces debía estar tartamudeando, cambiando la voz, a pesar de su edad física) el éxito es evidente: Throw Away Your Books: Rally On The Streets sabe que sólo existe mientras la estás viendo, pero va a aprovechar ese tiempo contigo.

Espectadores que no se pueden perder esta película: Poetas, adolescentes (físicos o de corazón) y coleccionistas de auténticas rarezas.

En una obra posterior, Death in the Country, el protagonista se encontraba con su yo futuro (o quizá su yo futuro se encontraba con su yo adolescente) y a pesar de parecer imposible por estar el futuro escrito, el adolescente se rebelaba y proponía cambiar el curso de los acontecimientos. No recuerdo si lo conseguía.

Escrito por Pablo Von Pelluch

 

Typhoon Club (Shinji Sômai)

Pese a tratarse de prácticamente un total desconocido en Europa, el director japonés Shinji Sômai destacó, en las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado por hacer un cine popular, privilegiando géneros como el romance, la acción o el drama adolescente. Hasta su muerte en 2001, Sômai dejó un buen puñado de films que, si bien no destacaron en festivales internacionales, sí que pueden ser un buen retrato de los gustos y costumbres de la generación X japonesa.

Su película más celebrada es sin duda Taifû Kurabu, que en 1985 le llevó a ganar el premio de Mejor Película en el Festival de Tokyo. Se trata de un film con un reparto coral, que sigue las vidas de un grupo de adolescentes durante los días del paso de un tifón. Sômai sabe reflejar las emociones adolescentes mediante un tono de extremos, entre lo optimista y jovial y lo más oscuro y deprimente. El tifón que da nombre al título no es en la película sino una excusa —el típico macguffin— para llevar a sus protagonistas al límite, permitiendo al director explorar al microscopio las inestables reacciones y comportamientos adolescentes.

Hay que destacar del film las actuaciones de los jóvenes, más que competentes a la hora de mostrar emociones, incluso en una película con una presencia casi constante de planos secuencia. Estos planos secuencia de larga duración, que usa de una manera similar Richard Linklater en su magnífica Boyhood (2014), permiten al director hacer pasar la película por los momentos muertos, por los silencios y peleas y sueños y temores de los adolescentes, y no tanto por una trama definida por acciones y reacciones. Dos de estos planos componen las secuencias más impactantes del film, y a la vez las más siniestras. En una de ellas, uno de los personajes, con evidentes problemas mentales, persigue por el instituto desierto a una compañera de clase, con el único objetivo de maltratarla. Sólo la idea de la cicatriz —la marca de un dolor causado— permite al joven detenerse y rechazar la violencia.

En la otra secuencia, la del final, se pone un broche de melancolía y existencialismo al film, pero al mismo tiempo se conecta con una tradición, la del suicidio cómico, tan habitual en la cultura nipona. Pese a la presencia, ya desde el título, de influencias occidentales, Taifû Kurabu es una película marcadamente japonesa, por lo que algunas reacciones y tramas —como la del profesor y la familia de su novia— no son fáciles de seguir para el espectador occidental.

Taifû Kurabu es una película hija de su tiempo, en la que los personajes adolescentes empezaron a poblar las pantallas de cine en películas que ya son de culto. Al contrario que otras más optimistas, el film de Sômai tiene un tono agridulce donde la presencia de la soledad, la depresión y la violencia ponen un contrapunto a la jovialidad, la música y las risas adolescentes.

Escrito por Iván Correyero

 

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