Sesión doble: El incidente (1967) / Crónica negra (1972)

Un poco de acción en intriga para una sesión doble nunca viene mal. Hoy nos ocupamos de atracos en trenes con dos película magníficas como son El incidente de Larry Peerce estrenada en 1967 y Crónica negra del siempre certero Jean-Pierre Melville, dirigida en 1972. Subid a esta sesión doble imparable.

 

El incidente (Larry Peerce)

Lo común en las películas que tratan sobre atracos en trenes es que los malhechores busquen algún beneficio material como dinero, pero, aunque parezca increíble, también hay casos de quienes solo quieren dañar la moral de sus rehenes y humillarlos.

Esto sucede en El incidente, de Larry Peerce, un notable film que, pese a los pocos recursos que emplea, desborda una energía única. La creciente tensión que genera, tomando como escenario solo uno de los vagones del metro de Nueva York, es admirable.

La película engloba un par de perspectivas. Establece una crítica a esa cultura de la indiferencia que habría caracterizado a la sociedad neoyorquina de la década de los 60s, en donde la solidaridad humana no era su virtud. Además, muestra a una selecta galería de personajes de la metrópoli con sus características y problemas.

Lo que hizo Peerce fue recoger de la calle y de la noche a seres humanos comunes de la Gran Manzana y encerrarlos en un vagón. Cada uno, con su carga emocional y cansancio físico, enfrentará un viaje infernal.
Tangencialmente, pero de manera magistral, se muestra la situación de vida de los pasajeros para dar el contexto necesario a la trama. Es así como van apareciendo, entre otros, una pareja de jóvenes cuyo único interés es lo sexual, un par de militares aún confundidos por su futuro, una esposa ambiciosa e insatisfecha y un esposo conformista y aparentemente impotente, un homosexual solitario, un afroamericano lleno de rencor por el racismo existente y con muchos deseos de venganza, un alcohólico que quiere redimirse, una familia con una niña de 4 años y un anciano que recrimina la falta de ayuda económica de su hijo.

Dos antisociales, representados magistralmente por Tony Musante y Martin Sheen, impondrán su terror ante los pasajeros del tren urbano. El momento es tan claustrofóbico que el propio espectador sentirá ser un rehén más o un testigo incapaz y mudo del cruel atentado a la moral de las personas.

La construcción de la escena es impresionante. Los delincuentes parecen camaleones al asumir diferentes personalidades según confrontan e interrogan a cada uno de los viajeros. Son los reyes del lugar y tiranos del tiempo. Todos los presentes son sus instrumentos de sometimiento y burla. La explosión emocional es inminente pero demora por la desesperante falta de voluntad para coordinar acciones radicales. Cada quien tiene sus problemas y no le importa el resto, cada quien sufre la humillación y es incapaz de exigir solidaridad del resto. ¿Exceso de orgullo? ¿miedo? ¿timidez? No se sabe, puede que sea una mezcla de todo, al fin y al cabo nadie puede saber cómo reaccionar en un momento así.

El instante es tan sórdido que hasta el pasajero de color parece disfrutar al ver a los maleantes avasallar a “los blancos”. Ve allí su anhelada venganza, aunque pronto también será pisoteado por su condición en un insultante careo.

En el vagón también va un borracho dormido, que no siente nada del terrible suceso que pasa a su alrededor. No es más que un elemento metafórico que tiene diversa interpretación. Puede representar a ese conglomerado que vive con letargo o en la inacción; o, tal vez, pretende darle significado al mensaje de: vive tu vida, no te metas con los demás, no hables, no ayudes y no te reveles ante nada ni nadie.

El incidente es una obra maestra que ha permanecido oculta y olvidada por el paso de los años. Es una lección de cómo narrar una historia a través de la construcción y conjunción eficaz de personajes, escenas y edición.

Escrito por Víctor Carvajal Celi

 

Crónica negra (Jean-Pierre Melville)

Los personajes de Melville son en extremo metódicos y aun así difícilmente se libran de pagar por sus pecados. Más que torpeza, son el azar y las demás variables del mundo las que se interponen en sus labores y despiertan el sentido trágico, sentido que siempre esta presente en su filmografía, a través de ese gris de alto contraste que embulle cada plano y que no da cabida a la esperanza, como tampoco la dan las expresiones de los personajes. Aun sus amoríos o triunfos se ven mediados por semblantes impasibles y dados a la resignación, como si ellos en el fondo no viviesen o fuesen delincuentes en pro de una realidad utópica, de un retiro en la riqueza mal ganada, o de un derroche de sueños materialistas, sino más bien de una aceptación del papel de miserables en una sociedad gris y decadente.

Veremos dos golpes a lo largo del filme, uno a un banco y otro a un tren. No se esperen en ellos la acción irreal de una película como la nueva de James Bond donde vivir de la muerte es equiparable (y superior) a ser un millonario joven jubilado que se gasta su fortuna en viajes, hermosas mujeres, compitiendo en tiroteos con villanos con astigmatismo en una fantasía de poder. No, aquí los protagonistas están ligados y limitados por la incertidumbre y el ya nombrado azar, sus cuerpos no están físicamente desarrollados para grandes hazañas, y es que estas difícilmente convienen en los escenarios que afrontan ya que en la realidad mundana, el actuar como un héroe de caricatura fácilmente puede llevarte a la tumba. Los atracos serán entonces pausados, y su tensión estará en los pequeños detalles, en las silenciosas pisadas del ladrón que de a poco se acerca al compartimiento del rival para sedarlo en un movimiento ágil y torpe, en el conductor que espera a sus compañeros en el vehículo mientras escucha como suena largo y tendido la alarma disparada del banco que resuena en la vacía y lluviosa calle, y así más que la acción y la adrenalina, es el nerviosismo y la fragilidad de estos hombres que están a las puertas de fracasar a cada momento.

Como buen ‹noir› también habrá lugar para la bella ‹femme fatal› (interpretada por Catherine Deneuve) y para el policía atormentado que en este caso será Alain Delon, actor habitual de Melville, que para esta película subvierte sus anteriores papeles de delincuente, aunque aquí no hay casi trasfondo para indagar en la vida trágica de los protagonistas o sus relaciones. Todos son en buena medida arquetipos conocidos, que se ponen sus vestidos para una nueva ocasión, paradójicamente esto como personas también los vuelve seres desconocidos, anónimos diarios que fácilmente podrían encontrarse en una nota de periódico: aquel que murió con tres tiros en tal lugar mientras corría de la policía con una bolsa entre sus costillas, o aquella que se queda solitaria y viuda en medio de una calle mientras de lejos los transeúntes la miran apurados camino al trabajo. Todo es así, un bello y trágico retrato de otro crimen cotidiano donde los malos han pagado el elegir contravenir a este mundo gris.

Escrito por Nelson Samuel Galvis Torres

 

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