Sesión doble: Calles salvajes (1984) / Año 225, después del holocausto (1984)

La sesión doble llega con esas míticas cintas de videoclub (en efecto, el actual VOD) que aligeraron nuestra adolescencia con joyas a redescubrir que nunca tuvieron su oportunidad en las grandes salas. Entre ellas, nos encontramos con una Calles salvajes dirigida por Danny Steinmann y protagonizada por la mítica Linda Blair; y, ante esta, Año 225, después del holocausto, uno de esos ‹exploits› italianos con pedigrí dirigido a cuatro manos por Claudio Fragasso y Bruno Mattei.

 

Calles salvajes (Danny Steinmann)

Para los chavales que nacimos y crecimos durante las décadas de los 80 y los 90 la visita semanal al videoclub era una cita ineludible. Estos extintos templos actuaban como una especie de santuario a los que acudíamos con nuestra escasa paga de veinte duros (algunos con más suerte contaban con 500 pesetas) con el fin de obtener un producto que atendiera nuestras ansias de pasar una sesión de fin de semana cargada de adrenalina.

En los videoclubs había de todo: desde los últimos estrenos (los de mayor precio de alquiler), clásicos en blanco y negro, melodrama, erótico, westerns… y la serie B que solía ser cine de género que ni siquiera había pasado por salas comerciales y que eran las películas más asequibles en cuanto a precio. Con nuestra paupérrima paga era de esperar que fueran estas estanterías las que más visitáramos. Había una selección de títulos insondable, hecho que obligaba a permanecer horas discutiendo, bajo la inquisidora mirada del dueño del local, sobre cual iba a ser la elección: una de Dolph Lundgren, o una de Michael Dudikoff o mejor una italiana de vísceras.

En la elección jugaba un papel fundamental las portadas, un arte que buscaba hacer pescar al arrendatario con trampas falsas acerca de lo que nos íbamos a encontrar. Una de las portadas más sexys era la de Calles salvajes. En ella se observaba a Linda Blair con un escote sugerente, portando una ballesta, con un grupo de delincuentes debajo de su pechamen y una frase lapidaria que alumbraba que íbamos a adquirir un película de venganzas con mucho sexo y violencia gore.

Nada más lejos de la realidad, pero ello no es óbice para reivindicar una película estupenda, muy de la época, que se eleva como un ‹exploit› de los 80 al abrigo de los éxitos cosechados por el cine de justicieros de Charles Bronson, con ingredientes pertenecientes al cine de institutos (en mi opinión, el principal subgénero de la cinta), y con gotas colindantes con dos producciones que tuvieron cierto éxito en los circuitos ‹underground› como Angel y Ángel de Venganza.

En Calles salvajes nos encontramos a Linda Blair, tras su desintoxicaciones de estupefacientes y de relaciones tabú con roqueros, como líder de una pandilla femenina entre las que se encuentra su hermana sordomuda. Tras gastar una broma a un grupo de traficantes de su barrio robándoles su descapotable para llenarlo con basura, éstos decidirán cobrarse venganza de este acto violando a la hermana discapacitada de la Blair y después asesinando a una de sus amigas, que estaba embarazada, tirándola por un puente. Este hecho despertará en la Blair ansias de venganza, tomándose la justicia por su mano para cargarse a los asesinos uno a uno con la ayuda de una ballesta.

La película es irregular, sustentada en una primera parte que sufre de tener poca acción y nada de sexo (como hacía presagiar su portada de VHS). No obstante, cuenta con muchas virtudes. Por ejemplo, su genial acabado visual con algunas secuencias portentosas como la persecución de la amiga embarazada por parte del grupo de punkis o esa traca final de veinte minutos en los que Blair se transforma, vestida de ajustado cuero negro, en una vengadora implacable. A los nulos efectos especiales (las muertes ni siquiera desprenden gotas de sangre y las escenas de violencia son efímeras) le sustituyen un lenguaje repleto de palabrotas y políticamente incorrecto, una muy buena radiografía de la época de los 80 con sus peinados, vestuario y ambiente noctámbulo y una Linda Blair desatada que cumple con creces con su cometido de liderar el film en todo momento.

Ello convierte a Calles salvajes en un pequeño clásico del directo al videoclub que conserva todo su encanto y que es un placer volver a recuperar como forma de retornar a esa nostalgia de una época que jamás volverá a repetirse.

Escrito por Rubén Redondo

 

Año 225, después del holocausto (Claudio Fragasso, Bruno Mattei)

Uno de los mayores placeres culpables de antaño era sumergirse en las entrañas del videoclub de barrio de referencia y rebuscar entre esas películas que nunca de las jamases llegaban a cine. Productos alejadísimos de los grandes estrenos pero que ofrecían, precisamente por su propia idiosincrasia, placeres alejados del ‹mainstream›. Violencia, desnudos y argumentos que podrían ser calificados fácilmente como locos pero que en cierta manera operaban alejados de los corsés de la comercialidad y lo políticamente correcto. Por no hablar, claro está, de esas portadas coloridas y excéntricas que, no en pocas ocasiones, eran el factor determinante para escoger una u otra cinta. Y, si hablamos de un director que podría ser considerado prácticamente rey del videoclub (o como mínimo en el olimpo de este), no podemos sino referirnos a Bruno Mattei.

A diferencia de otras producciones del director italiano donde el homenaje o, siendo más exacto, la explotación vía secuelas no autorizadas (Terminator 2Shocking Dark, Zombi 3), Rats —aquí conocida como Año 225, después del holocausto— tiene apariencia de lo que es una obra original. Cierto es que si “copia” elementos postapocalípticos propios de cintas como la saga Mad Max, pero tiene la habilidad de ir más allá y tejer un discurso propio, mezclando la violencia acostumbrada de estas producciones con un mensaje ecologista y un pesimismo en lo que concibe al ser humano aunque no exento de cierta subversión al respecto de lo que se puede esperar de sus protagonistas.

Lejos del habitual despliegue de salvajismo entre grupos de saqueadores luchando por sobrevivir, Mattei se centra aquí en un solo grupo que contiene todos los clichés a nivel de personajes que se podían esperar. No obstante sorprende el desarrollo de los mismos, con personalidades mejor dibujadas de lo habitual y que huyen a menudo del nihilismo violento. Lo más interesante al respecto es que hay valores, evolución, raciocinio en sus actos e incluso un despliegue de cultura que permite realmente empatizar con ellos.

Pero ojo, no nos vayamos a engañar, ni a salir huyendo ante esta descripción. Esta no es desde luego un versión de cine posnuclear revisitada por Jean-Luc Godard. Y para constatarlo nada mejor que una buena ración de acción algo descerebrada, de vestuario harapiento incluso para lo que requiere la historia, armas pochas y un enemigo formidable en forma de manada de ratas positrónicas prácticamente indestructibles.

Es aquí donde, más allá de tirar del tópico de que solo las ratas y las cucarachas sobrevivirían a un ataque nuclear, se crean las situaciones más inverosímiles posibles, esencialmente en los ataques de estos simpáticos roedores. Y es que, sin ánimo de hacer spoiler, más que asaltos coordinados, se nota a la legua los cubos de ratas de plástico cayendo y que nunca podamos ver exactamente que les hacen a los protagonistas más allá de caerles por encima.

A pesar de todo ello, Año 225, después del holocausto es un producto característico de videoclub, con todos sus defectos, pero que está un punto por encima en cuanto a cinematografía, puesta en escena y desarrollo coherente de los eventos hasta su desenlace, que contiene un ‹final twist› loco, sin sentido, pero tan divertido que más que desdeñable se convierte en el fondo en el mejor final posible para la que posiblemente sea la mejor película de Mattei.

Escrito por Àlex P. Lascort

 

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