La cineasta austríaca Ruth Beckermann, una de las documentalistas más reconocidas de su país, ha explorado ampliamente, a lo largo de su obra, su propia identidad judía y condición de hija de supervivientes del Holocausto nazi. En la que sería la primera obra de una trilogía dedicada a diferentes aristas de esta temática, entrevista al ex-líder político Franz West —nacido Franz Wintraub—, realizando un recorrido desde su infancia en la actual ciudad alemana de Magdeburgo, donde vivió hasta los años 20, a su establecimiento en Viena durante la época de gobierno del Partido Socialdemócrata de los Trabajadores, una época de esplendor socialista de la ciudad, que la convirtió en un faro de la izquierda de la época y le valió el nombre de la Viena Roja. Esta experiencia inspiradora, sin embargo, se vio manchada por el antisemitismo latente que sufrió West en una sociedad cada vez más escorada al odio a los judíos, y que la amenaza y posterior toma del poder por parte del nazismo terminó por explicitar de las formas más dolorosas.
Return to Vienna, que Beckermann co-dirige, como otras películas en esta etapa inicial de su carrera, con el también austríaco Josef Aichholzer, ofrece, a través de su entrevistado, un testimonio muy valioso sobre la memoria de la persecución a los judíos en Austria, que se centra particularmente en las semillas ya plantadas de la barbarie, años antes de que Hitler llegase al poder en Alemania. West, curiosamente, habla de su identidad judía desde el punto de vista personal de alguien no practicante y alejado de las corrientes sionistas de la época, discutiendo ampliamente sobre su propio sentido de pertenencia; sin embargo, a la hora de mencionar la persecución y la discriminación sufridas, el suyo es un relato mucho más universal, que habla del nazismo no como una calamidad descontextualizada, sino como el resultado de una normalización y extensión progresiva de discursos y acciones de odio que ya existían en su época, y que incluso en el supuesto paraíso socialista de Viena se colaban con virulencia, debido en gran parte a la inacción de un gobierno tan adelantado en medidas sociales para la época como incapaz de mantener una línea dura contra el ascenso del fascismo.
Sin embargo, el retrato de West no se construye solamente a través de este recuerdo de las raíces del Holocausto y de sus experiencias resultantes, personales y como parte de la colectividad judía, sino que se presenta con un énfasis similar su faceta activista y progresivamente más involucrada con la lucha por los derechos sociales y laborales, la cual le llevaría a formar parte del Partido Comunista de Austria poco antes de verse obligado a exiliarse por la persecución nazi, retomando sus labores en el partido tras su regreso al país al final de la Segunda Guerra Mundial. Su compromiso ideológico le llevó a observar con ilusión la época de la Viena Roja, al tiempo que la decepción por las limitaciones autoimpuestas por el gobierno socialdemócrata y el peligro que esto suponía para la aceptación de discursos y prácticas que desembocarían en la anexión nazi del país le escoraron cada vez más a la izquierda.
Pese a estar contando una historia de la que han pasado ya casi cien años, Return to Vienna narra, en el fondo, un proceso que reverbera bastante, y es particularmente terrorífico observar en el relato de West multitud de elementos que podemos reconocer en la actualidad, en una socialdemocracia que poco a poco va aceptando marcos del fascismo, normalizando sus postulados y desarrollando tolerancia a los discursos de odio, al tiempo que su fuerza discursiva y transformadora de la sociedad se diluye y se aleja de las reivindicaciones que la auparon en primer lugar. El entrevistado habla de su activismo y su radicalización ideológica con la emoción genuina de alguien comprometido con la causa, pero también con el derrotismo y la decepción de verse cada vez más aislado en un sistema que primero pareció acoger su ímpetu pero que muy pronto se quedó pequeño y fue incapaz no solo de avanzar más en sus medidas, sino de contener el retroceso que él, en su condición de judío, sufrió especialmente como violencia y multitud de tragedias personales y familiares, las cuales resume en un epílogo desgarrador.
A nivel formal, el estilo elegido por Beckermann y Aichholzer es sencillo y directo, estructurado en torno a una entrevista en la que West es grabado en su casa, respondiendo a las preguntas de los directores. Sin embargo, a las declaraciones del entrevistado se suman imágenes de archivo, notas de periódicos de la época, piezas de propaganda e incluso secuencias de películas que dan una imagen del clima social, y que sirven no solo para ambientar las palabras que se escuchan en la narración, sino también para visualizar los escenarios descritos. El resultado es una presentación clásica pero eficaz, siempre desde el punto de vista de la funcionalidad de las imágenes para exponer la realidad histórica. La mayor licencia a nivel estético, y aún así se opta en ella por una presentación sobria, se encuentra en el prólogo y epílogo de la cinta, en los que recorremos una carretera de día y de noche, respectivamente, dando a entender la llegada de los documentalistas al hogar de West y su posterior partida, y simbolizando de este modo el inicio y el punto final del relato.
Aunque el tema que trata, como no podía ser menos, ha sido abordado en numerosas ocasiones, el valor de Return to Vienna como documento histórico, desde la perspectiva de alguien que es capaz de contar qué ocurrió y cómo con gran detalle y elocuencia, es enorme. Es, también, un testimonio ideológico y activista que aborda cuestiones sobre el lugar del marxismo en la sociedad y frente a gobiernos e instituciones que se hunden en un conformismo peligroso y caldo de cultivo para el ascenso fascista. En todos estos sentidos, es un retrato, pero también es una advertencia, una de la que se sacan lecciones y que invita, no solo a revisitar la historia y construir memoria, sino a atender al riesgo manifiesto de que lo que está contando se repita.
