La alternativa | Pretty Village, Pretty Flame (Srdjan Dragojevic)

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Lepa sela lepo gore, en su título original, no es una película fácil de reseñar. Su cineasta, el gran Dragojevic, uno de los mejores directores serbios vivos, tuvo ciertos problemas con la cinta. Al fin y al cabo, se empezó a rodar antes de que la propia guerra acabara. Muchos vieron una cinta propagandística serbia, o cuanto menos, se echaron las manos a la cabeza cuando en los títulos de crédito finales aparece en agradecimientos el ejército de la República Srpska, con decenas de miles de asesinatos, torturas y violaciones de los derechos humanos a sus espaldas.

También es digno de mención que sea una producción de la radiotelevisión pública serbia, esa misma que cuando las tropas serbias bombardeaban Sarajevo informaban que «tropas de asalto atacaban a las posiciones militares serbias en los alrededores de Sarajevo y estos últimos responden a la agresión» como si tal cosa. No olvidemos que fue la televisión pública una de las armas propagandísticas más usadas por Milosevic y compañía antes y durante la terrible guerra. Pero de eso hablaremos cuando toque reseñar La batalla de Kosovo (Boj na Kosovu, 1989), una muy interesante película, tristemente famosa por el ultra nacionalismo serbio que desprende.

Dicho lo dicho, no se dejen engañar; en primer lugar queda bastante claro lo poco entusiasta de la causa por la Gran Serbia que desprende la mirada de su director, Srdjan Dragojevic (We Are Not Angels, Rane o la más reciente Parada). Su visión de la guerra fue criticada por su forma festiva de mostrarla. «Pornográfica» y «morbosa» le dijeron. Sí es cierto que su cineasta rueda las escenas como si fueran una danza, esta danza resulta macabra, absurda, exagerada y ante todo, con crítica e ironía. Estas mismas escenas muestran las matanzas perpetradas por las tropas serbias en suelo bosnio.

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La película está llena de flashbacks que nos llevan a inicios de los años ochenta, a la guerra de Bosnia y a un hospital militar con la contienda a punto de acabar. En este último lugar está Milan, malherido. Allí recuerda su infancia, donde pasaba el tiempo con su mejor amigo, Halil, musulmán. También recuerda la guerra de Bosnia, y a la unidad a la que pertenecía, unidad con la que arrasó pueblos enteros, destruyendo y quemando todas las casas, incluyendo la de su amigo. Precisamente, volverá a encontrarse en su amigo cuando su unidad quede atrapada en un túnel.

El resto de compañeros también tienen sus flashbacks, donde se explica como llegaron hasta allí.

Pretty Village, Pretty Flame es una comedia cruel, casi sin gracia, de un humor negro salpicado de sangre cuando aún los cañones no se habían enfriado. Sin embargo, es un enorme ejercicio de crítica, con una visión de la guerra atroz; es un carnaval, una gran fiesta de muerte y turbo-folk. Tiene escenas poderosas y difíciles de olvidar, como cuando llegan a ese pueblo y lo queman todo. Y uno de ellos entra en una casa buscando enemigos, y al no ver a nadie, dispara contra un armario, y de este armario empieza a brotar sangre de quien suponemos una atemorizada víctima.

Viendo el resto de sus trabajos, queda claro el poco entusiasmo que sentía su cineasta por la idea de la Gran Serbia. Aquí además queda claro su desprecio a la sinrazón de la guerra. Es su tono, su visión carnavalesca de las matanzas, y la cercanía en el tiempo con lo sucedido, lo que le ocasionó más de un problema. También es cierto que por momentos puede caer en cierta equidistancia donde todos son malos y todos han cometido barbaridades, que suena muy bonito y muy pacifista, pero lo cierto es que las unidades serbias de Visagrad hicieron las mayores barbaridades de la guerra.

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Los diálogos son ágiles e ingeniosos, llenos de frases para el recuerdo. Hay que entender que los personajes no dicen lo que opina su cineasta, que parece que a veces tenemos 10 años y la gente se escandaliza por estas chorradas. Es difícil sentir simpatía por muchos de ellos, pero cuando quedan atrapados en el túnel uno espera que salgan con vida. Un túnel, por cierto, que en la película dicen que iba a unir Zagreb con Belgrado y es usado para matarse entre ellos. Es interesante el momento donde tanto los de fuera, bosnios, y los de dentro del túnel, serbios, cantan las mismas y viejas canciones. Pero están condenados a matarse, con la única razón que la sangre llama a la sangre.

La paranoia anti croata y anti musulmana que muestran muchos de los amigos de Milan raya la locura. Hay referencias a los Ustacha croatas, aliados de la Alemania nazi que cometieron barbaridades contra los serbios durante la segunda guerra mundial. 50 años después de aquella guerra, se vuelven a recuperar las banderas y los nombres. La pregunta que queda en el aire es cómo es posible que en 10 años Yugoslavia saltara por los aires, de ahí esa impagable referencia a Tito, el líder yugoslavo que dirigió al país del 45 al 80 con mano de acero pero de manera más relajada que los países de la esfera soviética: «Tito fue un cabrón listo. Mentía mucho, pero todos lo queríamos».

Exagerada, tan divertida como una patada en la entrepierna, y cruel, muy cruel, Pretty Village, Pretty Flame es una película inclasificable, pero a su manera, maravillosa.

El carnaval del horror entre fuego, rakia y turbo-folk.

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