Nova Lituania (Karolis Kaupinis)

La Segunda Guerra Mundial sigue siendo el acontecimiento bélico más grande de la historia de la humanidad, nunca antes ni después se han enfrentado tantos hombres en batallas devastadoras en las que llegaron a morir millones de personas en cuestión de meses. Y entre estas colosales luchas se vieron envueltas también pequeñas naciones, sociedades que, si bien tenían ejércitos fieros y competentes, se veían en clara inferioridad numérica ante las hordas nazis y soviéticas; este es el caso de Lituania, que estuvo en medio de los gigantes en pugna y que pasó de la mano del uno al otro conforme fue cambiando la supremacía entre ambos bandos, para finalmente ser uno de los países que la URSS anexó tras el fin de la guerra y que no volvería a ser independiente hasta 1990.

Esta película trata los eventos que acontecieron antes de que Moscú se hiciera con el control de la pequeña nación por primera vez en 1940, y nos permite conocer las dubitaciones y los dilemas de los altos mandos del gobierno de Lituania mientras, impotentes, trataban de encontrar una solución al inminente avance de los grandes ejércitos rojos. Entre estas soluciones, la protagónica es la excéntrica y utópica propuesta del profesor Kazys Pakstas, que proponía adquirir un gran terreno en otro país al cual los lituanos pudieran ir y refundar su nación. Las sensaciones de soledad, de fragilidad y de quietud en medio del caos imperan a lo largo del filme, esto se consigue con un ambiente sonoro suave y silencioso, carente de música y que da buen espacio entre los gestos de los personajes; además, los protagonistas parece que siempre estuviesen susurrando o hablando con excesiva cautela y decoro, incluso llegando a permanecer moderada la comunicación entre ambos en una escena con una pequeña rencilla entre el protagonista y un oficial. Esto permite a la cinta generar un ambiente de tranquilidad, aun a pesar de estar en el ojo del huracán: nunca parece que fuese a ocurrir un gran desastre. Aquí también posee mérito la propuesta fotográfica, que privilegia en buena parte los planos generales permitiendo observar escenarios en calma mientras que el ritmo se sostiene sobre los delicados diálogos con apenas cortes entre cada pequeña discusión.

Como filme político, además de hablar de la guerra, invita a reflexionar sobre la condición vulnerable de un territorio pequeño con poca densidad poblacional y que por lo mismo incita a la conquista, porque por más que se prepare o industrialice, es incapaz de estar dispuesto a combatir o sobreponerse a ejércitos gigantes.

También hay lugar para el drama familiar, donde parece que las disfunciones en el hogar del protagonista son a la vez el reflejo de la vulnerabilidad de su nación y de lo imposible o improbable que es que sea capaz de llevar a cabo su plan. En ese sentido, el relato también tiene un aire de resignación, de pérdida asimilada aun antes de la batalla, como si los altos mandos ya supieran de antemano que no tenían otra opción aparte de someterse a las demandas de sus vecinos; y dentro de esta resignación se incluye el mismo plan, que más que viable parece una excusa para perder el tiempo y gozar de la sensación de estar haciendo algo por el bienestar de la nación. La cinta, a pesar de avanzar grandes tramos en el tiempo, parece permanecer siempre en el mismo lugar, como una balsa que sale a flote sobre las embestidas del inmenso mar y que se acomoda entre el arrullo de las olas de a poco hasta la llegada de un nuevo golpe al que de nuevo se amoldará, reposando sin perder la calma. Así, es esta cinta un poco trágica pero a la vez tranquila.

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