Lyubov: Amor en ruso (Staffan Julén)

Desde Rusia hasta el corazón. La escritora Svetlana Alexievich entrevista a un grupo de compatriotas con el objetivo de publicar un libro sobre los rusos y el amor. La razón de partida es que, durante toda su vida como periodista, ha mantenido conversaciones con multitud de personas. Muchas le mencionaban la guerra. Otras hablaban de tragedias humanas como la de Chernóbil. También gran parte de las personas interrogadas se referían al antiguo régimen soviético. Sin embargo, hay un elemento en el que todas ellas coincidían. Ninguna comentaba nada sobre la felicidad o el amor.

La ironía sobrevuela el séptimo largo del veterano documentalista sueco Staffan Julén. La primera razón es que la coproducción corre a cargo de Suecia y Bielorrusia, aunque las personas entrevistadas sean nacidas en Rusia o en estados de la URSS. Otros motivos que despistan son el título provisional durante la grabación de las entrevistas desde el año 2015, llamando el film en construcción como El amor en los tiempos del odio, que tal vez aparente ser demasiado literario para una película; o más adecuado para el libro que quiere completar la ganadora del Premio Nobel de Literatura en aquel mismo año. Dejando estas reflexiones aparte, resulta claro que la escritora y el documentalista sincronizan sus talentos para establecer un acercamiento al amor de los rusos, antes, durante y después de la “era roja”, la época que abarca el mismo tiempo que duró la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. El caso es que un film como Любовь —amor, en ruso— escrito en su idioma original con caracteres del alfabeto cirílico, tiene tanto de costumbrista en su metraje, como de política y denuncia.

El director compone una cinta en la que suceden los testimonios y entrevistas con breves intervenciones de la cronista. Las secuencias testimoniales son engarzadas con planos generales de paisajes rurales, urbanos y domésticos para situar el lugar en el que viven las personas entrevistadas. Un conjunto de once mujeres y cuatro hombres nos cuentan a cámara su idea del amor o la dicha con un resultado que invita a la tristeza y la desesperanza en la mayoría de los relatos. Porque el documental también podría titularse pérdidas, desamor o soledad, temas en los que también coinciden muchas de las respuestas.

La selección de personas que aparecen en el film es curiosa porque muchas y varios de ellos son gente con formación en carreras humanistas o estudios artísticos. Una intérprete, una socióloga y maestra, una escultora del vidrio, un pintor, un diseñador de moda, una etnóloga. Además de profesionales liberales o artesanos como un carpintero y una peluquera. O sanitarias, en el puesto dela enfermera. Y dos jubilados. El espectro de profesiones se inscribe en un sector propenso a las teorías y abstracciones, frente a enseñanzas de ciencias que quizás requieren observación y resultados concretos. No hay objeciones sobre un predominio de mujeres por encima de los hombres entrevistados, puesto que en el caso del artista plástico se erige casi como en coprotagonista por la extensión y número de escenas en los que aparece. Al mismo tiempo, tampoco se trata de un estudio sobre el sexo, sino sobre el amor. Así que nunca se alude a la condición sexual de los implicados, si estaban unidas o unidos como parejas heterosexuales u homosexuales.

El mayor interés de Lyubov radica en la información satélite que se cuela en la sinceridad de algunas respuestas. Como son las que implican al gobierno soviético en el abandono de bebés con parálisis cerebral o discapacidades, tal como narra uno de los interlocutores afectados por esa práctica. También en esos interludios visuales de grandes parques, casi bosques, las vistas de ciudades o de poblaciones y comercios del campo. Las conclusiones en general invitan a la tristeza, hecho al que no ayuda la composición musical tendente a la nostalgia. Pero se cuelan motivos de perplejidad y esperanza simultáneas por escenas como la del joven carpintero y su mujer, con dos hijos pequeños entre sus brazos. Simpáticos, directos, reservados, guapos y tal vez la viva imagen de esa felicidad que buscan los responsables del documental mientras se les escapa delante de sus narices.

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