Lo mejor de Docs Barcelona 2017

«Let the atrocious images haunt us.»

Regarding the pain of others. Susan Sontag

Con veinte años a sus espaldas, el DocsBarcelona se ha convertido en una referencia en el circuito europeo del documental. Un festival que nació como un punto de encuentro de la industria para más tarde hacerse adulto y convertirse en festival de cine abierto al público.

Aunque es difícil que llegue a tener la importancia de otros festivales como el IDFA de Ámsterdam o el DocFest de Sheffield, tanto el DocsBarcelona como su parte itinerante —El documental del mes— son necesarios en tanto que ofrecen la posibilidad de ver algunos documentales que, por su vis creativa, no se suelen estrenar en salas comerciales. Es ahí donde radica la importancia de este tipo de certámenes, así como la apuesta que se hace desde plataformas de VOD como Filmin para que este tipo de cine pueda llegar a su público.

En esta 20a edición, el DocsBarcelona ha ampliado su duración y programación, ofreciendo durante diez días algunos de los mejores documentales del panorama internacional. He aquí lo más destacado de esta edición.

 

Machines (Rahul Jain)

Un fantasma recorre una fábrica textil en Surat, ciudad industrial del norte de la India. Se mueve ligero por sus pasillos, por sus recovecos, observando lo que hay alrededor: un empleado que trabaja sin descanso llenando de carbón los hornos, otro que coloca tinta en la plancha de estampado, otros dos más que desechan los residuos químicos, niños descansando después de trabajar durante doce horas… Este fantasma es la cámara de Rahul Jain y su director de fotografía, Rodrigo Trejo Villanueva.

El ritmo de Machines es frenético e hipnótico a la vez, desde el mismo segundo en el que nos vemos atrapados en el ‹loop› interminable del trabajo, con las máquinas (mecánicas y humanas) realizando la misma función interminable, como Sísifos contemporáneos. El espectador siente la pesadumbre, el ruido atroz, el humo, incluso el olor de la fábrica. Y se desespera contemplando cómo los trabajadores están atrapados en ese ciclo, incapaces de luchar por mejores condiciones, sin apenas posibilidad de buscar una vida mejor.

Ya hace tiempo que el capitalismo tecnológico típico de occidente escondió sus entrañas. Nos llega a casa nuestro nuevo móvil, brillante, pero no queremos ver el sufrimiento que dejó por el camino. Por eso el trabajo de mostrar esas entrañas es tan importante, para interrumpir nuestro ciclo y recordarnos que las cosas se siguen haciendo igual ahora que hace doscientos años. Simplemente hemos cambiado Manchester por Surat.

Hay un momento en Machines en que un grupo de trabajadores se concentra delante de la cámara, mirándonos. Uno de ellos se queja de la cantidad de gente que acude a ellos para escuchar su situación, para hacer reportajes o, en este caso, un documental, pero la poca gente que les presta la ayuda real que necesitan para mejorar sus derechos. El trabajador nos mira y nos pide ayuda, pero nadie detrás de las cámaras ofrece respuesta. Quizás esa respuesta tiene que venir de nosotros, principales consumidores del mundo. No hay solución fácil, pero como sociedad que ha vivido (y en cierta manera, todavía vive) situaciones de explotación laboral, alguna experiencia podemos compartir.

 

Untitled (Michael Glawogger, Monika Willi)

En 1983, Chris Marker creó Sans soleil, una de las películas más bellas jamás hechas. Parte documental, parte diario de viaje, parte ensayo fílmico, Sans Soleil nos hacía viajar de la misma manera que viaja la memoria: por diferentes lugares y tiempos, sin causalidad aparente.

Hay mucho de Sans soleil en Untitled, la película póstuma de Michael Glawogger, completada por su editora, Monika Willi. Es un diario personal, narrado en tercera persona, que nos lleva de viaje por los Balcanes, Italia, Marruecos y el oeste de África, sin seguir ningún tema en particular. Me gusta pensar en Untitled más como un ensayo que como un documental, aunque cuente con algunos de los rasgos de este tipo de cine, como la observación minuciosa, el acercamiento máximo a la acción y al sujeto de estudio o la capacidad de revelar realidades escondidas.

Michael Glawogger logra que las imágenes piensen por sí mismas, que el espectador abra los ojos y se encuentre ante una la poética de la realidad cotidiana, ya sea en el frío invernal de Serbia o en la noche sin electricidad de Sierra Leona.

El director murió de malaria en 2014, mientras realizaba la que sería su última obra. Sirva como testamento esta emocionante película, que nos hace sumergirnos en la inmensidad del mundo y transformar la pantalla de cine en un espejo donde poder vernos a nosotros, seres humanos, en toda su absurdidad y grandeza.

 

Grab and Run (Roser Corella)

Una de las excusas más falaces que se invocan para justificar actos terribles es el de “la tradición”, un comodín que puede responder a los orígenes del acto, pero que en ningún caso lo puede excusar. Hay una línea muy fina entre el necesario respeto por las tradiciones de otras culturas y la condena por hechos inhumanos. Sin embargo, es necesario saber dónde colocarse, evitando mirar hacia otro lado.

La realizadora Roser Corella parece moverse alrededor de esa línea. En Grab and Run nos acerca la realidad que sufren muchas mujeres de Kirguistán, donde, invocando a la tradición del Ala-Kachuu, son secuestradas por grupos de hombres y forzadas a contraer matrimonio con algunos de ellos. Se trata éste de un relato cercano, que intenta mirar todos los lados de un prisma complejo y nos muestra hasta qué punto algunas tradiciones pueden ser más fuertes que el sentido común.

En Grab and Run, la cámara se sitúa cerca, muy cerca del problema, dentro de las casas, en los pueblos donde se producen estas aberrantes situaciones. Oímos el punto de vista de las mujeres, muchas de ellas prisioneras resignadas, alguna que lucha en secreto. También el de los hombres, principales beneficiados, que se toman los secuestros como un juego y excusan la tradición en las dificultades para encontrar esposa en el entorno rural. Ahí es donde encontramos las principales bondades de este documental, mostrar todos los puntos de vista y elegir uno, el lado de las oprimidas.

Es impactante saber cómo el Ala-Kachuu ha sufrido un rebrote en los últimos años. Algunos de los testimonios, desoladores, nos permiten reflexionar sobre otra falacia: la de la supuesta evolución lineal de la Historia, en la que todos iríamos en la dirección correcta hacia la libertad, el respeto y la igualdad. En ese sentido, el documental de Roser Corella nos interpela sobre la fragilidad de los derechos y libertades que tenemos y sobre la eterna lucha humana entre opresores y oprimidos.

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