Se cierra un nuevo ejercicio cinematográfico y de nuevo volvemos a echar la vista para atrás con el objeto de lograr resumir en diez películas lo que ha supuesto este año cinéfilo desde mi percepción estrictamente personal. Una percepción lastrada por los ya muchos lustros de cine que han condicionado mi inspección acerca de lo que yo entiendo debe poseer una película para poder seducirme. Unos ingredientes salpicados por mi pasión por el cine clásico y también por ese cine aguerrido surgido en los años sesenta. Pero igualmente sazonado por la cercanía que me transmite el séptimo arte producido en oriente y por esa nostalgia que desprenden aquellas obras empapadas por la forma de hacer películas que dominó la escena en los años ochenta y noventa, cine que me acompañó en esa añorada etapa vital que es la infancia y la temprana adolescencia.
Es por ello que quizás mi lista no parezca lo suficientemente valiente o atrevida, como la de algunos compañeros y colegas de otros medios. Cierto. Es una lista quizás algo previsible y por ello clásica. Y precisamente lo que me ha gustado del cine que ha llegado a las pantallas españolas este año es eso, la variedad de propuestas, cada una de ellas capaz de adaptarse a la ingente marea de cinéfilos que existen, que han aterrizado con sus aires divergentes, pero también académicos, a nuestras salas inyectando un perfecto equilibrio entre lo nuevo y lo viejo, lo radical y lo convencional, entre el cine de autor y el de grandes presupuestos, entre lo minoritario y lo mayoritario. Ese ha sido el principal triunfo de este ejercicio respecto al flojo resultado del período anterior.
A ello han contribuido tanto autores noveles como viejos maestros y sagas que parecen no tener fin como la de Star Wars que ha hecho que 2016 sea uno de los ejercicios más exitosos desde el punto de vista de la taquilla. Un año que ha sido el de la consolidación o alumbramiento de jóvenes talentos como Jeff Nichols, S. Craig Zahler, Peter Strickland, Robert Eggers, Fede Álvarez, Raúl Arevalo, Rodrigo Sorogoyen, Tom Ford (joven por su reciente carrera en el cine), David Mackenzie o Dagur Kári combinado con la aportación de grandes autores, ya muy consolidados, cuyas nuevas aventuras siempre son un placer poder contemplar. No hemos estado faltos de nombres como Arnaud Desplechin, Pedro Almodóvar, Aleksandr Sokúrov, Todd Haynes, Quentin Tarantino, Paolo Sorrentino, Denis Villeneuve, Cristian Mungiu, Mel Gibson, André Téchiné, Paul Verhoeven o Park Chan-wook —por poner solo algunos ejemplos— que han regado con su poderoso armamento cinematográfico las pantallas españolas.
Además de lo añadido, el cine de 2016 llamó la atención por otros tres hechos. En primer lugar por las magníficas obras de cine de animación que han llegado y van a llegar en los próximos meses a nuestras salas. Sin duda ha sido el año del cine de animación, un género a veces maltratado por los más puristas que ha demostrado que en su universo cabe todo tipo de historias y atmósferas manifestando no solo un exquisito gusto artístico en lo referente al trazo de sus dibujos, sino igualmente en el relato de unas historias plenas de ternura y fatalismo. En segundo lugar destacó la magnífica calidad exhibida por el cine español. Si bien la línea editorial de la web no me ha permitido incluir en mi listado cintas como Julieta o Que Dios nos perdone, las mismas podrían formar parte sin problemas de mi top 10 personal. A ello se suma la presencia en el top general de la web de tres películas españolas que no he podido disfrutar pero que todo apunta a su espléndida envoltura y la sensación de que se podría armar un top diez de películas españolas de una inmensa calidad y de difícil objeción por parte de los numerosos haters con los que cuenta nuestro cine. Y el tercero por la comparecencia —si bien yo no soy nada fan— del cine portugués, por fin, en nuestras salas con tres nombres de referencia como Pedro Costa, Miguel Gomes y Rita Azevedo Gomes.
Sin más aquí os dejo las que para mí han sido las diez mejores películas, desde el punto de vista maldito, del año.
10 − El recuerdo de Marnie (Hiromasa Yonebayashi)
Anunciada como la última producción de los estudios Ghibli, El recuerdo de Marnie supone un honesto homenaje a los maestros que hicieron grande la animación japonesa. Su dibujo de trazo clásico acicala una historia tan triste como hermosa que se atreve a filosofar sobre los misterios que encierra la depresión sufrida por los seres más débiles y necesitados de cariño como son los niños. Tierna, elegante, sensible, onírica y narrada a través de una poesía extrema donde la alegoría y el simbolismo campan a sus anchas para hipnotizar tanto a niños como a adultos, su belleza innata seduce a través de un encantador cuento de hadas y fantasmas que acoge en su seno un memorable ejercicio que, sin buscar explicar el porqué, describe el tormento que castiga nuestra mente con un suplicio para el que siempre hay una luz al final del camino. Inolvidable, sorprendente y conmovedor final para una obra que queda grabada en el corazón.
9 − El ciudadano ilustre (Mariano Cohn, Gastón Duprat)
Tras ser agasajado con el Premio Nobel de literatura, el egocéntrico y falsamente modesto Daniel Mantovani, un intelectual argentino que dejó su localidad natal para afianzar su carrera literaria en tierras europeas, recibirá la invitación del alcalde de su pueblo para ser homenajeado por sus paisanos al haber sido nombrado ciudadano ilustre de la localidad. Partiendo de este argumento, que podría haber desembocado en la típica historia de choque cultural entre el sibarita urbanita y el embrutecido ambiente rural de sus orígenes, la pareja Cohn-Dusprat decidió derivar su obra hacia una tragicomedia costumbrista que reflexiona sobre la soledad del arte y sus artistas obligados a deambular en los confines de un mundo visceral, corrupto e interesado ajeno a la sensibilidad propia del ejercicio literario. Pero lejos de apostar por lo fácil, la película ahonda en lo absurdo del propio arte, no siendo para nada complaciente con un protagonista tan oscuro como enigmático, una parodia de sí mismo resentido con sus antiguos amigos y con un pasado que marcó tanto su presente como su vacío futuro. Áspera, amarga, divertida, descabellada e impregnada de una mala baba que se siente cercana, El ciudadano ilustre se alza como una sublime sátira que sabe mofarse de sus propias contradicciones y que está interpretada como los ángeles por un Óscar Martínez que borda su omnipresente papel, premiado en Venecia con todo merecimiento, dotando a la cinta de un magnetismo que no sería el mismo sin su magistral presencia.
8 − Midnight Special (Jeff Nichols)
Película que ha sido castigada por su propia productora a pasar desapercibida por las salas de medio mundo, Midnight Special se asoma como la obra maldita de Jeff Nichols cuyo fracaso comercial estaba más que anunciado. Porque Nichols renunció a realizar la típica producción de ciencia ficción cargada de efectos especiales y fuegos artificiales y carente de alma. No. Nichols decidió por contra filmar una cinta con escasos, y necesarios, efectos visuales, pero armada de una misteriosa poesía que evoca a sus primeras obras y asimismo al cine de John Carpenter, no solo en el trazo humanista que exhiben los personajes sino igualmente en una banda sonora minimalista adornada con esos sintetizadores presentes en las composiciones de Carpenter.
En Midnight Special hallamos buena parte de las obsesiones de Nichols. Su gusto por la composición paisajista y por la narración a través de la imagen y los silencios. Su artesanía clásica que huele a western fordiano. Su admiración por el mundo del cómic. Sus historias marcadas por viajes interiores que transforman a los protagonistas sin que aparentemente haya pasado nada en su desarrollo. Su desconcertante grafía, que evita dar explicaciones innecesarias acerca del pasado ni el futuro de los personajes, dejando que sea el espectador quien trate de resolver un enigma indescifrable y para el que quizás no exista respuesta. Su fascinante elenco protagonista que cuenta con su inseparable Michael Shannon en uno de esos papeles que cuestan quitarse de la cabeza una vez finalizada la obra.
Por todo ello Midnight Special se eleva como una de las mejores propuestas de ciencia ficción filmada en los últimos años gracias a su particular alegoría que derrite una maravillosa parábola acerca de las complejas relaciones de amor paterno filial que tratan de sobrevivir en un mundo ajeno a la fantasía y al más allá. Larga vida a Jeff Nichols.
7− Sing Street (John Carney)
En estos tiempos deprimentes, vacíos y terriblemente pesimistas que nos han tocado vivir, una película como Sing Street es más que necesaria. Ella evoca todo lo que no encontramos en nuestro día a día. La juventud perdida y añorada que siempre miramos desde la nostalgia. La alegría de vivir que significa deambular por la adolescencia. La revisitación de esos primeros amores imposibles que seguramente estarán condenados a fracasar a medida que nos hacemos responsables y aburridos. Los sueños compartidos con nuestros amigos compañeros de batallas perdidas de antemano. La música como medicina de escape frente a la enfermedad del mundo adulto. Y que música. Una maravilla de partitura que rememora las melodías de los años ochenta en un juego que nos atrapa en una espiral de melancolía y buenos sentimientos. De esa locura pasajera necesaria para desconectar por una hora y media del tormentoso presente.
Es cierto que lo que propone Sing Street no resulta para nada novedoso ni innovador. Que sabemos de antemano el final de la historia y que la misma puede que esté adulterada para conseguir conmover al espectador. Pero que más da. Sing Street es una película mágica que convence en virtud de su espontaneidad, de su alegría, de su encantadora radiografía de los años ochenta y de la felicidad que desprende contemplar a unos adolescentes con los que resulta fácil empatizar viéndolos luchar por sus sueños en medio de una banda sonora que engancha y seduce incluso al hombre más gris.
6− La doncella (Park Chan-wook)
La doncella viene a refrendar a Park Chan-wook como uno de los autores de referencia de los últimos años. Poseedor de una grafía muy personal, en este nuevo proyecto Chan-wook vuelve a jugar con el espectador trasladando al mismo hacia un laberinto de sensaciones y sutilezas narrativas que converge hacia los vértices de un rompecabezas repleto de un pérfido humor negro salpicado por un hilo surrealista que aspira las temáticas y obsesiones fetichistas del mismísimo Luis Buñuel.
Su narración circular que deforma la prosa del estilo de las cajas chinas, sus saltos de espacio y tiempo, la esquizofrenia que persigue a ciertos personajes que no sabemos si se confunden en rostros divergentes, la convierte en una cinta que es imposible disfrutar si se pretende encontrar una lógica a su enrevesado engranaje dramático. Excesiva, grotesca, elegante —pulcritud mostrada incluso en las hermosas escenas eróticas que absorben esa partida de espejos a la que nos reta Chan-wook— y rodada con ese gusto exquisito propio de quien domina su oficio sin necesidad de repaso de última hora, La doncella es una joya perversa e inquietante, divertida y tenebrosa, que precisa de un espectador cómplice con las travesuras dispuestas por el autor de Oldboy que irán asomando por el camino con objeto de despistar y confundir a ese público que seguramente habrá echado pestes y aborrecido esta encantadora obra cumbre del siempre inteligente e incisivo Chan-wook.
5− Corazón gigante (Dagur Kári)
Corazón gigante viene a dar voz y rostro a aquellos personajes anónimos que tratan de vivir con dignidad y honestidad por encima de todo, aunque ello les castigue con la soledad y la marginalidad. Es la historia de un cuarentón, gordo y sin ningún atractivo físico aparente que malvive con su madre y su lucha por alcanzar la felicidad. Su felicidad, que no tiene porque ser la misma que impone la mayoría. La película se gana el cielo por dos motivos.
En primer lugar por la sencillez y la calidez con la que Dagur Kári dota a su obra. La cinta huye de esbozar complejos planos e intrincadas argucias argumentales. En su lugar la cámara, siempre sensata y perfectamente encuadrada a la altura de los ojos del protagonista, sabe transportarnos hacia la mente y ensoñaciones del encantador personaje interpretado por el memorable Gunnar Jónsson. La vida fluye sin obstáculos, combinando momentos cómicos con otros más trágicos, pero sin tomar partido ni adoctrinamientos. El patetismo de la bondad es reflejado sin críticas ni reflexiones, sino mostrando los efectos de su ejercicio… Unos efectos reveladores que nos enamorará de su practicante.
En segundo por la magnética interpretación de Jónsson que consigue conmover y seducir a todo tipo de público. Su mirada exenta de expectativas futuras, su torpeza, su compasión hacia el prójimo… es representada de forma convincente y muy cercana, legando así uno de esos personajes masculinos que quedarán marcados a fuego en la memoria colectiva.
4− Los exámenes (Cristian Mungiu)
Cristian Mungiu se muestra como uno de los más agudos y perfectos cronistas de las miserias y bondades surgidas en los últimos quince años en su Rumanía natal, y por traslado en la Europa contemporánea. Fino y sabio estilista, su obra está marcada por una sensación de amargura y fatalismo que exhibe la maldición que persigue al pueblo rumano desde tiempos ancestrales.
En su nueva película, premiada en Cannes con el galardón al mejor director, Mungiu vuelve a poner el dedo en la yaga acerca de las corruptelas, amoralidades y mundo de apariencias que definen a la clase media surgida tras el derrocamiento del Régimen de Ceaușescu. Una clase media que mira a Europa con envidia incapaz de alcanzar ese estatus de reconocimiento en un continente elitista y esnob que mira con desprecio al Sur.
En los exámenes Mungiu relata las vivencias de un reconocido médico rumano cuya vida parecería la envidia de cualquier ciudadano de aquel país. Pero pronto el disfraz desaparecerá, dejando el rostro al descubierto de un inmoral y adúltero galeno que humilla a su esposa con su desprecio y falta de cariño, cuyo único objetivo será que su hija apruebe la selectividad con nota para enviarla a estudiar al extranjero. Y para ello el protagonista se arrastrará pidiendo favores a personas de dudosa moralidad, recorrerá intrincados laberintos burocráticos donde todo, incluso la dignidad, tiene un precio, olvidándose de los propios sentimientos de su hija cuyo intento de violación días antes de la celebración de los exámenes parece no importar demasiado a su progenitor absorto en su único objetivo de conseguir una matrícula de honor indecorosa.
Mungiu adopta la forma de un periodista de sucesos, sin juzgar a sus personajes, describiendo por contra con todo lujo de detalles, gracias a su puesta en escena siempre sobria y precisa, las artimañas que se mueven en los ambientes políticos de una Rumanía corrupta y sin más ideales que el dinero y el éxito. Una obra que muy bien se podría trasladar a cualquier país europeo.
3− Carol (Todd Haynes)
Para un amante del melodrama clásico como un servidor una película como Carol supone toda una delicia que deleita los sentidos. Es por ello que no soy objetivo cuando me atrevo a afirmar que una cinta como Carol es lo mejor que le podía suceder al cine en los últimos años. Todd Haynes regresa al pasado. Regresa a sus obsesiones, entre las que se encuentran los melodramas filmados por Douglas Sirk para la Universal en los años cincuenta. Hay mucho de Sirk en Carol. Su estilo pomposo y artificial fiel reflejo de la falsedad de la sociedad donde tiene lugar la trama. Su poesía de la homosexualidad, en este caso mostrada de un modo más evidente que en las pretéritas perlas del alemán. Los encuadres perfectos y elegantes que vertebran una intencionada arqueología cinematográfica donde cada gesto tiene un sentido desde un punto de vista formal y espiritual.
Pero también hay mucho de Breve Encuentro y no solo en la famosa escena que ha sido mil veces comparada por otros tantos colegas. Y hay mucho de Visconti y de su gusto por captar la belleza. Y es que Carol es cine clásico en estado puro puesto al día gracias al atrevimiento, talento y sensibilidad de uno de esos autores refundadores del aroma de ese cine que conquistó el alma y corazón de las generaciones pretéritas de aficionados al cine que cultivaron el amor presente de las nuevas hornadas.
2− Anomalisa (Charlie Kaufman, Duke Johnson)
En el año de oro del cine de animación, el ínclito Charlie Kaufman retornó al cine legando al género una de sus obras más aterradoras y demoledoras. Kaufman, uno de los mejores retratistas del absurdo de nuestros días, otorgó el protagonismo de su obra a un motivador profesional desmotivado por su vacío existencial. Un hombre gris, aburrido y hastiado por el sinsentido en el que se ha convertido su vida. Una existencia que parecerá despertar de su letargo tras encontrarse en un frío e insípido hotel con un recuerdo de su juventud, otra inadaptada e insatisfecha mujer llamada Anomalisa cuyos complejos exteriores encuentran un lugar en los que cobijarse en el atormentado corazón de su antiguo amor.
Filmada en un hiperrealista stop motion que confiere a los personajes un rostro deformado, tan extraño como humano, Anomalisa es una película devastadora y terriblemente triste, en la que apenas existe hueco para la esperanza. Una oda que radiografía el mal de nuestros días, esas sociedades construidas en base a objetivos impostores y fraudulentos habitadas por seres insatisfechos incapaces de hallar un sostén al que aferrarse. Unas ciudades habitadas por fantasmas sin rostro ni alma, devorados por la monotonía del día a día y por la carencia de la calidez que confiere el amor verdadero. Todo ello convierte a Anomalisa en un tratado de filosofía existencial que vertebra una poderosa parábola acerca de los confusos y descarnados parajes que el hombre occidental recorre en su insignificante ridiculez camuflada en trascendencia intrascendente.
1− El cuento de la princesa Kaguya (Isao Takahata)
Y nada mejor para despedir este artículo que coronarlo con una película que huele a despedida. A la última película de un maestro del cine de animación como Isao Takahata, siempre a la sombra de Hayao Miyazaki. Al fin de la animación artesanal no contaminada con la presencia de ordenadores y simuladores de realidad. Al recuerdo nostálgico de la mejor tradición de narración japonesa condenada al ostracismo por la nueva cultura de consumo rápido que huye de silencios, reflexiones y parsimonia a la hora de construir el esqueleto argumental de una historia.
Filmada tras un laborioso esfuerzo de producción que abarcó más de ocho años de trabajo, hecho que infló su presupuesto hasta cotas irrecuperables en taquilla, El cuento de la princesa Kaguya es algo más que una película, alzándose como un emblema de una forma de concebir el arte en peligro de extinción. Sus dibujos cálidos, humanos, conmovedores, naturalistas y expresivos solo podrían ser logrados por la mano artesanal del hombre, la del maestro Takahata y su equipo de animadores. La cinta representa por tanto el triunfo del hombre frente a la tecnología. La victoria del alma y de la sensibilidad. Del talento y del ingenio. El desplegado por Takahata en esta obra crepuscular, triste y la vez hermosa, que disecciona la condición humana con una sencillez que asusta. El despertar de la vida, el paso del tiempo, la pérdida de la inocencia y la muerte están presentes en esta epopeya más grande que la vida que adquiere dimensiones proféticas e inolvidables para un servidor. Porque El cuento de la princesa Kaguya no solo ha sido para un servidor la mejor película estrenada en cines españoles este año, sino que igualmente permanecerá en la cumbre de la historia del cine durante muchos años, en la medida que aún conservemos ese aura humana no decapitada por la excesiva presencia de tecnología en nuestros días.
Feliz 2017 de cine.
Todo modo de amor al cine.
Sobre El extraño yo si que no fuí complice del director, pero a estas alturas me pregunto con que objeto nos puede atrapar o es necesario seguir esta narracción, porque realmente es lo que es, llena de preciosismo. Mientras la estaba viendo pensaba que mejor que esto es poder disfrutar de un buen libro. Sí que el cine es contar con imágenes, pero en los márgenes es donde nos encontramos lo que es posible en su visión y esta película no te lo aporta.
Entiendo que te refieres a la película de Na Hong-jin. No la incluí en mi top personal porque me dejó un gusto agridulce. Es cierto que sus imágenes son perturbadoras, y la trama bebe de ese thriller protagonizado por psicópatas que me atrajo bastante. Sin embargo no me acabó de cautivar del todo, quizás porque no caí en su juego perverso. No obstante creo que es una película muy interesante.