Las líneas discontinuas (Anxos Fazáns)

Con Las líneas discontinuas la cineasta gallega Anxos Fazáns se encamina directa a conseguir la repercusión que se le negó con su ópera prima, A estación violenta, aunque repita la estrategia de producción que ya se vislumbraba en su anterior trabajo; disertar acerca de la relación de personajes siguiendo una puesta en escena concisa, herramienta siempre anhelada por aquellos creadores que se mantienen en los márgenes de la producción audiovisual. En este segundo largometraje, Fazáns propone el enfrentamiento entre dos caracteres opuestos en su escala social, y totalmente diferentes en sus perspectivas vitales; esta contraposición tiene su origen en Bea, una mujer de 50 años que tras su divorcio orbita en una crisis vital interrumpida por un joven quien, tras una noche de fiesta, decide colarse en su casa y pernoctar en ella. El desencuentro pronto vira hacia una unión quizá radicalmente necesaria para ambos protagonistas; la inmersión que la película hace hacia las propias psicologías de los personajes deja en evidencia las ansias de ambos personajes por efectuar una necesaria supervivencia, una lucha en la que ven como el complemento entre ambos se antoja como la única manera de batallar contra un presente que aguarda pocas esperanzas para ambos.

Las intenciones de Anxos Fazáns quedan claras desde el inicio, estableciendo un punto de encuentro tan cercano como el propio domicilio de la protagonista. Ella, una mujer de mediana edad en plena crisis sentimental, y que en pleno proceso de separación ve como se establece en su vida un punto de inflexión dramatizado en los recuerdos que aguardan en lo que fue su hogar familiar. Un habitáculo repleto de ítems de una vida pasada, atrezo de un presente con pocas esperanzas salvo por la aparición del joven Denis, un encuentro fortuito con dos personalidades totalmente opuestas pero en obligación a entenderse. A él lo vemos dentro de un equilibrio inestable que parece navegar sin rumbo por su post-adolescencia; a ella, navegando dentro de un nuevo capítulo vital al que no acaba de acostumbrarse. Una extraña pareja que encuentra en el hogar de la mujer una capsula perfecta para que ambas supervivencias vitales se fusionen por pura necesidad racional.

De Las líneas discontinuas cabe señalar su narrativa elegante bajo la que la cineasta gallega nos permite descubrir el pasado y presente de ambos personajes, y el cómo ambas personalidades se complementan sin articular excéntricos artificios dramáticos, lo que nos permite comprender que esta inhóspita relación acabe funcionando. Una introspección hacia dos caracteres desde la que intuir sus frustraciones y esperanzas a través de una perspectiva muy humana, dotando a la historia de una sensibilidad especial. Las interpretaciones de Mara Sánchez y Adam Prieto, contenidas y delicadas, son esenciales para que el tratamiento cercano de la cineasta acabe funcionando, y en el que no sólo la palabra establece realidades, sino también los silencios y el idioma corporal. El trabajo actoral también tiene importante cometido a la hora de reflejar una de las diatribas más importantes de la película; el choque generacional en el que pasado y presente se confrontan bajo dos concepciones diferentes de comprender las crisis vitales. La película es consciente de que no requiere de ampulosas pretensiones dramáticas para poner encima de la mesa esas inquietudes existenciales, y deja que sea el propio fluir de los personajes lo que acabe construyendo el relato; una naturalidad propia del mejor indie norteamericano, del cual es evidente su herencia aquí.

Sería injusto olvidar la propia estética lumínica que tiene Las líneas discontinuas, que provoca una asimilación fácil de su modesta puesta en escena, en la que encontramos una localización principal (el piso de Bea, campo de acción del romance), sin obviar que en algunos momentos veamos discurrir a alguno de los personajes recorriendo paisajes orográficos a modo de metáfora. Además, se distingue un enfoque musical que otorga una inesperada cualidad ‹pop›; él es un joven trans con ansias artísticas dentro de la música electrónica, y ella recuerda con añoranza su pasado como importante parte interviniente del mundo discográfico nacional, lo que acaba proponiendo un agradecido componente melómano. Esto, aún yendo más allá de las alusiones biográficas de los protagonistas, culmina en su desenlace con una inclusión sonora tremendamente eficiente como el tema ASMR para ti de Triángulo de Amor Bizarro, que irrumpe en el momento justo para exudar la melancolía de esta inesperada unión y sus inmediatas consecuencias.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *