La perla (Emilio Fernández)

La Perla es uno de esos milagros que fueron forjados en la época de esplendor del cine clásico mexicano, o como es conocido a nivel popular, el cine de oro. Buena parte de la responsabilidad de la edificación de esta obra cumbre del cine latino se halla en la conjunción de talentos que unieron sus destinos, entre los que destacan sobremanera su director y guionista Emilio Fernández, el fotógrafo Gabriel Figueroa y la química que desprendieron dos grandes intérpretes del cine mexicano, el legendario Pedro Armendáriz y la angelical María Elena Marqués. Todos ellos, sin olvidar la inspiración del resto del equipo que fue tocado por la varita mágica de la genialidad, contribuyeron a moldear una obra que entra por los ojos, pero que termina empapando el alma gracias a su peculiar poesía de la desgracia. Una desdicha que persigue a esos miserables sin posesiones a las que aferrarse condenados a vagar por un mar de tinieblas y sombras.

En este sentido, La perla se eleva como una obra de cine total. Narrada con mano firme por un Emilio Fernández quien sabía dominar como nadie, merced a su talento innato para contar historias, el tempo narrativo del lenguaje cinematográfico, unificando así momentos intimistas con otros más dinámicos, hecho que evita que la trama caiga en puntos muertos, fluyendo la acción como un torrente de emociones y sentimientos que impactan en el corazón del espectador en base a su estremecedor realismo. Un realismo tejido con honestidad y elegancia por el poeta Fernández, el cual huye de sensacionalismos e hipocresía abrazando una grafía que bebe directamente de las enseñanzas aprendidas en el ciclo de películas del maestro Sergei Eisenstein que el azteca tuvo la suerte de disfrutar durante su estancia en los EEUU.

La influencia del cine soviético se siente en cada plano del film. Y es que La perla se beneficia de una factura visual impecable, vestida por los parajes y cielos salvajes del México rural radiografiado con la maestría de un pintor impresionista por el maestro Figueroa, quien retrató ese cielo mexicano adornado por tenues nubes, despejado de contaminación y colmado de fiereza en unos planos que evocan sin duda la esencia formal del maestro Dovzhenko. Igualmente el estilo paisajista que ostenta La perla toma prestado el sustrato pictórico creado por el muralista Diego Rivera vertiendo el particular universo indigenista que ostentaban los cuadros del mexicano en la recreación de las escenas más hipnóticas del film. Asimismo se nota el influjo que tuvo para Figueroa la obra de Caspar David Friedrich y de Velázquez, convirtiendo así su ropaje externo en un auténtico espectáculo para la vista.

La Perla es Emilio Fernández en estado puro. De una belleza impresionante, sus fotogramas adoptan la figura de cuadros en movimiento. El autor de Enamorada era un cineasta tenedor de una prosa salvaje y muy nacionalista que exaltaba con orgullo y entusiasmo en sus mejores films. Unas obras siempre dotadas de una fuerza descomunal, untadas de arrebato y fiereza. A ello se añade que nos encontramos ante una de las mejores adaptaciones de John Steinbeck jamás filmadas. Quien haya leído el relato corto escrito por el novelista estadounidense percibirá que el guión de Fernández se mimetiza con las páginas del libro, resultando una adaptación milimétrica y precisa que no se desvía ni un ápice de lo que el autor de Las uvas de la ira quería contarnos.

La cinta narra la historia de dos pescadores indígenas, Quino y Juana, quienes malviven en condiciones miserables junto a su hijo recién nacido en los alrededores de una villa sita junto al mar. Fernández arrancará su propuesta fotografiando una hermosa imagen de unas mujeres envueltas en un blanco manto que observan impasibles el romper de las olas del mar, sin duda temerosas de que éste devore las barcazas donde viajan sus maridos. Ello servirá de perfecta presentación para describir el talante de la pareja protagonista. Un Quino obsesionado con la idea de localizar una perla para sacar de la pobreza a su familia, y una Juana poseedora de ese carácter dócil y conformista de esas amas de casa sufridoras cuyo existencia se reduce al cuidado de sus hijos y del hogar. Sin embargo, la desgracia se cebará con el matrimonio cuando un alacrán inyecta su veneno en el diminuto cuerpo del bebé de Quino y Juana.

La pareja acudirá a la consulta del médico del pueblo, un galeno extranjero borracho y codicioso únicamente interesado en acumular dinero, descuidando por contra la atención de sus necesitados pacientes. Conocedor del estado de indigencia del matrimonio, el galeno rechazará atender a su pequeño malherido a menos que le procuren una copiosa cantidad de dinero.

Debido a las onerosas exigencias del facultativo, Quino acudirá al auxilio del mar para bucear en busca de un milagro. Y el milagro aparecerá en la forma de una piedra preciosa. Una perla fastuosa de incalculable valor. El encuentro con la gema trastocará el temperamento de Quino, quien se dejará adular por sus anteriormente despegados vecinos, convirtiéndose tras la posesión de la joya en un hombre egoísta, desconfiado y ambicioso.

La libertad que a priori trae consigo el dinero tornará por contra en una especie de cárcel que oprimirá la felicidad de los cónyuges. Un elemento traicionero e intrigante que acarreará engaños, malicia y desgracia a sus portadores. También soledad y muerte. Pues la riqueza quizás nos convierte en más pobres e indignos, al hacernos olvidar que la esencia de la felicidad se halla en las pequeñas cosas que compartimos con nuestros seres más queridos.

La Perla se alza como uno de los más hermosos poemas del cine latinoamericano. Una cinta que aúna ese mar, cielo y tierra encarnación de la naturaleza que cobija al ser humano. Una representación fidedigna en imágenes del cuento moral escrito por John Steinbeck bautizado en un canto que reivindica la humildad y la dignidad frente a esos falsos ídolos que abrazan el rostro de la riqueza, la envidia y la avaricia desmedida. Un retrato que no ha perdido un ápice de verdad que refleja la condición de la que estamos hechos los seres humanos. Obra de madurez de Emilio Fernández, sus inspirados planos rodados en exterior, sus contenidas interpretaciones, su puesta en escena contemplativa pero dotada de ese ritmo dinámico marca de la casa Fernández, convierten a La Perla una de las cimas del cine mundial de imprescindible visionado.

3 comentarios en «La perla (Emilio Fernández)»

  1. Ruben, quiero felicitarte por tu gran labor en la elaboración de tu resumen. Me ha dejado impresionado con la facilidad que tienes para expresarte tan bien en tu resumen, tus ideas combinadas con tu vocabulario hacen de tu ensayo uno extraordinariamente magistral.
    Mis respetos por tu habilidad de expresión tan bonita que me hacen imaginar la pelicula. A medida que leo tus palabras e ideas tan bien desarrolladas.
    Felicitaciones!

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