La novelista y su película (Hong Sang-soo)

Embrujos de lo real

El primer plano de una mano enguantada acariciando, suavemente, la portada de un libro, aquel con el que Hong Sang-soo abre su nuevo trabajo, La novelista y su película, bien podría valer como representación de la elegancia y la mesura a través de la cual la obra del cineasta surcoreano deja, una y otra vez, un enigmático poso emocional en el espectador. Un acercamiento único a lo real que, otra vez, accede a una nueva dimensión al hallar su significación en un reflejo cinematográfico abierto a la abstracción. Un reflejo que no es solo el propio filme, sino también el que, como en otros desenlaces en la filmografía de Sang-soo, sus personajes terminan observando en una sala de cine.

En La novelista y su película, buena parte del metraje sucede durante «uno de esos días extraños en el que estás con tanta gente conocida», como se llega a decir en una de las muchas conversaciones que marcan la narración de la cinta. La visita a una librería donde trabaja una vieja amiga lleva a una novelista en una crisis creativa, Jun-hee (Lee Hye-young), a tener varios encuentros fortuitos a partir de los cuales decidirá rodar una película con una actriz que acaba de conocer, Gil-su (Kim Min-hee). Todo ello queda maravillosamente englobado en una estructura circular que conduce a Jun-hee a la librería de su amiga para, finalmente, en una especie de catarsis metacinematográfica, concluir, meses después, con el visionado en solitario de Gil-su de la película filmada por la escritora.

La puesta en escena desplegada por Hong Sang-soo se eleva sobre detalles que resultan imperceptibles, por una parte, por la sutileza de su grafía visual, pero, por otra, a causa del embrujo que genera un estilo tan singular como el suyo. En el cine del director de Delante de ti (2021), la idea de un encantamiento espectatorial resuena con más intensidad de lo que pueda parecer, como es el caso de La novelista y su película, filme plagado de apariciones fantasmagóricas. En cada uno de los encuentros de Jun-hee con personalidades que formaron parte de su vida años atrás, parece emerger un sentimiento amargo de un pasado que se intenta superar. Todo ello se contrapone a la conexión emocional y la calidez que le transmite la figura de Gil-su. En su primer encuentro, la composición del plano separa, mediante un tercer personaje, a las dos mujeres. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre con ese tercero, sus miradas se cruzan, revelando una unión emocional que, minutos más tarde, se verá representada en la imagen al desaparecer cualquier línea divisoria entre ellas. Algo similar ocurre con una de las ayudantes de la librería en una secuencia en la que enseña una frase en lenguaje de signos a la protagonista, donde la expresividad del gesto, lograda a través de su perfeccionamiento, concluye en otro vínculo emocional.

La aparición espectral y la unión silenciosa se entrelazan, no obstante, en uno de aquellos momentos únicos en el cine de Hong Sang-soo. La presencia espontánea de una niña tras la ventana del restaurante donde comen Jun-hee y Gil-su, sublima el carácter fantasmal de La novelista y su película al trasladar su materialidad a un terreno maravillosamente confuso. Todo ello queda formalizado, en general, por una fotografía en blanco y negro verdaderamente excepcional que muta al proyectarse la película final. Una extensión en forma de imágenes en movimiento que sintetiza y, al mismo tiempo, expande; la poética de una mirada capaz de dejar una huella interminable en el cine contemporáneo y, pese a eso, todavía resulta indiscernible.

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