La muerte de Dick Long (Daniel Scheinert)

Que el humor que transita Daniel Scheinert derrocha un trazo grueso, lejos de sutilezas, abanderado de una negrura y cierta mordacidad bien implementada en ese particular marco, es algo que no arroja atisbo de duda: basta con conocer las premisas de algunos de sus largometrajes hasta la fecha, tanto los dirigidos junto a Dan Kwan (con el protagonismo de ese cadáver en Swiss Army Man, por ejemplo) como el que nos ocupa, su debut en solitario (donde una inseminación animal se cierne sobre la muerte del involuntario protagonista —por su correspondencia en el título del film, más que nada— de La muerte de Dick Long), para vislumbrar unas afinidades un tanto estrambóticas desde las que transitar terrenos colindantes de la comedia estadounidense más grosera, hilvanando de ese modo un particular retrato de la otra América, esa donde perviven seres perdidos y al margen de la sociedad —ya sean desheredados, inmigrantes o ‹rednecks›, como en el caso que nos ocupa—.

Podríamos decir pues que La muerte de Dick Long se acerca indisimuladamente a terrenos “coenianos”, pero lo hace al mismo tiempo tomando una distancia para con el cine de los autores de Fargo, transformando esa ironía de la que siempre han hecho gala en una suerte de ternura, desde la que asimilar el carácter y conducta de individuos que están tan dejados de la mano de Dios como los terrenos que frecuentan, y transformar su periplo en algo más que una broma macabra y cruel. Un hecho constatable a través de la forma de afrontar un conflicto que, pese a lo rocambolesco de su origen, no rehúye un barniz ciertamente dramático que sirve para poner de relieve y sobre el tapete la condición de esos personajes así como un proceder que parece nutrirse de la comedia norteamericana más descacharrante pero en realidad evidencia un desequilibrio patente en su hacer.

Las absurdas peripecias que surgirán a raíz de esa extraña noche donde se producirá la muerte de Dick Long, no hacen sino reflejar un particular estado en el que reverbera la condición de esos personajes. Scheinert esgrime su punzante retrato sin dejar nada en el tintero, siendo consciente de que si precisamente hay algo que parecen manifestar sus protagonistas es una falta de responsabilidad patente: no tanto porque sean más o menos conscientes del efecto que puedan tener a la larga sus acciones, sino más bien por una necedad involuntaria, casi despojada de su significado intrínseco. No obstante, y lejos de alimentar esa circunstancia hasta las últimas consecuencias, el cineasta termina exponiendo una realidad que se aleja de los desvíos y evasivas tomadas por Zeke, uno de los dos amigos de Dick, que se convertirá en el principal actor de una destartalada función.

La composición de ese universo tan singular —que, como decía, tiene sus ecos en el cine de los Coen— no sólo queda expuesto en la conducta de ese par de ‹rednecks› —sí, tienen otra perspectiva y van a conciertos de Papa Roach, pero no dejan de ser en el fondo una evolución de lo que conocemos como ‹redneck›—, también en un surtido de pintorescos personajes que sobrevuelan el panorama: basta con echar una mirada en el interior de la comisaría local para percatarse de que su virtud no será la que los lleve al fondo de la cuestión. La muerte de Dick Long compone con esos mimbres una comedia donde rezuma el disparate, pero que ante todo huye de cualquier juicio posible, describiendo además con una mirada un tanto entrañable un microcosmos donde no hay lugar para la redención: los actos tienen consecuencias, aunque estas se antojen triviales y terminen en el rellano de un motel de carretera buscando una nueva perspectiva desde la que reacondicionar el propio periplo más que una razón de ser incuestionable.

Puedes ver La muerte de Dick Long en Filmin:

https://www.filmin.es/pelicula/la-muerte-de-dick-long

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