La cara oculta del Mundial (Adam Sobel)

Una de las pocas cosas que ha puesto de acuerdo a la práctica totalidad de los aficionados al fútbol en Occidente es el rechazo a que el Mundial de 2022 se celebre en Qatar. Además de ser un país con escasa tradición en el balompié y envuelto en un clima político complicado (a su escaso sentido democrático hay que sumarle la inestabilidad de la región), se le añade un hecho deportivo insólito en la historia de la Copa del Mundo: el torneo se celebrará a finales de otoño y no en verano, debido a las altas temperaturas de la zona durante la época estival, lo que ocasionará un completo cambio en el calendario futbolístico de la temporada. Un desastre que llevó a que mucha gente sospechara sobre las verdaderas intenciones de la FIFA al tomar esta decisión. Blatter siempre defendió la universalización de fútbol —criterio por el que se concedió la organización del Mundial 2010 a Sudáfrica—, pero él mismo confiesa haber estado en contra de que el Mundial 2022 se vaya a disputar en Qatar. Aun así, los recelos acerca de posibles maniobras corruptas se mantienen a día de hoy.

Por si fuera poco, hace un tiempo comenzaron a aparecer informaciones acerca de las pésimas condiciones sociolaborales de los trabajadores encargados de construir los estadios que albergarán los partidos del Mundial. Varias ONG denunciaron que la mano de obra se nutre en su gran mayoría de migrantes procedentes de países pobres como Nepal, Bangladesh e incluso regiones africanas, una situación de la que se aprovechan las empresas para pagarles una miseria, hacerles trabajar muchas más horas de las debidas y recluirlos en unas instalaciones enanas, que apenas pueden abandonar sin arriesgarse a verse desposeídos de su empleo. Algunos de estos hombres llegaron a perder la vida durante el desempeño de sus funciones. La revelación de todo este horror a la opinión pública supuso el golpe definitivo para que los amantes del fútbol terminasen por desconfiar de este torneo.

Precisamente sobre los trabajadores de Qatar 2022 trata el documental La cara oculta del Mundial (The Workers Cup), un trabajo realizado por el director estadounidense Adam Sobel, que tras varios proyectos para TV se trasladó al país árabe durante 5 años para preparar y rodar esta pieza cinematográfica. Como excusa para hablarnos acerca de las pésimas condiciones laborales de los migrantes que trabajan en la organización del Mundial, Sobel aprovecha la celebración de un torneo entre los trabajadores de las empresas que colaboran en la preparación de la Copa del Mundo. Un curioso evento que se puede considerar un vulgar circo para contentar a los trabajadores y tratar de limpiar la imagen pública de la organización, pero realmente los propios participantes en el torneo reciben la noticia con mucha ilusión.

Lo interesante aquí es que Sobel pone nombre y da voz a varios de los integrantes de GCC (Gulf Construction Company), una de las varias empresas que trabajan para la organización de la Copa del Mundo. El cineasta nos acerca a los empleados en esta compañía, cada uno con su personalidad, su pasado y sus ambiciones. La celebración del torneo de trabajadores es vista por algunos como una oportunidad para mostrar su talento futbolístico o simplemente para evadirse de la dura realidad que les espera en su rutina del día a día. La cara oculta del Mundial mezcla estos aspectos horribles del fútbol moderno con otros más bonitos, que han sido y serán inseparables de este deporte. Fundamentalmente, aquello que sucede en el campo: el esfuerzo físico, el talento, el arte de la táctica, el trabajo en equipo y el sentimiento de camaradería que emerge. Sobel nos transmite todo esto a través de imágenes sueltas de los partidos, dirigiendo su cámara tanto al terreno de juego como a banquillo y gradas. El film aparca entonces sus pretensiones de denuncia durante unos minutos, algo que también va en consonancia con otra de las grandes características del fútbol: es un espectáculo maravilloso para abstraernos de la realidad durante hora y media. Esa es exactamente la duración de un documental que, además de sus mencionadas virtudes, sirve como testamento para recordar las caras de aquellos que harán realmente posible la celebración del Mundial de Qatar, algo que probablemente se le haya olvidado a la mayoría de la gente una vez el balón eche a rodar en el partido inaugural.

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