La alternativa | Kryptonita (Nicanor Loreti)

El universo DC Comics transforma la retórica en movimiento. Las expectativas de fans y curiosos siempre son tan extensas que impiden complacer a nadie, pero su fuerza de atracción es superior a cualquier mala crítica. Da igual el resultado, te llama como un canto de sirena para que llegues hasta ella, es una perdición. Hoy en día encontramos a los Suicide Squad dispuestos a alborotar el mundo conocido, pero no sólo aquello que patenta DC tiene este halo de héroe solitario y valiente, porque la imaginación es un poder que, por encima de la opción de volar, es definitivo.

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Leonardo Oyola es uno de esos seres afortunados, que con una base literaria fue capaz de elucubrar una nueva saga de héroes perdidos. En 2011 escribió Kryptonita, novela en la que se ha basado Nicanor Loreti (Diablo) para realizar la película homónima, una que ofrece la desbordada imaginación.

Todos conocemos a «La liga de la justicia», y admiramos siempre estas colaboraciones excepcionales entre superhéroes por su combinación de poderes y el reclamo de “prensa rosa” por la lucha de liderazgo y sus intentos de fomentar el compañerismo. En el cine disfrutamos ahora de la telenovela conformada por Marvel con todas las películas que enlazan entre ellas y culminan en un momento u otro con una versión comunitaria en Los Vengadores. Excepcional fue también la actuación de Zack Snyder con la adaptación de Watchmen, que precisamente es el elegido para transformar a los primeros justicieros en película, y el imperio de Frank Miller, la parte oscura en papel de DC, que hizo caminar por penumbras en esta ocasión a antihéroes en Sin City.

Pero «La liga de la justicia» tiene algo que supera a los demás, es el grupo predilecto en cuestión de disfraces, tiene una mezcla de acolchados y coloridos que todos quieren imitar y que ya reconocemos como si formaran parte de la cultura popular. Así nos resulta más sencillo encontrar paralelismos entre este grupo y Kryptonita, que desde su título nos incita a pensar en Superman, ese que entra en nuestras vidas antes de tener conciencia de su importancia. Tirando del hilo encontraremos a su alter ego, Clark Kent, y recordamos que todo el mundo tiene secretos y dobleces, y al mismo tiempo, puntos débiles que los reconocidos como villanos, contrarios al bucle perfecto de mallas azules, explotan para ganar su lugar en el mundo.

Kryptonita explota todo lo comentado hasta ahora, es el villano que aporta lo que peor llevan todos estos personajes: la flaqueza humana, su gran debilidad. Contempla la posibilidad de héroes que no se reconocen como tales y les ofrece pisar su sombra, en el suelo, para justificar el aquí, el ahora.

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Un hospital decadente, un médico acabado y una manada de seres que entran arrastrando a uno de ellos, todos vestidos con colores característicos, sucios, derrotados, buscando la seguridad. Aquí entran en bucle los paralelismos, otra liga justiciera aparece en los suburbios de una Argentina oscura, nocturna, peligrosa. La película blinda el escenario a unas pocas habitaciones y nos condiciona con algo muy argentino, la labia. Primero se juzgan historias que humanizan al héroe, uno a uno, como confesiones frente a una bebida destilada, para poco a poco engrandecer su esencia, aunque nunca de un modo glorioso. En cierto modo Loreti parece evitar los grandes estruendos y efectos visuales en una gran parte del film, delegando la historia en la privacidad, más allá de las capacidades superlativas de cada miembro de la banda. Como pequeños extractos que les convierten en individuos relatan su esencia y evocan a los escritores más duros de los respectivos cómics de los que parecen haber escapado, inspirándose en algunas de las películas citadas anteriormente para dar cierto empaque a este diálogo.

Una vez bajada la gloria a la tierra tiene que llegar el momento de devolver los golpes de la vida y promover un ataque brutal, la lucha entre antagonistas en busca de vencedores justos, el día a día de cualquier ser superior. Poco a poco identificamos estos alter egos, espejos raídos que nos devuelven a Superman, Batman, La Mujer Maravilla… hasta completar el equipo, desvelados por su potencial y la equipación sencilla de sus cuerpos.

Rezuma franqueza a la hora de redibujar la figura del héroe despojado de sus accesorios más espectaculares y aún así cerrar un relato pleno con un concepto más básico, el de la palabra. Kryptonita no elude los poderes que identifican a cada personaje, pero sí dosifica sus funciones para convencer de su forma única en un lugar donde siempre serán extraños y despojos.

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La noche arroja un manto a los otros, y el día despierta para devolverles al anonimato. Pero a cualquier hora son el elemento discordante que mantiene a ralla la realidad. Así, Kryptonita se salta lo de ensalzar a héroes de a pie, y busca entre personas únicas y anónimas para su propia re-lectura de la excepcionalidad. Y le resulta bastante bien.

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