Cuando todo puede ir a peor.
En clave de comedia negra se afronta en Brothers’ Nest el asesinato perfecto, solo que nada ni nadie parece abrazar la perfección en este nido familiar. Nos encerramos así con los hermanos Terry y Jeff en la antigua casa donde se criaron de pequeños para ver cómo interactúan e intentan llevar a cabo un más que planificado asesinato que cambiará el destino de ambos. Para ello Jacobson ha elegido el perfil de perdedores en potencia mirando su propio ombligo, no tanto porque sea él uno de los protagonistas sino porque, además, escoge a su hermano Shane Jacobson (a quien ya había dirigido en su primera película, Kenny) para darle la réplica.
Cruzando ese límite de intimidad nos enfrentamos a dos tipos de mediana edad con mucho que perder a punto de derribar sus vidas en busca de una justicia que nadie les ha pedido que reclamen. A través de sus diálogos vamos observando cómo se construyen sus motivaciones, sus personalidades y el juego de poderes que ejercen entre ellos, sabiendo en todo momento que nada de todo esto puede acabar bien.
Los diálogos son ácidos y las ocurrencias rocambolescas más propias de la inexperiencia que de la forzada situación consiguen que la película, dentro de la oscuridad propia del tema que trata, sea inteligente y divertida. Jeff lleva la voz cantante de un plan calibrado al minuto mientras a Terry se le hace cada vez más cuesta arriba sostener las motivaciones que les han llevado a ese lugar. Al mismo tiempo que hablan y ejecutan la previa a su gran crimen perfecto, vemos cómo la fina línea que sostiene este fin del mundo conocido se va diluyendo, y al traducir en palabras los pensamientos de ambos hermanos se ve con claridad el fango en el que se van a sumergir si no encuentran la motivación para cambiar de rumbo su plan.
Quizá la sintonía de ser realmente familiares hace más que creíble esa tensión y diferenciaciones entre los dos personajes principales, dos tipos carismáticos a la hora de ejecutar sus papeles, pero sin un atractivo concreto más allá de reconocerlos como personas que han perdido totalmente su propio horizonte. Esto nos lleva a ese momento en el que hay que seguir adelante sí o sí, ya no importa de qué forma, y es aquí donde, mientras se va desmoronando el perfecto e infalible plan ideado, también se desmorona el humor llevándonos a un drama catastrófico que le queda como un guante pese al cambio de ritmo. El frenetismo del momento y la evidencia de haber cruzado límites infranqueables nos transporta a otro film con otro carisma que engancha con la misma facilidad que en su apartado anterior. Y es que hay que ver qué bien le sienta el caos a aquellos que ya no pueden perder nada más y que falsa es esa frase porque, no lo vamos a negar, todo puede ir siempre a peor.
Brothers’ Nest no necesita de ‹flashbacks›, alivios de tensión transportándonos a otros lugares ni demás recursos porque ese escenario único por el que nos paseamos, esa pequeña casa que ya apenas conserva el olor de la niñez es más que suficiente para dar cobijo a la historia. La narración a través de perfectos comentarios bien hilados nos lleva a comprender a los personajes, a cambiar la perspectiva de sus actuaciones, a considerar las posibilidades que pueden manejar cada uno de ellos… básicamente es una invitación a contemplar cómo una gran idea, al pensarla dos veces, puede no serlo tanto y, una vez enfatizada esa conclusión, seguir con ella puede acabar… es necesario verlo para aplaudirlo. Una atrevida y agresiva comedia negra que da otra vuelta de tuerca (sí, otra más) a la familia.
